-Define felicidad.- Digo. Laura esboza una sonrisa casi invisible, en seguida se pone seria.
-Felicidad, estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
-Se lo que pone en la Rae.- Digo- Pero qué es para ti ser feliz.
-Eso no importa ahora, ¿tú te consideras feliz, o no?
-A veces.- Y digo la verdad.
-¿Cuáles son esas veces?- Sólo me mira, no toma nota. Eso me pone incómoda. Todos los demás psicólogos escribían y era como hablarle a una maquina lo cual no estaba mal. Pero a ella parece que de verdad le interesa. Es raro cuando alguien quiere escucharte.
-Cuando duermo.- Digo y se ríe. La carcajada retumba por la habitación, yo permanezco quieta y seria. Lo decía de verdad.
-Me gusta tu nombre se parece al mio- Dice riendo, y se cambia de sitio sentándose ahora en la silla que tengo a mi lado. No contesto. - No puedo ayudarte si no te abres.
-No es fácil abrirse a desconocida.
-Me llamo Laura, tengo 27 años. He estudiado psicología porque a tu edad me encantaba curarle los corazones rotos a mis amigas. Me gustan los perros grandes el chocolate y el queso solo si es en una pizza, adoro las pizzas pero no se lo digas a mi nutricionista. Me caen mal las películas en las que hablan los animales y siempre suspendía geografía porque no sé ni leer un mapa. Tengo miopía por cierto que ojos más bonitos. Y quiero ayudarte, si me dejas.
Me río por el monólogo que se ha marcado, y ella sonríe al ver que me ha hecho gracia. Entonces vuelve a hablar.
-Quiero que me cuentes cosas de ti, incluso lo más estúpido y quiero saber por que estás aquí. Pero quiero saberlo por ti, no me importa lo que ponga en esa carpeta.- Su manera de hablar hace que me anime a hablar yo.
-Me llamo Lara, tengo 16 años.-Hablo muy despacio. Me mira directamente a los ojos.-Me gusta dormir y ver programas de vestidos de novia con mi madre mientras criticamos el pésimo gusto de las americanas cuando se casan y bebemos té helado. Estoy aquí porque la orientadora de mi instituto dijo que tenía depresión o algo así no sé. Mi madre le dio la razón y dijo que apenas salía y que me pasaba los días durmiendo y todos dramatizaron mucho. Ahora tengo que venir todas las semanas a hablar con un hombre viejo al que le pagan por apuntar los monosílabos que suelto por la boca.
-Ahora estoy yo aquí.- Dice, y me alegro de ello.- Bueno, la semana que viene vamos a hablar más seriamente de que hace una chica como tú en un sitio como este.- Dice tatareando las últimas palabras.
-Hasta la semana que viene entonces.- Y me voy.