Capítulo 13- Todo en mi era confusión.

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Existen los sabores inolvidables, irremplazables, incomparables, dulces, celestiales, que te mueven hasta lo más profundo del alma, como el sabor que solo él más puro amor tiene.

No recordaba lo mucho que Leo podía destruirme solo con el poder de sus labios. Sus brazos me apretaban contra él con tanta fuerza que me era incómodo respirar. Su lengua no necesito mucho para obtener un paso libre a mi boca. El aroma de su colonia mezclada con el olor a whisky, el estar en aquella sortea a media luz remembranza de nuestro primer encuentro, recostada contra una pared, donde cualquiera podía llegar y vernos, que él no fuera libre, que yo tampoco lo era , todo eso lo hacía aún más excitante.

Mis dedos jugaban con su suave pelo, las suyas agarraban con deseo mi trasero, apretando contra la erección que se formó debajo de sus pantalones y que provocan igual excitación en mi.
Coló su mano por debajo de mi vestido, sus dedos jugaban con la tela. Aprestaba la liga contra mi piel ,pensé que tiraría de ella, que me destrozaría la ropa interior pero no lo hizo. De repente se detuvo dejándome confundida. Dio entonces un par de pasos atrás. Me observo peleando por aire.

—Samantha…— pronunció y enseguida cerré los ojos porque su voz era perfecta, la melodía más bella y sensual. Sentí sus manos atrapar mis mejillas. Su boca se dedicó a amar la mía lentamente, mis brazos lo abrazaban, queriendo guardar el momento para siempre en mi piel. Beso mis mejillas, mi cuello…

—Leo! ¿Estás Aquí?— preguntó Alison y entonces volvimos a la realidad, nuestra verdad.

Coloqué mi mano sobre la boca de Leo porque sabía que en ese instante, sintiéndonos así, él era mucho más que capaz de salir y entregarnos. Rogaba para que Alison se fuera y no decidiera explorar más allá en la oscura azotea, afortunadamente para nosotros llamó una segunda vez y luego se fue.

Una vez escuchamos la puerta cerrarse, Leo me quitó la mano de encima de sus labios e intentó volver a besarme, le esquive haciendo que su beso en su lugar cayera sobre mi cuello. Le sentí sonreír sobre mi piel, su cálido aliento tocar me.
—Tu piel sigue sabiendo tan bien Sam… tu boca…— susurró.

—Es suficiente Leo…— dije intentando no derretir me por completo en sus brazos. Leo me miró a la cara.

—Nunca será suficiente Sam…—

Sus labios esa noche eran tan hábiles como nunca antes o quizás el tiempo sin probarlos me había hecho olvidar que lo eran. Rodeé sus hombros con mis brazos, mi cuerpo me lo pedía, todo de él, no sólo su boca, sino todo su cuerpo y lo deseaba a gritos pero no podía ser y ya todo había llegado demasiado lejos.

—Ya… Basta… qué diablos hacemos? No.— dije alejándo me de él.

—Hay… hay que regresar con todos, Klaus…Klaus me debe estar buscando— dije caminando hasta la puerta, entonces Leo me tomó de la muñeca impidiendo que continuara avanzando.

—Déjame…—

—Mañana, te esperaré en nuestro lugar, mañana a las diez de la mañana…— dijo y el corazón se me aceleró aún más al hacer contacto con sus ojos en los que pude divisar una súplica silenciosa.

—No iré. Olvídalo — dije soltando mi mano con brusquedad.

—Si vendrás, estoy seguro— dijo.

—¿Así? ¿Qué te hace creer eso profesor?— pregunté.

Leo tiró de mi brazo acercando mi cuerpo al suyo, colocó la palma de su mano contra mi pecho.

—Pum…pum..pum…pum…por mi causa…— dijo refiriéndose a los latidos de mi corazón.

—Pum…pum..pum..pum… por tu causa, desde hace casi diez años… y para siempre mi hermosa Samantha— dijo colocando mi mano sobre su pecho. ¿Podría alguien ser más perfecto? Le sonreí sin darme cuenta aunque me apresure por ocultarlo, quité mi mano de su pecho y sin ver atrás volví a la fiesta.

Marcada: Jacobs, Stewart, Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora