parte 46

400 46 7
                                    

Imagina

Inuyasha se encontraba durmiendo en su amplio nido, había pasado toda la mañana haciendo uno en la habitación tan enorme que sus suegros le dieron a la pareja para pasar unos días en la mansión Taisho.

El Omega no aceptó la ayuda de las mucamas para construirlo, no soportaría el olor a jabón de las beta cerca de su nariz, ni de su alfa, aún si se siente cansado ante la actividad física, él mismo sacó la ropa de las maletas, escogiendo camisas de seda y suéteres ultra finos y suaves de su prometido, quería que el nido fuera mullido, cálido, suave y oliera mucho a alfa.

Acomodó las sábanas frescas y suaves, las cobijas y colchas, puso almohadas y almohadones, incluso decoró con flores frescas al rededor, mismas que pidió a las mucamas.

Trabajó sin descanso hasta que estuvo satisfecho con el bonito nido. Quería mostrarlo a alfa pero el cansancio lo venció, quedándose dormido en el medio. Con una media sonrisa producto del aroma de su alfa, sintiéndose por primera vez en calma en esa enorme casa.

No importa dónde estuviera, mientras tenga a alfa a su lado, todo debería estar bien, ¿no es verdad? se repetía cada que le llegaban pensamientos intrusivos y crueles sobre no estar a la altura de esa familia, no ser lo suficientemente educado, no tener el suficiente dinero, no ser de sangre noble, ni siquiera proviene de una familia de distinguidos omegas, sus padres betas de clase media no iban a impresionar a nadie en esa familia. Cada vez que esos pensamientos lo atraviesan, acaricia su abultado y redondo vientre y susurra cosas dulces a sus pequeños. Mientras alfa esté con ellos, no deben temer.

Así que era primordial para él tener un espacio solo de ambos aún en medio de ese lujo desmedido. Algo que le haga sentir en casa, cómodo, familiar.

Así que, cuando al fin consiguió un nido apropiado, no pudo evitar caer perdidamente dormido. Tanto que no supo en qué momento su amado alfa llegó hasta el lecho entrada la noche.

Inuyasha estaba tan embarazado para ese entonces, que en las entrañas del alfa el instinto le despertaba los más bajos pensamientos, su lobo no deja de repetirle le bonito que su Omega está, lo delicioso que huele, huele a leche materna y cachorros y fresas y flores, dulce, tan dulce, huele a su marca, huele a él y sólo a él, un olor único que le dice a otros alfas que ese omega es suyo, que lleva sus cachorros, que nadie más puede tenerlo, solo él.

Son pensamientos animales, instintos arcaicos, pero que están presentes. No puede evitar notar que el pantalón de la pijama del Omega está por debajo de su cintura. La barriga lo baja, permitiendo ver lo apetecible que está su trasero. Se reclamé los labios, mientras acaricia con suavidad la piel del Omega. Tan tersa, limpia, brillante, suave y humectada.

Piensa cosas que no debe pensar, lo bien que se sentiría deslizar su miembro hinchado entre las nalgas y frotarlo hasta correrse entre esos muslos. Lo bien que se sentiría llenarlo de su esperma y hacer juntos más cachorros, aunque sepa que no es posible, su lobo desea hacer más cachorros, dejar al Omega preñado para siempre. Posesivo de él y su nueva manada.

Desea tanto llevar a cabo sus fantasías perversas pero se detiene ante la idea de lastimarlo o asustarlo de alguna forma. Se detiene y lo contempla dulcemente dormir.

Mientras deposita suaves besos y caricias dulces, el Omega abre sus ojitos dorados adormilados. Alfa, dice y estira los brazos pues desea ser mimado más. Sesshoumaru le da gusto y lo recoje entre sus brazos dándole besitos en la cabeza entre las bonitas orejitas.

- Alfa... Inu quiere...

- mmh ¿qué quiere mi Omega?

- Inu quiere que alfa sea más cariñoso conmigo. - dijo Inuyasha en un puchero, Sesshoumaru no se resiste y lo recuesta suavemente.

ImaginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora