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En el cumpleaños de Spreen, incluso la mayoría de sus familiares de argentina habían aparecido en su casa, donde apretaron sus mejillas y dejaron besos marcados con pintalabios por todo su rostro.

La sala y el comedor de su casa comenzó a llenarse más y más de gente, de regalos y bandejas de comida que su madre, junto con la madre de Roier, se encargaban de preparar en la cocina y ofrecer a todos.

Spreen notó a Roier incómodo con cada persona que entraba, más gente nueva y que no conocía, y vió cómo su novio se encogía un poco más conforme toda la presencia y las voces que sonaba cada vez más fuerte para que se pudieran escuchar.

Luzu y Quackity se quedaron todo el tiempo junto al chico mudo, Spreen no podía pasar mucho rato con él por ir a pasar tiempo con su familia, que no veía desde hacía tiempo y habían viajado desde tan lejos por él.

Al momento en que las luces se apagaron, los invitados comenzaron a aplaudir y a cantar el feliz cumpleaños para Spreen, Roier sólo podía cerrar los ojos con fuerza y tratar de controlar sus temblores.

No entendía bien qué le pasaba, pero toda esa gente lo abrumaba, no le gustaban las multitudes, y tampoco que le robaran tanto tiempo con Spreen.

El mudo no escuchó cuando Quackity preguntó si estaba bien, y tampoco cuando Luzu anunció que iría a buscar a Spreen, sólo sintió cuando este se inclinó hacia él, mirandolo con preocupación, y Roier sólo pudo abrazarse a su cuello como un koala.

Spreen decidió ir hacia afuera, invitó a luzu y a Quackity para ir con ellos, pero avanzar con la silla de ruedas entre las personas era complicado y prefirieron quedarse.

Así que terminaron ellos dos, con Spreen sentado sobre el césped del patio y Roier sentado sobre sus piernas, quién no dejaba de abrazarlo, escondiendo su rostro en su cuello.

¿Te das ansiedad tanta gente? - preguntó Spreen, Roier asintió.

El cumpleañero dejó caricias en su espalda y besó su cabeza, hasta que el mudo se sintió mejor y se apartó un poco para mirarlo, y sonreír ligeramente.

Por su cuenta, Roier se acercó de Spreen para dejar un lento y cariñoso beso en sus labios, haciendo ruborizar a ambos, al separarse, Spreen sólo pudo sonreír.

Roier movió sus manitas, en signos que Spreen le había pedido a la madre de Roier que le enseñara, sabiendo que su novio los haría en algún momento.

"Feliz cumpleaños".

Spreen tardó un momento en responder, alzando su mano con inseguridad.

"Gracias" dijo, con el gesto lento por la duda.

Roier sonrió y asintió, haciendo entender que lo había hecho bien.

Continuaron en silencio un largo rato, Roier no tenía su cuaderno, y Spreen, por más que estaba aprendiendo las señas, no sabía las suficientes para establecer una conversación.

Así que sólo se encargaron de disfrutar el silencio, y del otro, sin darse cuenta de la mirada de la madre de Spreen desde la cocina.

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