Epílogo

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Sus días en la escuela fueron amargos, habían pasado dos semanas desde el suceso de Halloween, y hace una semana Dánae había vuelto a la escuela, en silencio siempre, pasándola sola y sin atreverse a comer los dulces que le daba su madre para los recesos, porque despertaría nuevamente el recuerdo de Kazutora.

Había prometido en la tumba de Keisuke que cumpliría lo que le pidió, que estaría allí para Kazutora, pero simplemente no podía, no se sentía capaz de mirarlo al rostro sin enfurecerse, sin llorar, sin decirle que seguía queriéndolo, diciéndole que era un completo tonto, pero que esperaba que ese tonto estuviera bien.

Había sido demasiado para ella y estaba mal emocionalmente, su madre le había dicho que le diera lugar a sus emociones, que estaba bien que estuviera triste, que poco a poco eso iría pasando y finalmente seguiría allí pero sin la capacidad de afectarle en gran manera, ya sólo como un recuerdo doloroso.

Iba de la escuela a casa sola, pero ese día al salir vio a su padre dentro de su auto, esperándola para recogerla, así que fue hasta él y subió en el asiento de copiloto, luego de saludarlo preguntó:

—¿A qué se debe que vengas hoy? ¿No tenías trabajo?

—Oh claro que tenía, pero hay algo más importante que debo hacer.

—¿Qué cosa?

—Ver bien a mi hija.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas, miró hacia la carretera mientras su padre comenzó a manejar.

—¿Qué harás?

—Debes ir a ver a ese chico hija.

—Papá yo no... No estoy lista.

—Claro que lo estás, ¿crees que no se te nota que cada día que sales más temprano de casa es para ir a verlo? Pero al parecer hasta ahora no reúnes el valor suficiente.

—Es difícil papá, no sé qué le diré.

—El único consejo que te puedo dar es que digas justo lo que sientes, no te guardes nada, si algo sale mal te estaré esperando afuera y tu madre en casa tiene galletas.

Dánae sonrió mientras sus ojos se volvían a humedecer, miró hacia su padre y dijo:

—Soy tan afortunada de tenerte a ti y a mamá en mi vida, no podría tener mejores padres.

—Y nosotros nunca podríamos dejar de amarte —sonrió.

El auto paró su marcha frente a la correccional, allí estaba Kazutora por el momento, en cuatro días se llevaría a cabo el juicio, conocería su condena y iría a una prisión oficial.

Suspiró hondo para después bajar del auto, entró al lugar y luego de esperar un poco a ser autorizada la llevaron hasta el lugar donde lo vería, no podría interactuar directamente con él, sería a través de un vidrio y el teléfono.

—Siéntese a esperar, en un momento vendrá —dijo uno de los oficiales.

—Claro, muchas gracias.

El oficial quedó alejado de ella mientas Dánae tomaba asiento en la dura butaca, miró ansiosa al otro lado hasta que un chico vestido de naranja apareció, aquel chico de mechones amarillos del que ella se había enamorado estaba tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de ella, incluso con las manos esposadas.

Ambos se miraron a los ojos, sintiendo sus emociones florecer, Kazutora tomó asiento sin apartar su mirada de ella y tomó el teléfono, esperando que ella haga lo mismo.

Dánae lo veía un poco más delgado que dos semanas atrás, al ver que tomó el teléfono ella hizo lo mismo al otro lado.

—Hola... —susurró con timidez el chico —¿cómo estás? Tienes ojeras no has dormido bien, debes dormir y comer, siempre, yo lo siento Dánae yo —lo cortó.

11 𝘣𝘦𝘴𝘰𝘴 ━━━━━ 𝘒𝘢𝘻𝘶𝘵𝘰𝘳𝘢 𝘏𝘢𝘯𝘦𝘮𝘪𝘺𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora