Veinte

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Hace dos años que había ocurrido aquella tragedia en la casa de los Daugherty en Madrid, y era algo que lamentablemente se recordaba a diario.

-¡Mamá! -Me dijo la más melodiosa voz en español.

Abrí los ojos para encontrarme con el amor de mi vida. Un inquieto pequeño de espesos rulos castaños y diminutos ojos verdes.

-Ven. -Palmeé un espacio en mi cama para que subiera.

Subió a la cama a toda prisa, y se acurrucó a mi lado.

-¿Cómo dormiste?

-No hay monstruos bajo mi cama, mamá. -Me dijo como sí se tratase de algo sumamente serio.

-Claro que no, corazón. Ya te lo dije. -Lo besé sonoramente en la frente.

-Y ya no me duele aquí. -Me mostró su dedo índice, donde tenía una banda de animalitos.

-Eso es porque eres el más valiente de todos.

El comenzó a reír, y yo no pude evitar hacerlo también. Ese niño tenía mi corazón.

-¿Qué te parece si vamos a darte un baño? Antes de que la abuela nos regañe.

-De acuerdo. -Alzó los brazos para que lo cargara, y nos fuimos al baño.

Tardé un rato en arreglarlo y arreglarme yo, y luego fuimos abajo.

-¡Abuela! -Luca gritó tan pronto vio a Denise.

-Buenos días, cariño. -Lo recibió en sus brazos con una sonrisa.

-Abuela, quiero hotcakes. -Pidió con la voz ronca.

-Por supuesto que sí, vayamos a desayunar ya.

El desayuno transcurrió tranquilo. Aunque en los últimos meses yo apenas comía, encargándome de qué Luca lo hiciera.

Estuvo jugando todo el día en el jardín, tomó su cena a eso de las siete, y lo lleve a la cama.

-Y colorín colorado... -Dije, cerrando el libro de cuentos.

-Este cuento ha acabado. -Terminó la frase con una sonrisa. Estaba somnoliento.

-Buenas noches, pequeño. -Lo besé en la frente, luego de taparlo con las sábanas-. Te amo.

-Yo te amo más, mami. -Murmuró mientras jugaba con el pendiente en mi oreja.

Era una manía que había heredado de Nate, lo sé. Denise me había contado que de niño, hacía lo mismo. Y muchas veces lo experimenté cuando tenía mucho sueño ya de grande.

Nate. Lo extrañaba tanto.

Volví a besar a Luca al darme cuenta de que se había dormido. Bajé un poco la luz, y dejé la puerta entreabierta al irme a mi habitación.

La sentí fría y desolada sin él, como tantas noches. Dejé escapar un suspiro al aire y entré en el baño.

Cuando volví a salir ya con mi pijama y el pelo recogido, casi muero de un infarto.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora