SIMULACIÓN 23

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El dolor de cabeza que tenía se sentía como si me hubieran dado algunos martillazos en ella. Me percaté de la dificultad para abrir los párpados que parecían tener un peso excesivo. Al principio, me sentí desorientado y sin capacidad para ubicarme en el espacio. De manera palpable, percibí la baja temperatura que imperaba en el lugar. Algo me decía que estaba tumbado sobre una superficie fría y dura que resultó ser lisa al tocarla. La sensación más incómoda era la opresión que sentía en mi antebrazo debido a la vuelta que lo rodeaba. La presión ejercida era tal que parecía llevar un brazalete de metal extremadamente apretado, lo que generaba una sensación de incomodidad persistente. Abrí y cerré los ojos con fuerza varias veces, tratando de aclarar mi visión, y al mismo tiempo que levantaba mi torso, escuché una voz: "fin de la simulación. Alertando a la Doctora Lanvers. Tribuno A7825 con signos vitales estables". La voz era tan suave que vagamente podía reconocer que era masculina. Resonó en el ambiente al mismo tiempo que mantenía un pequeño zumbido parpadeante en la habitación, como si alguna alarma se hubiera activado. Miré a mi alrededor con confusión, tratando de identificar mi entorno. Todo lo que podía ver eran cuatro paredes blancas y limpias. No había ningún rastro del usual desorden que se podía encontrar en la sala de un hospital, así que descarté la idea. "Fin de la simulación. Alertando a la Doctora Lanvers. Tribuno A7825 con signos vitales estables", replicó la voz ligeramente electrónica, lo que me hizo girar la cabeza hacia la dirección de la cual provenía. Una vez allí, mi atención fue atraída por una misteriosa imagen en tres dimensiones, ¿sería acaso un holograma? La intriga y la curiosidad se apoderaron de mí ante el desconocido objeto que tenía enfrente. La figura proyectada era la de un hombre de edad media, cuyo cuerpo solo era visible desde los hombros hacia arriba. A simple vista, su aspecto era amigable y cordial, con un cabello negro bien peinado y una piel clara y tersa que hacía ver su figura muy real. Vestía una camisa de un intenso color azul ajustada a su cuerpo. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue la presencia de una bandera en una esquina de la proyección. Se trataba de un pabellón también en tonalidad azul (la misma que la de la camisa del hombre) y en cuyo centro se encontraba un símbolo que reconocí de inmediato. Era el símbolo de la sociedad secreta creada por el sacerdote. ¿Qué era todo esto? ¿Me habían secuestrado los de la sociedad macabra? Decidí hacer un gesto con mi mano para llamar la atención del hombre, mientras pronunciaba un tímido "hola". No esperaba obtener respuesta alguna, muy en el fondo esperaba que se tratara de un video pregrabado o algo similar. No obstante, la figura holográfica parecía estar observándome, y una expresión enigmática se dibujó en su rostro.

-Hola. ¿En qué puedo ayudarte? -respondió, de manera amistosa, cuya voz parecía irradiar una calma reconfortante. Me senté en la camilla, sintiendo como mis pies quedaban en el aire.

-¿Dónde estoy? -le hice la primera pregunta que se me ocurrió.

-Estás en el CETM, el Centro de Entrenamiento Tribuno de Maguana -respondió, con la misma compostura. Esa respuesta sólo me generó más confusión. ¿Entrenamiento? ¿Tribuno? ¿Maguana? No tenía idea de que estaba hablando. Justo cuando iba a preguntar algo, me sobresalté por completo. "¡Isabella!", exclamé con desesperación. Me puse de pie con rapidez y me acerqué a la puerta blanca que tenía delante, tratando de abrirla, pero estaba cerrada. Observé una caja con números que supuse era la cerradura. ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde están los demás?

-¡No jodas!, ¿hay alguien ahí? -grité mientras pegaba mi oreja contra la puerta, tratando de escuchar cualquier respuesta o señal que me indicara que alguien estuviera cerca. Pero todo lo que escuché fue un silencio sepulcral que me dejó aún más preocupado por Isabella.

Me planté con firmeza frente al hombre

-¿Cómo abro esta puerta? -pregunté con autoridad. Su rostro sereno y calmado me resultaba incómodo por alguna razón, lo que me hacía sentir aún más inquieto por la situación en la que me encontraba.

LARIMAR: Un misterio bajo tierra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora