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CAPÍTULO 5:

Jamás me consideré buena aceptando los cambios drásticos, así que cuando movieron mi estancia a una habitación al costado de la de Nikolai me abrumé un poco.

De un momento para otro, yo ya no tenía que fregar suelos ni cambiar sábanas, tampoco escuchar a las criadas hablar sobre mis amigos y yo. Tan solo tenía que estar junto a Nikolai todo el día y procurar que no hiciera nada que pudiese afectar a su salud. Tarea que sería simple si no hubiera sido por hecho de que el príncipe no paraba quieto ni un segundo.

Al principio fue incómodo, con conversaciones cortas y mínimo contacto, jamás quise indagar mucho sobre por qué realmente fui yo la elegida para una tarea tan sumamente importante como aquella, y tampoco salió de él explicarme por qué. Le picaba todos los días por la mañana a su puerta y íbamos a desayunar juntos, aquello fue lo más sorprendente además de tener una buena habitación. El comedor era inmenso y a veces compartíamos mesa con Vasily y los reyes, que se mantenían al margen de cualquier cosa que involucrase mi presencia.

El hermano mayor me miraba desde la otra punta de la mesa con cara de pocos amigos ahora que no podía acecharme desde mi posición. Nikolai comía tranquilo a mi lado, ninguno de los dos hablábamos cuando comíamos, supuse que guardar silencio era lo más formal si Nikolai lo hacía también.

Más tarde empezamos a cabalgar en caballo por las tardes en los jardines del palacio o yo le explicaba las cosas que había aprendido en aquellos años. A veces Nikolai dejaba libros interesantes en la cama de mi habitación, a pesar de que desde que tuve la posición de escudera ya tuve acceso a la biblioteca del palacio.
Nos hicimos buenos amigos, nos llevábamos bien.

Yo era callada y a él le encantaba hablar, enseñarme lugares recónditos de palacio qué había encontrado escondiéndose de su padre o enseñarme la herida de bala de su brazo, yo también tenía una igual en el brazo opuesto. Ambos nos la hicimos en Halmhend.

Cuando estábamos en las afueras de el castillo, Nikolai siempre se traía espadas de madera porque quería jugar conmigo. Nos pasábamos largo y tendido fuera, a veces nos estábamos hasta que anochecía o hasta que alguna tormenta rompía y nos hacía volver corriendo a palacio. Ahí fue cuando me di cuenta que tal vez se me daba pésimamente disparar con pistolas, ya que jamás acertaba el tiro, pero era bastante buena con la distancia corta, se me daba bien defender y hacer ofensivas. Fue la primera vez que me movía con gracia. Me di cuenta de aquello gracias a Nikolai.

—No eres tan horrible luchando como me dijiste.—Dijo el rubio mientras nuestras espadas chocaban.

—Jamás había luchado con espada.—Contesté.—Ya nadie lo hace.

—Todos se adaptan a lo que les funciona bien. Haz lo mismo.—Habló.

Su espada cayó al suelo y la punta de la mía se puso en su garganta. Nuestras respiraciones subían y bajaban, el sol ya se estaba escondiendo. Los últimos rayos de sol chocaban con su pelo rubio, y brillaba como jamás había visto a alguien brillar. Ya en aquel entonces le quería, y soñaba con poder compartir tantas cosas con él como fueran posibles. Podía mirarle y que fuera recíproco, no como en todos aquellos años anteriores donde yo ocupaba la esquina de un lugar y le observaba, maldiciendo a mi árbol genealógico por no haberme hecho nacer tan hermosa como lo hizo él. Le adoraba en esos tiempos tanto como adoraba a los Santos o como se debe adorar al creador del mundo, quería ser igual de perfecta que él.
Ambos nos miramos por unos segundos hasta que él sonrió.

CROWN OF BOUNDS - nikolai lantsovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora