Diecisiete

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Nate llegó a la casa a eso de las siete.

-¿Dónde está Ben? -Le preguntó a Marta-. Tengo algo que hablar con él.

-Salió hace poco. ¿Quieres que sirva la cena?

-No, no... ¿Me subes por favor unas aspirinas?

-Por supuesto. ¿Te estás quedando en el cuarto de Ellie?

-No, en el mío.

Marta asintió. -Ya te lo llevo.

Pensó en pasar a ver a Ellie, pero estaba demasiado tenso como para más problemas.

Lo que hizo fue darse una ducha caliente y entrar de inmediato en sus pijamas. Cuando salió del baño, las pastillas y el agua estaban ya en la mesa de luz. Se tomó dos y se dispuso a adelantar algo de trabajo en su laptop.

***

En el camino a casa, Ben me había contado todo sobre Jeremy y sus planes malvados.

Me sentía como en una película. Tenía que estar junto a Nate cuando se enterara, porque de otra forma trataría de matarlo, y el tipo estaba armado.

-Yo me encargaré de que tu maleta esté arriba para mañana. -Ben me dijo mientras entrábamos a la casa.

-¡Mia! -Marta exclamó con una sonrisa al verme.

-Marta, por favor, que nadie se entere aún de que Mia está aquí. -Ben le indicó-. ¿Dónde está Ellie?

-Cenando en el jardín con la enfermera y su hermano.

-¿Y mi madre?

-En su habitación.

-¿Y Nate?

-En la habitación que compartía con Mia.

-Mia... Ve. -Ben me dijo.

-Pero... ¿Cuándo le dirás?

-¿Crees que deba decirle antes?

-Yo me adelanto, y luego entonces tú subes.

-De acuerdo.

Subí en silencio las escaleras. Luego de casi dos meses, volvería verlo. Aunque, estaba decidida a guardar distancia.

Toque la puerta de madera oscura, y esperé.

-Estoy ocupado. -Escuché desde adentro.

Volví a tocar.

Suspiró sonoramente. -Adelante.

Tenía la vista fija en su computador cuando entré. Tuvo qué mirarme dos veces para asegurarse que se trataba de mí.

-Mia... -Dejó la portátil a un lado, y fijó en mí su mirada.

-Hola. -Traté de sonreír, pero eso no era suficiente. Quería lanzarme a sus brazos, llenarlo de besos.

Se levantó al fin, y se dirigió a mí como si se tratase de algo irreal.

-¿Qué....?

Lo abracé. De repente. Con todas mis fuerzas. Con necesidad.

Sentir sus brazos a mí alrededor fue el paraíso. Este hombre tenía que ser mío, pero no era. Era de ella.

Apretó con fuerza mi cintura, y luego se dejó caer de rodillas frente a mí, apoyando su cabeza en mi vientre.

-Nate...

-Perdóname... -Me suplicó con un hilo de voz.

-Nathaniel...

Un sollozo se escapó de su garganta, y supe que estaba entregado al llanto.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora