Extra 2

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Después del primer encuentro, así como ese, hubieron muchos más. Cada dos años viajaban junto a sus respectivas familia. Los niños fueron creciendo y con ellos llegó la escuela.

Al principio fue difícil para Lisa.

Era muy apegada a sus hijos y aunque ya había hablado con Jennie al respecto de que las personas común van a la escuela, Lisa se esforzaba por no obedecer a sus instintos de tener siempre cerca a su manada.

¿Y si necesitaban algo? ¿Y si estaban en peligro? ¿Y si tenían hambre? ¿Y si se sienten solos en la escuela?

A pesar de que Jennie le había indicado no seguir a sus hijos, Lisa no pudo soportarlo. En tan solo minutos había llegado a la escuela y trepaba los muros a escondidas de los mayores.

Solo deseaba ver el día a día de sus hijos, quería estar segura que todo iría bien, que no hubiera ni tonto o tonta que los moleste. Apenas tenían cinco años, ¿cómo puede dejarlos sin tener que preocuparse?

Escondida entre los arbustos, veía atenta a su menor hija quien estaba sentada en uno de los bancos. Por suerte para Lisa, los pequeños aún no habían desarrollado ese instinto animal de olfatear todo, podía pasar desapercibida.

Lia veía tímidamente a su al rededor, se sentía muy nerviosa al no estar cerca a sus madres o hermanos, ellos estaban quien sabe donde. Movía sus piernas de manera en que pueda distraerse un poco.

Al principio había tenido la compañia de una de las maestras, pero eso solo fue hasta que Jennie regresó a casa y la maestra la dejó para seguir con sus obligaciones con el resto de los niños.

Lisa entristeció al ver a su pequeña hija tan sola y con un puchero. ¡Lo sabía! ¡La escuela es mala para los niños!

Lisa buscó algún tipo de ayuda, y al ver a una niña del tamaño de su hija, la haló de su brazo al instante en el que pasó frente a los arbustos, desapareciendo.

La pequeña la mirada aterrada.

_Niña, ¿quieres dulces? - preguntó Lisa.

_Mi mamá dice que no le acepte nada a extraños - su voz temblaba.

_Buen consejo, pero te quiero hacer un trato - de su mochila que colgaba en su hombro, sacó una bolsa llena de caramelos. Los ojitos de la niña brillaron - mira, tú le hablas a esa niña de allá - señaló a Lía - y te doy un caramelo.

La niña frunció los ceños.

_¿Solo uno?

_Es que...son míos - volvió a ver a su hija, ella seguía triste - está bien, te los doy todo pero, por favor, quédate con ella por hoy. Solo por hoy. ¿Sí?

La niña lo pensaba seriamente. Que más da, igual iba a hablarle, por eso pasaba por allí, su equipo de fútbol necesitaban a una más.

_Trato - le arrebató la bolsa de caramelos.

Lisa sonrió con emoción y se acomodó entre las hojas para ver mejor. La niña le hablaba a su hija y Lía sonrió, asintiendo. Lisa observó con orgullo como iban corriendo entre risas a la patio de fútbol.

***

Cuando Lisa encontró a su hijo Yoongi, ella frunció los ceños con extrañeza. El castaño tenía a muchas niñas a su al rededor, ellas le invitaban su lonchera, sus caramelos, hasta le hacían su tarea de pintar los dibujos de una hoja.

_Creo que...él está bien - Yoongi no parecía incómodo, parecía felíz - buen primer día - sonrió.

Se fue en busca de su tercer hijo. Félix se encontraba comiendo en la hierba junto a sus nuevos amigos. Tenían guitarras de juguetes a un lado, al parecer estaban practicando y se tomaron un receso.

Una Loba Como Mascota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora