DAENERYS VI

293 17 0
                                    

Frente a ella aparecieron un par de puertas de bronce, enormes, que se abrieron cuando se acercó. Guardaban una gigantesca sala de piedra y, en un trono elevado con púas se sentaba un anciano vestido con ropas opulentas. Un anciano arrugado de ojos oscuros y largo cabello plateado.
- Que sea rey de huesos calcinados y carne chamuscada – dijo a un hombre situado más abajo – Que sea rey de las cenizas –
Entonces Drogon rugió y agitó sus alas, pero el hombre sentado en el trono no lo oyó, y Dany avanzó hasta encontrarse a otro hombre, éste más joven.
''Viserys'' fue lo primero que pensó cuando volvió a detenerse, pero al mirarlo con más atención cambió de idea. Aquel hombre tenía el mismo cabello que su hermano, pero era más alto, y sus ojos eran de color índigo oscuro, no lilas.
- Aegon – dijo el hombre del trono a una mujer que amamantaba a un recién nacido en una gran cama de madera - ¿Qué mejor nombre para un rey? –
- ¿Compondrás una canción para él? – preguntó la mujer.
- Ya tiene una canción – replicó el hombre – Es el príncipe que nos fue prometido, suya es la canción de hielo y fuego –
Al decir aquello alzó la vista, sus ojos se encontraron con los de Dany, y fue como si la viera al otro lado de la puerta. Tiene que haber uno más – dijo, aunque no sabía si estaba hablando con ella o con la mujer de la cama -. El dragón tiene tres cabezas.
Se dirigió hacia el asiento empotrado bajo la ventana, cogió un arpa y acarició las cuerdas plateadas. Una dulce tristeza impregnó la habitación cuando el hombre, la mujer y el bebé se desvanecieron como la neblina de la mañana, y sólo quedó la música para espolearla en su camino.
Ahora cruzaba una estrecha puerta hasta una estancia inmersa en la penumbra. En aquella sala había una mesa larga que la ocupaba casi por completo. No veía nada, solo un corazón humano, hinchado, azul por la descomposición, pero todavía vivo. Palpitaba con un sonido sordo y pesado, y cada latido hacía que emitiera una ráfaga de color índigo. Entonces vio unas figuras alrededor de la mesa, sombras azules que no se movían.
- ... Madre de dragones... - le llegó una voz.
- ...dragones... dragones... dragones... -
Unas eran masculinas, otras femeninas, una hablaba con tono infantil... El corazón flotante palpitaba, pasando de la penumbra a la oscuridad. Le costó mucho reunir el valor para hablar, y recordó las frases que había memorizado con tesón.
- Soy Daenerys de la Tormenta, de la Casa Targaryen, reina de los Siete Reinos –
La respuesta que recibió fue tan tenue como el roce del bigote de un ratón.
- Tres cabezas tiene el dragón... madre de dragones... hija de la tormenta... ayudadla... decídselo... madre de dragones... exterminadora de mentiras...

Las visiones se sucedían cada vez más deprisa, una tras otra, hasta que pareció que el aire había cobrado vida. Las sombras giraban y danzaban en el interior de una tienda, impalpables y terribles. Una niñita corría descalza hacia una casa grande con la puerta roja. Mirri Maz Duur aullaba entre las llamas. Un ejército de eunucos entrechocaba escudos y lanzas. Diez mil esclavos alzaban sus manos manchadas de sangre mientras ella cabalgaba como el viento entre ellos. Drogon sobrevolaba la arena de Meereen. Su flota llegando a Rocadragón. Ella misma sentada en el Trono de Hierro.
Pero, en aquel momento, unas alas negras revolotearon entorno a su cabeza, un chillido de furia cortó el aire. Las visiones se desmoronaron y las sombras que había sentadas sobre la mesa se levantaron.
- ¿Quiénes sois? – preguntó ella – No os tengo miedo –
- Dulce niña de verano – dijo ahora una voz anciana – No sabes lo que es el miedo. El miedo es cosa del invierno, cuando la capa de nieve es de cincuenta varas y el viento aúlla gélido desde el norte. El miedo es para la larga noche, cuando el sol se oculta durante años enteros, los bebes nacen, viven y mueren en la oscuridad... Y los caminantes blancos recorren los bosques –
La respiración trabajosa de Dany se transformó en un grito de terror. Los muertos la rodean, azules, fríos, susurrando mientras la tocaban. Había perdido toda la fuerza de los músculos. No se podía mover.
Y de pronto el azul se transformó en naranja, el frío en fuego, un caballero con armadura dorada, brillante como el sol, ahuyentaba a los espectros con un su acero. Detrás de él apareció un guerrero blandiendo una espada llameante.
Dany se volvió y vio a sus dragones, con las alas extendidas. Cuando echó la cabeza hacia atrás el fuego que le salió de entre las mandíbulas era brillante y ardiente.
- ¡Drogon! – llamó, y el dragón voló hacia ella en medio del fuego.
Subió sobre su lomo y, volando, se alejó de ese lugar. Ahora sólo escuchaba una voz. No la había oído nunca, pero debía ser la voz de un rey:
- Llegará un día, tras un largo verano, un día en que las estrellas sangrarán y el aliento gélido de la oscuridad descenderá sobre el mundo – decía – Cuando llegue ese momento, todo Poniente debe estar preparado. Si el mundo de los hombres quiere sobrevivir, un Targaryen debe sentarse en el Trono de Hierro. Un rey o reina lo suficientemente fuerte como para unir al reino contra el frío y la oscuridad –

SUYA ES LA CANCION DE HIELO Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora