La vi. El fantasma de alguien que alguna vez había sonreído apareció detrás de aquel chico que alguna vez había sido malo.
-Hola Colega- Dijo el chico.
-Hola Sergio.- Dije yo.
La pequeña chica ni se inmutó cuando saludé a su acompañante. Agachaba la cabeza de manera que se podía observar que no le apetecía estar en aquel lugar. Que quería irse. Sergio, pasó por delante de mi para a hablar con alguno de los imbéciles con los que solía pasar el rato y ella le siguió.
Tiré el cigarro inmediatamente como un niño al que le asusta que su madre le regañe. Hacía tiempo que él no se acercaba a esta zona, que no bebía ni una sola gota de lo que le hacía pelear con todo el mundo y que no fumaba siquiera un solo cigarro.
Al parecer era feliz, podía contar la mierda de personas que eran él y las personas como yo y presumir de quien era ahora. Presumir de lo que "se había ganado" por simplemente dejar de ser un asco de persona. Hay personas que son honradas toda su vida y jamás consiguen lo que el tenía.
Si yo hubiera tenido que ser otra persona para que en ese momento la chica que iba con él, hubiera levantado la vista del suelo y me hubiera mirado, lo habría hecho. Pero no hizo falta porque me miró. Me miró con unos grandes ojos curiosos y como un imán me acerqué a ellos. Me coloqué a su lado y llevó su mirada al suelo mientras yo intentaba entender de que hablaban. Ella permanecía en silencio. Quería que me hiciera caso, casi ni me movía pero deseaba que volviera a mirarme porque yo no podía dejar de hacerlo. Miraba a su alrededor sin una mueca en su cara. Justo detrás de ella estaban dos chicas riendo con un chico que estaba más pendiente de sus escotes que de lo que decían. A su derecha el viejo olmo aguantaba el peso de más hombres fumando del que cualquier fachada de burdel hubiera aguantado nunca, al lado había un sofá que tendrían más de 20 años en el que se estaba enrollando una pareja. La colina daba asco, pero me gustaba estar allí por que así daba menos asco yo. Cuando la chica volvió la cabeza me encontré sus ojos de lleno. Verdes. Demasiado grandes para su cara. En mi vida había visto unos ojos tan tristes. Ella no apartaba la mirada y yo estaba demasiado perdido.
-Ya podemos irnos.- Le dijo Sergio al cabo de un rato, ella asintió mirándome. Al final se dio la vuelta. Y la chica fantasma desapareció.