DAENERYS V

272 20 0
                                    


La reina no lograba conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, la cabeza se llenaba de presagios y fabulaciones sobre lo que debía hacer. A veces conseguía cerrar los ojos, pero volvía a despertar a los pocos minutos. La tercera vez que le ocurrió decidió que ya se había cansado de intentarlo y se levantó.
Paseaba entonces por su celda, inquieta, como un dragón enjaulado. ''El ejército de muertos ya está en marcha'' – ''Si no olvidamos nuestras enemistades y nos unimos, moriremos'' ''Poco importará qué esqueleto ocupe el trono de hierro''
''Nuestra posición es fuerte, majestad'' – le había dicho Tyrion. ''No podéis movilizar a vuestro ejército para enfrentaros a mitos y leyendas'' – le decía Ser Barristan.
¿Qué debo hacer entonces? – se preguntaba - ¿Ejecutarlos por traidores? – ''Eso es lo que habría hecho mi padre''. ¿Debo dejarles marchar? – '' ¿Cuánto tardarían los otros reinos en declararse también independientes? '' '' ¿Por qué no iban a nombrar otro rey? ''
¿Y si tenía razón? – ¿Qué ocurriría si la muerte estaba realmente al otro lado del Muro? –
La inquietud se había apoderado de ella y sabía que aquella noche no conseguiría dormir. ''Al menos no ahora''. Encontró a Ser Barristan junto a la puerta, erguido como una espada.
- Haced venir a... -
¿A quién? – se preguntó - ¿Tyrion? Ya había hablado con él. ¿Sus jinetes de sangre? Apreciaba su lealtad, no tanto su consejo. ¿El mismo Ser Barristan? –
- ¿Alteza? –
- Haced venir a Ser Jaime Lannister – le pidió -Ah, y tened la amabilidad de decirle a Missandei que entre –
Sabía que al anciano caballero no le caía en gracia el Matarreyes ni confiaba en él. Aun así, obedeció sin rechistar.
- Tengo que cambiarme – le dijo a Missandei cuando entró –
- ¿Qué quiere ponerse vuestra alteza? – preguntó la niña.
- Tráeme la túnica de lino gris. Y la piel de león blanco – Siempre se sentía más segura con la piel de león.
Recibió al caballero en la terraza, sentada en un banco de piedra labrada. La media luna flotaba en el cielo, sobre la ciudad, arropada por un millar de estrellas. Jaime Lannister entró vestido con ropas de seda escarlata, botas altas y negras y capa negra de raso. En el pecho de la túnica se veía el león rugiente de su casa, bordado de hilo de oro. A un lado del cinturón llevaba un puñal, y al otro, su espada de acero valyrio.
- Ser Jaime – le saludó la reina – Sentaos –
Él obedeció y se sentó frente a ella. Todos sus movimientos eran gráciles. El viento agitaba su cabellera dorada, y tenía los ojos verdes como las hojas del verano. Era todo lo atractivo que podía ser un hombre. Pero Dany había aprendido a desconfiar de la belleza. ''Daario Naharis''
- Os preguntaréis que hacéis aquí – dijo ella – Ni yo misma estoy segura –
- Entonces no lo tendré fácil para ayudaros –
- Podéis empezar por servirme un poco de vino, mi señor –
Jaime fue en busca de una frasca y le sirvió una copa.
- En realidad, tengo una necesidad urgente de consejo –
'' ¿Para esto le he hecho venir? ''
- Os escucho atentamente, majestad –
- Jon Nieve, ¿qué pensáis de él? –
- Tiene honor, o al menos eso creo. Y es posible que diga la verdad -
- ¿Y si miente? – le miró sorprendida – Podría ser una trampa. Quizá pretenda atraerme a Invernalia y, una vez allí, asesinarme –
- El muchacho no parece lo que se dice listo, pero hasta a mi caballo se le ocurriría una mentira mejor si quisiera atraeros al Norte -
- ¿Sugerís entonces que el ejército de los muertos existe? –
- Quizá – bebió un trago de vino – Antes de que llegaseis no creía que existieran los dragones –
- Esto es totalmente diferente –
- Si vos lo decís... -
Su sonrisa centelleó con el reflejo de la luna mientras una gota de vino le resbalaba por la barbilla.
- No puedo dejar la ciudad ahora – dijo Dany, dubitativa – Las Islas del Hierro no han jurado lealtad. Tampoco el Valle. Y en el Norte han proclamado un rey. ¿Qué imagen estaría dando a mis súbditos si me marchara a combatir contra un ejército de cuentos para no dormir? –
- El león no se preocupa por las opiniones de las ovejas – respondió Jaime – El dragón aún menos –
- No son ovejas, son mis vasallos – replicó ella – Y el rey en el Norte se ha negado a hincar la rodilla. ¿Por qué no se arrodilla si tanto necesita mi ayuda? -
Jaime se encogió de hombros.
- Sus motivos tendrá –
- ¿Sus motivos? – Daenerys soltó un bufido – Más vale que sean unos motivos excelentes. Cuando se negó a arrodillarse por segunda vez estuve a punto de ordenaros que lo matarais –
- Esperaba vuestra orden, alteza – Jaime sonrió.
Dany se obligó a recordarse que tenía delante al hombre más peligroso de los Siete Reinos.
- No voy a ordenaros matar a nadie – dijo ella – Os ordeno que me digáis qué haríais vos si estuvieses en mi lugar-
''Quizá merezca la pena escucharlo''
- Yo dejaría que mi hermano me señalara un objetivo para atacarle con la espada –
Dany no pudo evitar sonreír.
- Si quisiera saber lo que haría vuestro hermano se lo preguntaría a él mismo. Tengo un señor rebelde en el Norte que pide mi ayuda y cinco reinos que pueden estar esperando el momento adecuado para coronar a su propio rey –
- ¿Os preocupa que el resto de reinos tomen el Norte de ejemplo? -
Ella asintió.
- Necesitáis a Jon Nieve – le dijo Jaime – Es poco más que un crío. Ganaros su respeto e hincará la rodilla. Si él lo hace, el resto lo harán –
- Ya os lo he dicho, no puedo dejar la capital...
- Pues no la dejéis – interrumpió Jaime. ''Viserys le habría cortado la cabeza por interrumpirle mientras hablaba'' - Aduladlo, dejadle que hable, decidle que necesitáis saber más. Seguro que podéis apoyarle sin salir de la Fortaleza Roja. Así de paso ganamos tiempo hasta ver si la amenaza de los muertos es real –
Dany quedó pensativa. ''Es un buen consejo'' – No debilitaría su posición, podría seguir asegurando la lealtad de sus súbditos y a la vez se preparaba por si Jon Nieve tenía razón.
- Merece la pena intentarlo – dijo al fin – No quiero iniciar mi reinado sobre una montaña de cadáveres –
Jaime asintió.
- Os agradezco vuestro consejo, Ser, pero ahora estoy cansada – siguió Dany – Podéis retiraros –
Pero aquella noche tampoco consiguió dormir.

JON

La vela había dejado de arder, ahogada en un charco de cera, pero la luz de la mañana ya brillaba entre los postigos. A su lado, Val aun dormía, acurrucada contra él, con un brazo sobre su pecho. Se quedó tendido largo rato, escuchando su respiración. ''Si muriera ahora mismo, moriría feliz'' – pensó Jon y, al menos durante unos instantes, estuvo en paz. Pero no murió.
Se echó a un lado y se sentó en el borde de la cama.
- ¿Jon? – dijo Val palpando el colchón con un brazo.
- Estoy aquí –
Ella se giró y apoyó un codo para mirarlo. Sus grandes ojos grises brillaron con la luz del día.
- Pareces preocupado, Jon Nieve.
- Lo estoy – respondió – Por mi vida, y por la tuya –
- De mi vida me ocupo yo – Tenía la voz dulce, una boca pequeña hecha para susurrar, unos labios carnosos para besar. La cabellera le caía por los hombros desnudos hasta los pechos, espesa, con pequeños rizos dorados – Preocúpate por ti –
- Si la reina decide condenarnos no habrá vida de la que preocuparse –
- Otra vez esa reina – Val suspiró – Me vas a poner celosa. Parece que la quieres más que a mí –
- No la quiero a ella, quiero su ejército – ''Y a sus dragones''.
Miró a su alrededor. Su ropa interior estaba dispersa por las alfombras. Jon se inclinó para recogerla.
- Te tiemblan las manos – señaló ella – Tienes frío –
- Se acerca el invierno –
- No es la primera vez que lo dices –
''Llevo escuchándolo toda mi vida, pero ahora es cuando lo entiendo''.
- Es el lema de la casa Stark –
- Stark... - repitió Val - ¿Y la casa Targaryen? ¿Cuál es su lema? –
- Fuego y sangre, me temo -
Val se rio. '' ¿Habría otra mujer con más moral que su prometida?''
- No temas, Jon Nieve – dijo ella – No nos va a asesinar –
- ¿Eso crees? –
- Si quisiera matarnos lo habría hecho ya –
- Espero que tengas razón – suspiró Jon - Pero... - se sentó frente a ella – Si la reina decide que merezco morir por traición quiero que te arrodilles frente a ella y le supliques por tu vida –
Val le lanzó una mirada tan furiosa que pensó que lo iba a abofetear.
- Ni lo sueñes –
''Sabía que no iba a ser fácil''
- Quiero que me lo prometas, Val – se empecinó – Ya sé que el Pueblo Libre no se arrodilla, pero necesito saber que si me pasara algo tú estarás bien –
- No pienso prometerte eso –
- Entonces te lo ordeno –
- No sabes nada, Jon Nieve – ''un escalofrío recorrió el cuerpo de Jon al oír esa frase – Si tú mueres, yo moriré contigo – le empujó contra la cama y le dio un beso antes de que pudiera responder – Eres mío – susurró – Eres mío igual que yo soy tuya. Si tenemos que morir, moriremos. Todos los hombres mueren, Jon Nieve. Pero antes vamos a vivir –
''Salvaje hasta la médula'' Pensó Jon ''Tan salvaje como Ygritte''. Cuando ella murió en sus brazos creyó que jamás volvería a enamorarse. Pero entonces llegó Val.
- Puede que viva muy poco – tenía la voz entrecortada.
- Entones aprovechemos el tiempo -
Se desató las lazadas que ataban su camisa y la tiró a un lado.
- No es el momento... -
- Es el momento. – dijo sentada a horcajadas sobre él – Puede que sea el último momento, Jon Nieve – le besó – Tú mismo lo has dicho -

SUYA ES LA CANCION DE HIELO Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora