Dos.

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        -¿Por qué me lo preguntas?  

         -Simple curiosidad... Es todo...  

         Tragó saliva antes de abrir la boca. -Muy poco... Yo... A veces tengo sueños... Recuerdos muy vagos... 

         Me incorporé a su altura y le acaricié la mejilla.  

        -Me arrastré hasta la carretera, quería ir por ayuda, y fue cuando... Cuando... El auto explotó y... Por Dios... Tenía apenas unos meses de embarazo... 

        Una lágrima mojó la palma de mi mano, yo no quería que se pusiera así. -Nate, perdóname, yo no quería... Yo sé que te duele, pero juntos vamos a superarlo... 

        -Y... Ellie... Siento que le fallé, que...  

        Me ardía el estómago solo de escuchar el nombre de aquella mujer. Yo sé que había sido el gran amor de Nate, que ahora estaba muerta, pero no podía evitarlo. 

        -Ya no quiero que hablemos más de eso. -Besé su frente.  

        -Tienes razón. -Admitió con amargura-. Perdóname.  

        -No tengo nada que perdonarte, mi amor... Tranquilo...  

        No tardamos mucho en dormirnos. Eran las 02:15 cuando desperté. Me di la vuelta, y Nate no estaba, en su lugar había una rosa blanca.  

       Me estiré, y tallé mis ojos, luego me levanté. Tomé la rosa y aspiré su olor, me robó una sonrisa, Dios, cuanto lo amo.  

        Estaba saliendo del baño cuando Nate entró en la habitación. Traía puestos jeans negros, y una camiseta en cuello v del mismo color. 

        -¿No tienes calor? -Pregunté, secándome el pelo con la toalla que traía en la cabeza.  

        -Primero, me saludas con un beso y luego me preguntas eso. -Me dijo muy serio, quitándose las gafas.  

        Hasta ahora había notado una bolsa de papel con el nombre de alguna tienda en sus manos.  

        Me amarré a su cuello, e instantáneamente sentí sus fuertes manos en mi cintura.  

        -¿Cómo dormiste? -Le pregunté en un susurro, antes de morder su labio inferior.  

        -Me desperté muy temprano, como a las diez. -Me besó-. Y salí por ahí.  

        -¿Ah sí? -Alcé las cejas-. ¿A dónde fuiste?  

        Su sonrisa casi me derrite. -A comprarle algo a la mujer de mi vida.  

        -¿Y qué le compraste? -Le acaricié la nuca con las puntas de mis dedos.  

        Rebuscó en la bolsa que había traído, y de ella extrajo una cajita de terciopelo púrpura.  

        -¿Qué es? -Le pregunté sin intentar contener mi entusiasmo.  

        Abrió la pequeña caja que contenía una cadenita de plata con un N cubierto de pequeños diamantes. 

        -"¿N?" -Fruncí el ceño divertida-. ¿Por qué?  

      -Porque eres mía. -Se puso detrás de mí y me hizo el pelo a un lado, luego me puso la cadenita. 

        -Eres un... -Olvidé el insulto que iba a decirle cuando sentí sus labios en mi nuca. Dios.  

        Volvimos a Madrid cuatro días más tarde. Tenía tantas ganas de quedarme por más tiempo y disfrutar a mi marido al máximo, porque sabía que de vuelta a casa, sería otra vez de su empresa. 

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora