SANSA

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- Tengo que ir – decidió Jon mientras se volvía hacia ella. La preocupación se reflejaba en sus ojos, tenía una sombra de duda en la voz.
- No puedes – dijo Sansa mientras se acomodaba en la silla – No puedes y no debes –
- Me debo a mi pueblo, al Norte. No puedo darle la espalda a la ayuda que necesitamos –
- Si te vas le estarás dando la espalda. Es la hija del Rey Loco. ¿Cómo sabes que no es como él? –
- No me hará daño – Jon sacudió la cabeza rehusando aceptar esa posibilidad – Y es un dragón. Si me niego, podemos despertarlo –
- El Norte te ha elegido a ti, no a Daenerys Targaryen – protestó Sansa – Ha sido a ti a quien te ha otorgado ese honor, no se lo puedes escupir a la cara marchándote –
- ¿Honor? – Jon rio con amargura.
- Sí, honor –
- Yo no pedí ocupar este puesto –
- No – dijo Sansa – pero te escogieron. Ahora eres Rey en el Norte y tienes que cumplir con tu deber, te guste o no –
Jon se apartó de ella y volvió a mirar al cielo. Clavó los ojos en la oscuridad de la noche. Quizá contemplaba la luna y las estrellas, o tal vez a los centinelas de la muralla.
Sansa se enterneció al ver su duda. Jon Nieve había sido escogido Rey en el Norte por su sangre Stark. Era su hermano, su sangre, pero la sombra del apellido Nieve aún se interponía entre ellos.
Estaba a punto de acudir junto a él cuando éste se volvió, con el ceño fruncido.
- Si el muro cae, no podremos defender Invernalia – dijo Jon – Daenerys Targaryen tiene tres dragones. El fuego mata a los espectros –
- Y a los hombres – respondió ella – Padre fue al sur una vez para responder a la llamada de un rey. Jamás volvió a casa. Lo mismo le ocurrió a su padre antes que a él –
- Era otra época – dijo Jon – otros reyes –
- Espera un tiempo al menos, hasta que veamos cómo actúa – le pidió Sansa.
- Ya he esperado un tiempo – replicó Jon – La última vez que llegó una carta con su sello estaba en Rocadragón. Ahora se sienta en el trono de hierro –
- Hay que repoblar los castillos de la Guardia de la Noche – protestó ella – hay que preparar la defensa del muro -
- Eso también puedes hacerlo tú –
- Pero no quiero hacerlo sola –
- Te dije que nunca más estarías sola –
Sansa se levantó para abrazarle.
- Lo siento Sansa – dijo Jon – Tengo que ir. Si no voy ahora puede que la próxima vez sea demasiado tarde –
Tenía razón. Ella lo sabía. Pero eso no lo hacía menos doloroso. Había perdido a toda su familia, a sus padres, a sus hermanos y a su hermana. Sólo le quedaba Jon. No quería sentir otra vez el peso de la soledad.
- Lo entiendo – fue todo lo que tenía que decir.

JON

Jon subió por las escaleras despacio, aprovechando la soledad para pensar. Fantasma caminaba en silencio junto a él. En el exterior, la nieve se arremolinaba y se colaba por las puertas del castillo. En el patio todo era ruido y reinaba el caos. Pero entre los gruesos muros de piedra reinaba el silencio.
Val esperaba junto a la puerta en el frío que precede al amanecer envuelta en una capa de piel de oso tan grande que Sam podría caber en ella. Tenía un caldo caliente entre las manos y una bota de vino abierta.
- He decidido que iré al sur – Dijo mientras cerraba la puerta.
Se puso en pie, dejando que la trenza dorada le cayera sobre el hombro. Vestía entera de blanco, como una princesa. Llevaba calzones de lana blanca embutidos por dentro de las botas altas de cuero blanco y una túnica blanca con cierres de hueso. Incluso su aliento era blanco. ''Una princesa guerrera'' decidió Jon ''No una criaturita que se sienta en una torre a cepillarse al pelo hasta que llegase un caballero a rescatarla''.
- ¿Y qué vas a hacer en el Sur, Jon Nieve? – le preguntó acercándose a dos palmos de su rostro.
- Buscaré la ayuda de la reina Daenerys Targaryen – ''no creo que baste'' – Estoy aquí para despedirme y para decirte que puedes quedarte en Invernalia el tiempo que quieras –
- ¿Quedarme? – bufó – Voy a ir contigo -
- Puede que nunca regrese, no quiero que te arriesgues por ... –
- El peligro lo asumo yo. No soy una dama sureña, soy una mujer del Pueblo Libre –
''Eso espero''.
- ¿Entonces vendrás conmigo? –
- Si mi señor lo permite. Una cautiva debe obedecer. Siempre que no vuelvas a encerrarme en una torre por orden de tu rey –
- No tengo rey –
- Oh, es cierto – Val le miró con los ojos muy abiertos y una sonrisa pícara – Ahora eres un rey, el Rey en el Norte –
- Sigo siendo el mismo, Val –
- ¿Tengo que arrodillarme ante ti? – preguntó - ¿Podré reírme si tengo que hacerlo? –
- No puedes reírte. Esto no es un juego. La muerte viene a por nosotros. Si no estamos preparados no sobreviviremos al invierno. Me he visto obligado a traicionar los votos de la Guardia de la Noche para permitiros pasar. Incluso mis propios hombres me apuñalaron... - Jon la miró a los ojos – Necesito el apoyo del pueblo libre y de su princesa –
La sonrisa juguetona de Val desapareció.
- Tienes mi palabra, Lord Nieve. Seré una adecuada princesa salvaje para este rey –
- Entonces ven conmigo, hay que preparar los caballos para mañana –
Salieron de la torre para ser recibidos por el frío de Invernalia. Los lanceros apostados a cada lado de la puerta saludaron a Jon frotándose la frente con los nudillos, pero miraban descaradamente a Val. La princesa salvaje se detuvo un momento para contemplar el patio donde los hombres se preparaban para la guerra. La tímida luz que desprendía el sol hacía que el cabello rubio miel de Val pareciera plateado y sus mejillas blancas como la nieve. Respiró hondo.
- El aire tiene un sabor dulce -
- Tengo la lengua demasiado entumecida como para notarlo. Sólo puedo sentir el sabor del frío –
- ¿Frío? – Val rio levemente – Cuando haga frío te dolerá respirar. Cuando los Otros vengan... -
Ese pensamiento no dejaba de inquietar a Jon. Había enviado una docena de exploradores que hoy seguían desaparecidos. ''Es demasiado pronto, puede que no tarden en regresar'' Pero otra parte de él insistía ''Están muertos, cada uno de ellos. Los mandaste allí a morir''.
- No hablemos de los Otros – pidió Jon – Hoy no –
- Como ordene mi rey –
Siguieron hasta el establo, donde el frío calaba hasta los huesos.
- Val – la llamó Jon mientras revisaba la montura de su caballo – Si las cosas se complican no quiero que sacrifiques tu vida –
- ¿Y qué debería hacer? –
- Huir a Invernalia –
- Si las cosas se complican no habrá donde huir, Jon Nieve –
- Bueno, pero quiero que lo intentes –
- Si te reconforta escucharlo te diré que escaparé en cuanto vea el peligro
''Me tendré que conformar con eso'' – pensó Jon. Le daba miedo pensar que no vería su cara de nuevo. ''Si hubiera querido su amor podría haberlo tenido'' En el pueblo libre secuestraban a las mujeres para que les dieran hijos. ''Yo no sería capaz de hacer eso'' Además, Jon Nieve jamás se había atrevido a soñar con un hijo. Pero si lo tuviera, le llamaría Robb. ''Podría criarse en Invernalia junto al hijo de Sam y Elí, así crecerían como juntos. El hijo de Sam y el mío crecerían como hermanos, igual que Robb y yo''.
Era lo que quería. Lo supo al instante. Lo quería más de lo que había querido nada en toda la vida. ''Siempre lo he deseado'' – pensó con un aguijonazo de culpabilidad.
- Aún no te he dado las gracias – dijo Val de pronto.
- ¿Qué tienes que agradecerme? –
- Muchas cosas – Val le besó ligeramente en la mejilla – Tienes mi agradecimiento, Lord Nieve, por haber acogido a mi pueblo pese a que eras un cuervo. Me protegiste frente a ese rey tuyo en el muro, cuidaste de mi sobrino. Y, sobre todo, gracias por la esperanza –
Sus alientos se mezclaron formando una niebla blanca en el aire. Jon Nieve retrocedió y dijo:
- El único agradecimiento que quiero es... -
- Que me ponga a salvo si hay peligro, sí – Val se puso la capucha de piel de oso para resguardarse de la nieve – Quiero hacerte una última pregunta. ¿Mataste a Jarl, mi señor? –
''Jarl, el amante que tenía cuando la conocí'' – recordó Jon.
- El muro mató a Jarl –
- Eso había oído, pero quería estar segura –
- Yo no le maté. Te doy mi palabra –
''Pero si las cosas hubiesen sido de otra manera quizá lo habría hecho'' – Pensó.
- Me alegro de oírlo – dijo ella casi juguetonamente.
- ¡Jon Nieve! – bramó una voz a su espalda.
Tormund Matagigantes no era alto, pero los dioses le habían otorgado un pecho amplio y una tripa descomunal. Y Mance Raider siempre decía que sus risotadas podían barrer las nieves de las montañas. Cuando Jon le conoció tenía el pelo menos canoso, la cara menos delgada y menos arrugas surcaban sus mejillas.
Lo que no había cambiado era su apretón de manos. Seguía haciendo que crujieran todos sus huesos.
- ¿Así que nos vamos mañana? – dijo, mientras ponía todo su empeño en reducir a pulpa y huesos la mano de Jon - Al Muro o al Sur? –
- Al Sur – respondió Jon mientras liberaba su mano – Necesitamos la ayuda de Daenerys Targaryen y de sus dragones -
- ¡Ja! – Tormund rio. En eso tampoco había cambiado, se echaba a reír a la mínima ocasión – Hombres del pueblo libre viajando a Desembarco del Rey –
- No tenemos otra opción – Jon puso una mano en el hombro de Tormund.
- Lo sé, pequeño cuervo – rio de nuevo – Al amanecer, entonces –
- Al amanecer – confirmó Jon.
Jon se quitó un guante negro, se llevó dos dedos a la boca y silbó.
- ¡Fantasma! ¡Conmigo! –
El lobo blanco apareció entre el barullo del patio del castillo, pasó de largo a su lado y se situó junto a Val.'' Parecen hechos el uno para el otro ''.
- ¿Intentas robarme el lobo? – preguntó.
- No es mala idea. Si todas las mujeres tuvieran un huargo, los hombres serían mucho más agradables –
- ¡Ja! – rio Tormund Matagigantes – No intentes engatusar a esta mujer, Lord Nieve, es demasiado lista para los tipos como nosotros. Si la quieres llévatela cuanto antes, no sea que algún otro se la quede –
- No puedo llevarme a nadie, Tormund, me han elegido rey en el Norte –
- A ella no le importa mientras sigas funcionando como antes ¿A que no, muchacha? –
Val dio unos golpecitos en el largo cuchillo de hueso que llevaba en la cadera.
- Lord Cuervo puede colarse en mi cama cualquier noche, si se atreve. Pero después de que le castre, le resultará más difícil tener pequeños príncipes negros –
- ¡Ja! – volvió a reír Tortmund – Te lo dije, Lord Nieve, tendrás que darte prisa – El jefe de los salvajes sacudió la cabeza y se marchó al patio de la fortaleza, seguido por Val, que antes de salir le guiñó un ojo.
Jon se quedó un rato descansando mientras su caballo pastaba. '' ¿Estaré haciendo lo correcto?''. ''Como Lord comandante de la Guardia de la Noche permití que el enemigo cruzase el Muro''. ''Como hermano he ocupado el sitio que por derecho correspondería a los hijos legítimos de mi padre''. ''Y como rey puede que no sea capaz de guiar a mi pueblo''.
Habría dado todo porque los dioses le indicasen que estaba haciendo lo que debía. Pero los dioses no respondieron.

SUYA ES LA CANCION DE HIELO Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora