Capítulo 8

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Pasaba frente al hospital del día anterior junto a Henry, buscando a Cinco, ya que no lo vi durante la noche, ni siquiera sabía si es que había llegado a la academia.

Henry:— ¿Y si está en la tienda de donas?—

_____:— No iremos por donas, Hen.—reí por su insistencia.

Henry:— No quiero donas, pero es una posibilidad.—me empujó sin fuerza, con el lado derecho de su cuerpo.

_____:— Sí, claro.—lo empujé de vuelta.

De pronto oí una risa que podría reconocer en donde fuera.

—Dolió muchísimo.—

Klaus.

Nos acercamos a una furgoneta que teníamos prácticamente a lado y en efecto, ahí estaba Klaus, junto a Luther y Cinco, y un maniquí. Abrí la puerta trasera.

_____:— Al fin los encuentro, ¿Qué tal va todo con el ojo?—cuestioné una vez dentro.

Henry:— ¿El ojo?—preguntó posicionándose a mi lado. Los chicos lo vieron y Luther junto a Klaus fueron los únicos que lo saludaron.

Cinco:— Nada bien. Klaus, Luther tiene razón, afuera.—ignoró ampliamente a Henry.

Klaus:— ¡Bien!—gritó molesto ya fuera del vehículo.

Luther y Cinco comenzaron a hablar nuevamente, sin siquiera tomarme en cuenta, así que solo me dediqué a ver el maniquí frente a mi junto a Henry.

Luther:— ¿Sabes cuál es tu problema?—

Cinco:— Muero porque tú me lo digas.—contestó sarcástico.

Luther:— Te creés mejor que nosotros, siempre fue así, de niños incluso. Pero estás tan jodido como el resto de nosotros. Todo lo que tienes, es tu familia.—sus palabras no eran del todo erróneas.

Cinco:—No me creo mejor que ustedes, Número Uno, sé que lo soy.—respondió luego de unos segundos.

_____:— Ay, Dios. Vámonos.—me quejé y salí del auto, llevando al rubio conmigo. Prefería escuchar a Klaus hablando incoherencias que una plática tan mediocre como esa. Henry era más grande que yo, por lo que le costó un poco más salir del auto.

Henry:— Creo que no le agrado demasiado a Cinco.—dijo cuando llegó a mi lado.

_____:— Nadie le agrada a Cinco, no te sientas tan especial.—cruzamos la calle.

Estaba a punto de abrir la puerta de una tienda de abarrotes donde estaba Klaus, pero antes de eso, el ruloso salió corriendo abruptamente.

Klaus:— ¡Niño, ayúdame con esto!—le dio a Henry un par de paquetes y siguió corriendo. Con prisa corrí detrás de él jalando al rubio del brazo izquierdo. No nos quedaba de otra, el oficial detrás creía que nosotros estábamos metidos en el lío y no quería ir a prisión.

Klaus:— ¡Wow!—

—¡Alto, hey, deténgase!—

_____:— ¡Voy a golpearte, Klaus!—lancé un paquete de frituras a su espalda.

— ¡Oigan, vuelvan acá!—

Un carro se aproximaba a nosotros, Henry lo esquivó bastante fácil, gracias a su agilidad, y yo lo desvíe para que Klaus no quedara aplastado abajo del auto.

Klaus:— ¡A un lado, imbecil!—

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Cuando llegamos a casa dejé de correr y pensé en que habría sido mucho mejor usar mi teletransportación en lugar de correr tanto, estaba cansada. Miré a Klaus molesta y él entró antes, yo decidí quedarme con Henry afuera un rato, esperando a que Cinco diera señales de, por lo menos, volver.

Me Confundes, Hargreeves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora