El lugar de reunión era una extensión de hierba salpicada de setas color gris claro, y de cuando en cuando de los tocones frescos de los árboles talados a un día y medio de Desembarco del Rey.
- Parece que somos los primeros – dijo Tyrion cuando detuvieron los caballos entre los tocones, a solas entre los dos ejércitos.
En la lanza que llevaba Gusano Gris ondeaba el estandarte de la Casa Targaryen. Desde allí Tyrion no alcanzaba a ver la ciudad, pero las Torres más altas de la Fortaleza Roja podían divisarse detrás de una colina.
- No os alejéis – le advirtió Gusano Gris – Podéis correr peligro –
- Todos estamos en peligro – replicó él.
-
Tyrion sabía que no sería fácil pactar la paz, pero, por el bien del reino, debían intentarlo. Aunque lo que a él más le preocupa era la suerte de su hermano. No sabía nada de él desde que llegaron a Rocadragón y bien podría haber muerto si luchó en la batalla. Se hizo prometer que si existía alguna negociación el bienestar de su hermano sería su prioridad.- ¡Jinetes! – Advirtió uno de los arqueros que había quedado en la retaguardia.
Y era cierto. Cuatro jinetes acababan de aparecer en el horizonte, acercándose a ellos a paso lento. Debe ser Aegon – se dijo.
Los observó acercarse. Daenerys iba a ser la última en llegar. Se lo había dicho en persona cuando se puso en marcha. No tenía intención de montar a caballo esa mañana.
Cuando estuvo más cerca vio que Aegon llevaba la corona de su antepasado el conquistador. Su cinturón estaba adornado con granates y un topacio amarillo, y en el pomo de su espada se veía un gran rubí cuadrangular. El resto de su atuendo era sencillo: chaleco de cuero claveteado sobre un jubón guateado, botas usadas y calzones de hilo basto.
Más curioso aún era quien era su portaestandarte. Tyrion reconoció a Jon Connington, con el rostro ajado por los años y una severa expresión de cansancio.
Lo que más dolió a Tyrion fue ver a Ser Barristan Selmy a la izquierda de Aegon, acompañado por una misteriosa mujer de ojos violeta oscuro.
- Lord Tyrion – saludó Jon Connington con cortesía gélida al tiempo que tiraba de las riendas.
- Mis señores – saludó él a su vez. La mandíbula del supuesto rey se apretó, pero no le exigió ningún título – Me alegro de volver a veros. ¿Cómo ha ido todo desde que nos despedimos? -
- Veo que vuestra señora ha tenido algunos problemas, ya que llega tarde – señaló Jon Connington, que no tenía ninguna intención de enriquecer la conversación.
- Llegará pronto – contestó Tyrion – Mientras podemos aprovechar este pequeño contratiempo para charlar como viejos amigos, ¿no creéis? –
- Vos y yo no somos amigos – respondió Jon.
- Pero podremos contribuir a amenizar la espera – Tyrion cogió aire – Mis hermanos, ¿qué ha sido de ellos? –
- Vuestro hermano se encuentra en prisión – respondió Jon – asesinó a vuestra hermana –
- ¿Jaime la...? – A Tyrion se le revolvió el estómago. Cersei asesinada ¿Por Jaime? No lo podía creer, quería saber más.
- Entregadme a mi hermano sano y salvo y yo os garantizo que mediaré por vuestro favor frente a la reina – le prometió.
- La palabra de un Lannister no vale nada – siseó Jon.
Aegon hizo un gesto nervioso.
- Mi tía nos insulta con su arrogancia – carraspeo Aegon – No sólo llega tarde, sino que tiene a bien enviarnos al Gnomo para que nos entretenga –
- ¿Sin cortesías? Muy bien. Yo también seré franco – respondió sin ganas de endulzar sus palabras – La reina Daenerys tiene tres dragones y un ejército de más de veinte mil hombres. No tiene ninguna disputa pendiente con vosotros, siempre que os retiréis de la ciudad y le juréis lealtad y obediencia –
- Aegon es rey por derecho propio. Es hijo de Rhaegar Targaryen, heredero de Aerys y legítimo rey de Poniente –
Este no cederá jamás – pensó, pero tenía que intentarlo de todos modos.
- Daenerys es la reina y no doblará la rodilla ante nadie, pero está dispuesta a tender una mano amiga –
- Los reyes no tienen amigos – replicó Aegon con aspereza – sólo súbditos y enemigos –
- Un rey sabio escoge bien a sus enemigos – señaló Tyrion – Si no estáis dispuesto a doblar la rodilla... ¿Qué hacéis aquí? –
- El rey tiene una única oferta – anunció Jon – Accederá a desposarse con Daenerys Targaryen y ambos ocuparán el trono. Es una oferta generosa teniendo en cuenta vuestra situación. Reflexionadlo –
- Esa reflexión terminó antes de embarcar, mi señor –Justo al decir eso un rugido cruzó el aire. Una enorme sombra tapó la luz del Sol. Ya estaba allí. Daenerys de la Tormenta, Madre de Dragones, sobrevoló los dos ejércitos a lomos de Drogon. La colosal criatura batió sus alas al descender sobre la la explanada. Daenerys hizo que agachase la cabeza para poder desmontar. Tyrion miró a Aegon, que trataba de mantenerse frío, pero sin duda el dragón le había impresionado... ¿Cómo no iba a impresionarle? Nadie podía obviar el poderío Daenerys Targaryen. Una vez la reina bajó de su montura, Drogon batió sus alas y emprendió el vuelo, para unirse a sus dos hermanos en el aire. La reina por su parte caminó hacia ellos, para situarse junto a Tyrion. El enano se dio cuenta de que hacía lo posible por evitar mirar a Ser Barristan.
- Llegáis tarde – escupió Aegon en cuanto Daenerys estuvo ante él – Es de mala educación hacer esperar a un rey –
- Mis disculpas –
Jon Connington dio un paso adelante.- Mi señora, tenéis en vuestra mano evitar una guerra – dijo mirando directamente a Daenerys – Desposaos con el rey Aegon y el trono será vuestro. De lo contrario os encontraréis con nuestras fuertes murallas y nuestros nobles guerreros. No será una conquista fácil –
- Bien. A mis inmaculados les sentará bien pelear un poco – miró a Gusano Gris, que asintió.
- Si es guerra lo que queréis – dijo Jon encogiéndose de hombros – tendréis guerra. Pero habéis de saber que quien mata a su propia sangre está condenado por toda la eternidad –
Dany caminó hasta situarse a pocos pasos de Aegon y le miró fijamente a los ojos.
- Sois un mentiroso y un usurpador, y os acompañan más mentirosos y usurpadores – tenía el rostro sombrío – Os miro y no siento nada más que odio. No hay nada de mi hermano en vos y os aseguro que estoy haciendo un gran esfuerzo por intentar verlo –
- Sois vos la que mentís – Aegon tenía el rostro congestionado – Si los dioses son justos os condenarán al más profundo de los siete infiernos, allí donde arden los tiranos por toda la eternidad –
- ¿Tirana? Tenéis razón – Dany se dio la vuelta – Os haré una concesión. Tres días. La mañana del tercer día os habréis marchado de mi ciudad. Todos. Si lo hacéis así, viviréis. ¿Qué decís? –
- Digo que estáis loca –
- ¿Vos creéis? – Dany se encogió de hombros – Dracarys –
Drogon respondió. Siseó, echó humo y escupió una pequeña llamada rojinegra, bien ensayada para prender solamente la manga del jubón de Aegon. Los granates del cinturón se desparramaron sobre el suelo cuando el rey se desvistió para arrancarse la ropa quemada entre gritos y maldiciones.
- ¿Así es como respetáis el salvoconducto? – aulló Aegon.
- ¿Tanto lloriqueáis por un simple jubón chamuscado? Os compraré uno nuevo... si os marcháis antes de tres días. De lo contrario, Drogon os dará un beso más cálido –
- No tenéis palabra – Aegon la señaló con un dedo tembloroso – Jurasteis que esto era una tregua –
- Y vos jurasteis que eráis un dragón – dijo Daenerys con una sonrisa triste – pero os habéis quemado... Y el fuego no quema a un dragón -
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SUYA ES LA CANCION DE HIELO Y FUEGO
Roman d'amourEsta es mi versión de la historia que debería haber sido. Parto de una mezcla entre lo que ha sido la serie y las novelas. Daenerys llega a Poniente cuando el supuesto Aegon está atacando Desembarco del Rey. Euron Greyjoy es el de los libros, no el...