Capítulo 58

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Tras un largo viaje desde Pensilvania hasta el hotel, los cuatro abandonamos el auto para poder entrar a Obsidian. Klaus y Cinco entraron por la puerta derecha, mientras que Henry y yo decidimos usar la puerta izquierda.

Cinco:— Muy bien, júntense todos. —ordenó en cuanto visualizamos a nuestros hermanos y caminó hacia ellos al igual que Henry, Klaus y yo.

El ambiente dentro del comedor era realmente deprimente. Viktor y Diego se mantenían sobre uno de los sillones, rodeados de envases de comida y bebidas, mientras que Allison estaba sentada en la barra con un trago en mano y una mirada desinteresada.

Cinco:— ¿Dónde...? ¿dónde está nuestro...?, —cortó su oración— ¿Y Luther?—

Allison:— No lo he visto.—respondió sin preocupación.

Yo también comencé a buscar a Luther de entre los demás, pero no parecía estar en ningún lugar cercano.

_____:— ¿A dónde fue Luther?—

Diego:— ¿Quién sabe?—me contestó tranquilo mientras se ponía de pie y se dirigía hacia donde ya nos encontrábamos Cinco, Henry, Klaus y yo.

No había visto a Luther desde que amaneció y eso era claramente preocupante, sobre todo porque alguien con la altura y complexión de mi hermano no era fácil de perder de vista.

Cinco:— Miren, ¿Saben qué? No importa.—

Volteé los ojos en señal de molestia.

_____:— ¿No importa o solo te estás priorizando a ti mismo de nuevo?—pregunté en forma de reproche, a lo cual Cinco me miró impaciente.

Cinco:— Tenemos problemas mucho mayores que atender.—respondió mirándome fijamente y abrió el libro en sus manos.

Claro que sabía que la prioridad en ese momento era tratar el tema de la paradoja que accidentalmente causamos y ahora estaba acabando con ganados enteros, pero aún estaba molesta. Quería llevarle la contraria por más infantil que fuese.

Allison:— ¿Como cuáles?—

Cinco:— Esto.—apuntó una de las páginas de aquellas saturadas escrituras y comenzó a pasar hoja tras hoja, ganándose la atención de cada uno de nuestros hermanos.

Viktor:— ¿Quiénes son?—

Cinco:— Son nuestras madres.—

Cuando Cinco abrió una de las páginas en específico, Klaus saltó y señaló la foto de una mujer perteneciente a los Amish.

Klaus:— Esa es la mía.—comentó en voz medianamente temblorosa.

Cinco:— Todas están muertas, todas murieron en el mismo día, el primero de octubre de mil novecientos ochenta y nueve.—

Dejé de prestar atención a su explicación para poder contemplar el libro lleno de artículos de periódico.

Mi madre se encontraba dentro de ese reducido grupo de mujeres que fallecieron sin un motivo en especial y eso me hacía tener una extraña sensación de inquietud por todo el cuerpo.

Allison:— El día en que nacimos.—

Cómo habría deseado poder conocer a la mujer que se encargó de darme la vida, a pesar de que me vendió a un hombre de dudosa salud mental en cuestión de horas.

Cinco:— Ya no. —negó— No lo es.—

_____:— Todas murieron antes de que naciéramos.—decidí agregar.

Diego:— Es absurdo. —interfirió— Si no nacimos, ¿cómo existimos?—

Cinco:— Exacto.—dijo simple y de brazos cruzados.

Me Confundes, Hargreeves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora