9. Iván.

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Estaba roja de rabia.
-Te has cargado el jarrón de un pobre niño inocente.- Miro al suelo y su rabia se convirtió en vergüenza. Me acerqué a ella.-Que se haga otro, tampoco era tan bonito. Vamonos de aquí ¿vale?.
Asintió. Le ayudé a quitarse la enorme camiseta manchada mientras daba saltitos para salir de ella.
Apenas se podía ver ya el sol. La calles se enredaban entre sí.
-Hablame sobre ti.- Le dije.
-¿Sobre mi?
-Te vi salir del psicólogo.- Sabía que no me lo iba a contar pero siempre tuve esa esperanza con ella. La cara de Lara se volvió blanca.
-No quiero hablar de eso Iván.
-Vale.- Y sé que le sorprendió mi respuesta.

Andando me di cuenta de que parecía salida de otra época. De que cuanta más gente encontrábamos más diferente al resto me parecía. Tan diferente a mi. Ese día también descubrí que no pretendía gustar a nadie y que en cada paso no intentaba destacar, intentaba no caerse. Y con una simple pregunta lo confirmó todo.
-¿En que crees Iván?
-¿Cómo?
-Que si crees en algo o en alguna religión o en algo que pienses y digas "oh pues en esto sí que creo"- podían haberle dado un premio por su excelente explicación.
-No.- Dije.
-¿Y cómo sobrevives? La vida es demasiado aburrida si creemos lo que hay.
-¿Y tú en que crees, fantasmita?
-Pues creo en el karma. Sí. El daño que se hace se devuelve. También creo en el destino y en que todo pasa por algo.- Hablaba muy rápido - Pienso que no estoy aquí por estar y que si me voy también será por algo. Hay una teoría budista que dice que todas las personas que están destinadas a encontrarse, están unidas por un lazo rojo que no puede destruirse. Por eso nunca nadie se va del todo.
No sabía que decirle y no dijimos nada hasta que llegamos. Andábamos tan juntos que nuestros brazos se rozaban constantemente y su meñique se enredó con el mio.
-Gracias por sacarme de aquí.- Me dijo.
Miré nuestros dedos y luego a ella. Nos miramos tanto rato que casi pude conocer todos sus secretos. Casi. No la besé, pero ese día empezamos un jarrón.
Y ahora en cada recuerdo cierro una puerta, para que no puedan entrar mis ganas de volver a echarla de menos.

La libertad de sus brazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora