Ocho.

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-¿Ya te vas? -Ellie se despertó mientras Nate terminaba de vestirse.

-Si. -Le contestó sin mirarla. Abotonándose las mangas de la camisa.

Ella se incorporó en la cama.- ¿Vas a pasar a ver a Cece?

-No, es muy temprano.

-¿Vendrás a comer, amor?

-No creo, aún tengo mucho trabajo atrasado.

-Bueno... No quiero estar encerrada aquí todo el día. ¿Podemos regresar a casa?

¿A casa? ¿Estaba loca? -Esta es casa ahora, Ellie.

-Pero, Nate...

-No hay peros. Debo hacerme cargo de la empresa que dejó mi papá, y de mi madre.

-¿Por qué me hablas así? Yo sólo...

-Perdóname, perdóname... -Apretó los ojos- es que...

-No te preocupes. -Sonrió- mi perdón sólo te costará un beso.

Nate la besó en la frente.

-Hey, ¿Qué es eso? -Ellie rio- soy tu esposa, no una total desconocida...

-Es que...

-Ven aquí. -Le rodeó el cuello con los brazos- estás actuando mucho más tímido de lo regular.

Lo besó, sin poder evitar sonreír en medio de él.

-Tengo que irme ya. -Se alejó de ella, y se acomodó la ropa- nos vemos más tarde.


Nos encontramos cuando iba saliendo de nuestra habitación.

-¿Cómo dormiste? -Me preguntó mientras bajamos las escaleras.

-Te dije ya que no duermo.

-Pero, debes descansar.

-Cuñado... -Jeremy lo esperaba al pie de las escaleras- te quería pedir que dejes a tu chofer llevarme a buscar trabajo.

-¿Para qué querrías tu un trabajo aquí?

-No entiendo.

-Ya es tiempo de que te vayas de mi casa, ¿no?

-Nate, por favor... -Traté de intervenir.

-No, es que este hombre es el responsable de todo lo que está pasando.

-Cuñado...

-No soy tu maldito cuñado. -Murmuró, apretando los puños.

-Cálmate... -Le apreté el hombro con una mano.

-Hazte para un lado. -Nate lo empujó, mientras seguía su camino al comedor.

-¿Vas a desayunar algo? -Pregunté en un susurro.

Nate negó con la cabeza. -Sólo un café.

-Ya te lo preparo. -Me fui a la cocina, consciente de que Nate me seguía.

-Buenos días. -Dijo Grecia al vernos entrar.

-Buenos días. -Dijimos a coro.

-¿Quieren café mientras preparo el desayuno?

-Yo me encargaré del café de Nate, Grecia, no te preocupes.

Al parecer no quiso causar ninguna molestia, y decidió salirse de la cocina. Le agradecí al cielo.

Nate no había dicho nada, entonces sentí sus manos alrededor de mi cintura, y su aliento en mi oreja.

-Nate, por favor...

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora