8. Iván

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Me planté como un reloj en su casa. Ni si quiera esperaba que saliera porque yo me hubiera mandado a la mierda pero ella salió. Solo podía sonreir de la alegría que me daba verla y parecía estúpido, me sentía estúpido a su lado, hasta ella me lo decía y me gustaba.

Mientras se acercaba a mi, con su falda y andando como solía hacerlo fue la primera vez que la vi feliz. Su "hola" con mirada al suelo incluida, mi "te queda bien eso" acompañado de un paso adelante y su "gracias" mirándome desde abajo. Ella tenía toda la vida en los ojos en ese justo momento. Yo le dejé la mía en sus manos sin que ella lo supiera, en ese justo momento.

-Creo que vas a mancharte.- Dije señalando su atuendo y me reí de la cara arrugada que puso.

-¿Por qué? ¿A donde vamos?

No le contesté y seguimos andando mientras hablábamos. Me resultaba increíble que desde ese momento nunca se nos acabaron los temas de conversación y que cuando callábamos no había silencios. Todo se llenaba y ninguno nos dábamos cuenta. Ese día me habló de su familia, de su madre. Me contaba que la adoraba, que era una persona increíble. Sí que lo es.

Cuando llegamos le dije que cerrara los ojos y me reí a carcajadas cuando vió a donde la había llevado. El taller de cerámica estaba vacío para nosotros y le tendí una camiseta vieja para que no se manchará. Me mató con la mirada pero se la puso encima y le llegaba a las rodillas.

-Iván no se hacer cerámica.- Me dijo súper preocupada.

-Ni yo.- Mentí.

Nos costó muchísimo conseguir que hacer algo decente sin reirnos a carcajadas y que se desmoronara. Cuando conseguí que su churro de jarrón se estabilizara en sus manos me senté en frente suya. Me fije en como se concentraba con la lengua fuera y con sumo cuidado de no equivocarse.

-Somos jarrones.-Le dije.

-Hombre yo estoy un poco más blanca y espero que no me veas tan amorfa.-Dijo aún concentrada.- ¿Por qué piensas que somos jarrones?-Me miró y se desmoronó entre sus manos.

Señalé la bola de barro que se había formado.

-Nos podemos desmoronar con el más mínimo fallo.- Lara me miraba fijamente y habló muy despacio.

-No somos tan frágiles.

-Sí que lo somos. -Cogí otro jarrón acabado.- Fíjate, cuando conseguimos estar enteros nos salen grietas. Y con un simple toque podemos rompernos del todo.

Se puso de pie y cogió el jarrón de mis manos.

-¿Bueno y que más da? ¡Claro que nos rompemos!-Dijo y tiró el jarrón al suelo. -¡Y nos hacemos pedazos! Pero se puede pedir ayuda y hacer otro jarrón. Y cada vez que se rompa se hará uno nuevo. Y dolerá hasta que lo acabemos.- Sus ojos se posaron en los míos.- Podemos hacer todos los jarrones que quieras.




La libertad de sus brazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora