Serendipia: circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba.
Kate Young es una ex-viuda negra que, tras el desmantelamiento de la Habitación Roja, encontró trabajo en la CIA. Un día, en medio de una misión que debería ser sencilla...
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Cuando se dejó ver por primera vez esa mañana a través de las densas nubes de Birmingham, Tommy no lo sabía pero ese sería uno de los días que lo pondrían a prueba. Pondría a prueba su paciencia, la capacidad para contener sus impulsos y su capacidad para ser el sargento del ejercito de los blinders.
En lugar de desayunar, había salido por la puerta ignorando a las únicas dos personas despiertas, Polly y Kate, y decidió caminar hasta el Garrison para comprobar los avances que se habían hecho en su remodelación. Tenía planes para su inauguración y debía comprobar que estaría listo a tiempo, aunque mentiría si dijera que en parte no lo hacia para alejarse de Kate.
Había pasado esa noche dandole vueltas a su encuentro en la oficina. Había estado con muchas mujeres en su vida: Greta había sido la primera, después de ella descubrió a las prostitutas, en Francia los soldados se acostaban con quien podían, después vino Grace y ahogó su traición nuevamente con prostitutas. Pero ninguna de ellas, más o menos jóvenes, con mayor o menor experiencia, ninguna había sido tan... dominante. Nunca hubiese pensado que le gustaría eso en una pareja, pero había algo en la forma en la que le aguantaba la mirada, con el mentón en alto y los hombros rectos.
Tal vez tuviera algo que ver con la época en la que había nacido, el movimiento sufragista estaba en alza, ahora las mujeres podían votar. ¿Qué más habría cambiado en cien años para que una mujer joven se sintiera tan segura de sí misma frente a su jefe? Porque eso era él para ella, su jefe. Tan solo el día anterior se había asegurado de tenerla cerca en la casa de apuestas, moviendo su mesa junto a la de su secretaria personal. Era un movimiento táctico, tener a su arma secreta cerca, a la persona que le podía llegar a la cima o acabar con todo por lo que había trabajado tan rápido como un pestañeo, pero tenía sus propios motivos egoístas para tenerla cerca.
Como sospechaba, Kate actuó como si nada hubiese pasado, tal vez para ella no hubiese sido nada. Tuvo un comportamiento, se atrevería a decir, incluso más profesional que el suyo propio.
Era el día libro de Arthur, normalmente eso se traduciría en la oficina mas tranquila, pero todo se fue al infierno cuando uno de sus hombres entró apresuradamente sin llamar, con el mensaje de que Arthur se había vuelto loco y había matado a un crío en el ring de boxeo.
No esperaba tener que hacer control de daños en la morgue aquel día, el chico, según le habían dicho era más joven que John, aunque era difícil decirlo en su estado. Su cara estaba casi irreconocible y pecho estaba levemente hundido debido a los repetidos golpes de Arthur.
Cuando volvió a entrar a la casa de apuestas, sus hombros estaban tensos y tenía la tez mas pálida de lo común, un tono casi enfermizo. Se ganó varias miradas al entrar, sin embargo, el no hizo contacto visual con nadie, siguió su camino directamente a la habitación donde sabía que su hermano mejor y su mejor amigo, Isaiah, lo esperaban ansiosos.
Cerró la puerta tras él y al darse la vuelta, vio, como esperaba, a los dos adolescentes sentados uno al lado del otro en completo silencio. Un silencio incomodo. Se sacó la gorra con brusquedad, buscando algo con lo que ocupar sus manos, necesitaba tenerlas ocupadas para evitar hacer una locura si perdía los nervios.