El cuerpo de Sergio se balanceaba en un sillón mirándome, esperando a que yo hablara. Quería que Lara me hiciera caso, no podía permitir que sufriera más. Ella estaba en el suelo como una niña, haciendo lo que siempre hacía cuando estaba nerviosa, rompiendo servilletas en tiras. Era el único ruido de toda la habitación. Ras. Ras. Ras. Sergio fue el primero en hablar.
-No es bueno.- Dijo de la manera más seca posible.
-Y ¿por qué?- Lara le estaba preguntando a Sergio pero tenía los ojos clavados en mi. Contesté yo.
-Le ha hecho daño a otras chicas.
- ¿Quién lo dice?- Volvió sus ojos a la servilleta de sus manos y continuó. Ras. Ras.
-Yo lo digo.- Sergio habló, con su voz grave mientras se revolvía el pelo. Rubio.
Lara lo observó lentamente y luego a mi. Me ponía nerviosa la manera en la que ella reaccionaba ante las cosas, como si nada mereciese la atención, como si ella fuera suficientemente especial como para responder de otra manera, como si se le permitiera ser diferente y al resto del mundo no. Pero no se lo dije.
-Parecéis Ken y Barbie.- Mencionó Lara. Me reí. Sergio no, así que dejé de reirme, así funcionaba.- Oh venga refunfuñón ríete que pareces una maceta.
-Lara me gustaría que actuaras como una maldita persona normal si es posible y reaccionaras. No te acerques a él.- Le tenía que haber metido una patada en la boca pero no lo hice. No hice nada.
-Vale.
-¿Tan fácil?- Pregunté.
-No os vais a ir hasta que os diga lo que queréis oír y yo deseo volver a mi cama más que nada. No debo estar cerca de él vale lo pillo.- se levantó y colocó bien su falda.- Venga ahora iros y daros amor.
Al despedirnos me abrazó (cosa que nunca hacía) muy fuerte y me susurro "ten cuidado". No lo tuve. Cuando salí entrelacé mis dedos con otro fantasma.