14.Lara.

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-¿A donde vamos?- Le digo a Iván. Me siento muy estúpida porque no dejo de mirar nuestras manos y sonreir.

-A donde quiera la señorita.-Él también está sonriendo.- Sorpréndeme.

-LLévame a tu sitio favorito.

-Que aburrido, puedes superar eso.-Se burla.

-Entonces llévame al sitio que más odies, y vamos a hacerlo un sitio bonito.-Veo que niega con la cabeza primero así que insisto. Termina cediendo.

-Vale... pero pilla lejos, vamos a mi casa y cojo el coche.- Me quedo quieta.

-¿Tienes coche y has llegado tarde?- Arrugo la cara de broma.

-No iba a sacarlo para cruzar cinco calles fantasmita.- Supongo que tiene razón. Me quedo pensando en lo cerca que vivimos y en que nunca nos habíamos mirado.

Andamos hasta su casa con las manos aún entrelazadas. No puedo evitar pensar que la gente nos mira. "Seguro que piensan que haces tú con alguien como él", "es demasiado para ti y lo sabes", "das pena". Mi cabeza no para de repetirme lo mismo. Me empiezo a sentir tan mal que hago el intento de apartar mi mano. Entonces él la aprieta más fuerte.

-Es aquí.- Dice, entonces comprendo que me aprieta la mano por que está nervioso.-Em.. ¿quieres entrar? Está mi madre... si quieres puedes esperarte aquí mientras lo saco o... ¿saco comida? ¿tienes hambre?

-Vamos dentro.- Le digo sonriendo, suspira, no sé si tiene miedo o está aliviado.

Cuando abre la puerta aparece un niño que viene hacia nosotros. Apenas mido más que él. Supongo que es el hermano de Iván. Viene sonriendo y nos mira la mano. Juro que es la sonrisa más clara que nunca he visto. El chico irradia tanta feliz que simplemente me apetece observarlo. Puedo entender por qué Iván lo protege tanto.

-¿Pero tú no te ibas?- Dice mirando a Iván, se gira y se dirige a mi.- ¿Tú eres Lara, no?

Suelto la mano de Iván e intento taparme para que no se note lo roja que debo estar. Asiento y el niño sonríe.

-El imbécil este no para de hablar de ti.- Miro a Iván y está más rojo de lo que yo debo estarlo, eso me hace estar más tranquila. Él se gira y empezamos a reirnos.- ¿Pero por qué no habláis? Madre mía como os comuniquéis así de bien siempre os voy a dar un premio a la pareja más aburrida de la historia.

-Cristian ¿está mamá?- Dice Iván aún riendo. Cristian niega con la cabeza. Iván me lleva hasta la cocina y su hermano viene detrás. Me suelta la mano y empieza a sacar varias bolsas de comida de un armario.- Pues dile que me he llevado el coche. Ven Lara.- Le sigo hasta el garaje. Presiona las llaves y se encienden las luces del coche. Iván se sube a el y me invita a que lo imite. Subo, le dice adiós a Cristián mientras nos alejamos.
No le pregunto a donde vamos. No quiero saber a donde vamos. Me quedo absorta mirándole. Su cabeza está despeinada, un mechón le cae por los ojos. Me empiezo a imaginar a mi misma acariciándole la cara de preocupación que tiene mientras conduce. No puedo dejar de mirarle. Él sabe que le estoy mirando. Mi mano se mueve como si no me perteneciera, coge el mechón y se lo coloca con el resto de su pelo. Entonces baja hasta su hombro y mis dedos se extienden hasta su cuello. Le digo que vuelva. "Estúpida, quita la mano" me dice mi cabeza. Mi mano no se mueve. Mis dedos sin embargo si lo hacen. Acarician su cuello muy despacio. "Quita la mano, quita la maldita mano". Iván se tensa, lo sé porque aunque solo estoy mirando como aprieta los labios de repente tengo mil ojos. Unos están viendo como aprieta el volante, otros cuantos están mirando las venas de sus brazos, un par están puestos en sus piernas que tiemblan. El resto se dividen, una parte mirando a sus ojos que están fijos en la carretera. La otra parte me ven a mi misma, mirándole a él.
Iván aparca el coche y me coloco bien en el asiento. Estamos en frente de un parque. No puedo entender por qué odia este sitio. Estoy apunto de preguntarle cuando recuerdo la historia que me contó Sergio.
-Aquí perdiste a Cristián.- Afirmo contundente. El me mira, sorprendido de que yo sepa eso. Vuelve la vista al parque. Pero no lo siento triste. Asiente. Sabe quien me lo contó.
- Me sentí tan estúpido ese día. Había perdido a la persona que más quería en el mundo. Literalmente.- Entonces entiendo que él no está triste. Está enfadado. Está muy enfadado con el mismo. Quiero abrazarle y decirle que no pasa nada, que yo pierdo cosas todo el rato. Pero no digo eso. Digo esto.
- ¿Por eso no volvisteis?- No es que no confíe en Sergio pero quiero asegurarme de si era verdad o mentira. Y me aseguro porque Iván no se lo piensa antes de decir:
-No. Yo no volví por eso, durante un tiempo. Pero él si que lo hizo.- hace una pausa, ahora si está pensando que decir.- Es su historia, eso tiene que contártelo él.
Entonces como un espejo dejamos de mirar al frente y nos miramos. Nos miramos tanto rato que los mil ojos se convierten en sólo dos. Dos ojos oscuros que me observan como si yo fuera algo más que un simple jarrón roto. Y yo le miró a él, y estoy segura de que nunca había conseguido ver dentro de alguien con tanta claridad.
-No sé como hacer bonito este lugar.- Dicen telepáticamente (porque estoy casi segura de que no he abierto la boca) mis ojos.
-Ya lo has hecho.- Me dicen los suyos.
Quiero moverme hacia él. De verdad que quiero, pero la magia que antes ha movido mi mano me mantiene inmóvil y ya no se si quiera si me acuerdo de como se respiraba. Mágicamente consigo decirle que me toca a mi llevarle al lugar que más odio. Él asiente, se coloca y pone el coche en marcha. Yo no me nuevo ni un solo milímetro. En un semáforo consigo unir todas las fuerzas que alguna vez he tenido y le cojo la mano que no tiene ocupada y él me aprieta reparando todo que lo que alguna vez estuvo roto.
Cuando llegamos a la autopista le suelto para que pueda conducir mejor y le guió para que llegue a donde realmente no quiero ir.
Llegamos a un edificio alto con muchas ventanas muy pequeñas.
-No deberías odiar la consulta del psicólogo. Debería ayudarte.- Dice midiendo sus palabras con una regla invisible.
-Pero no me ayuda. Así que vamos a hacerlo bonito.- No lo discute.
Saco la comida que hemos traído y unas botellas de CocaCola de la guantera. Encendemos la radio mientras empezamos a comer. Suena una canción de los ochenta y me pongo a bailar. El se parte de la risa.
-Bailando pareces un vegetal al que le da el viento.- Suelto una carcajada monumental y escupo el sorbo de CocaCola que tenia en la boca y el se ríe aún más.- Ahora tendremos que quedar mañana para que me limpies el coche.
De camino a casa seguimos riendo y bailando. Bueno bailo yo, él intenta no reírse demasiado de mi. No me reconozco. Yo no como delante de gente, ni río delante de gente y aún menos bailar.
Llegamos pocos minutos despues. Sale antes que yo y me abre la puerta. Me sigo riendo y él también. Entonces dejamos de hacerlo. Alarga su mano hasta mi brazo y tira de mi. Mi cabeza choca con su pecho y me abraza muy fuerte. Al cabo de unos minutos inmóvil le abrazo yo también. No me besa como en las películas y no dice algo que sería digno de estar escrito en la biblia. Simplemente me estrecha tan fuerte que siento como me besa todas las heridas.

La libertad de sus brazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora