Capítulo 1. Parte 1.

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2020.

Joelle había trabajado en el mismo sitio desde hacía ya dos años. Estaba más que acostumbrada a las personas apuradas y a las caras tristes de quienes tienen a algún familiar o amigo en el hospital de junto. Con el pasar del tiempo aprendió a distinguir entre los que solo tienen algún malestar de los que no tienen esperanza.

Le gustaba trabajar en aquel lugar, escuchar las historias de los pacientes, familiares, enfermeros y doctores. Pero quería más en la vida que solo servir mesas hasta su muerte. Constantemente Joelle visitaba la librería de segunda mano que estaba al doblar la esquina, intercambiaba los libros que ya había leído por otros, era la única forma que tenía de escapar de su mundo de mierda y claro, siempre procuraba llevarle alguna buena lectura a Dugan. Su hijo era la única razón para mantenerse en este mundo y no escapar permanentemente a uno ficticio.

La cafetería apenas había abierto cuando la campanilla que colgaba de la puerta y anunciaba que un cliente había entrado, sonó. Joelle tomó su libretita y se dirigió a tomar la orden.

El chico de cabellos rubios pidió solo un americano, se veía fatal, con el cabello despeinado y la mirada perdida, ella supo inmediatamente que pertenecía al grupo de los que habían abandonado ya la esperanza.

Sirvió el café y lo llevó hasta la mesa. El chico estaba tan absorto observando una foto en su celular de un bebé, que no se dio cuenta que ella había llegado con su orden.

—Que lindo ¿es tu hijo? —Joelle puso el vaso de cartón en la mesa.

—No —El chico guardo rápidamente el celular y saco una tarjeta de crédito— es la hija de mi esposa.

—Es muy linda —saco del bolsillo de su mandil el lector portátil y colocó la tarjeta que él le dio.

Durante los próximos dos días aquel chico había acudido a la cafetería por lo menos cuatro veces al día. Siempre pedía lo mismo, un americano y cuando Joelle le preguntaba si quería algo de comer, siempre decía que no.

Si bien era cierto que solo llevaba acudiendo un par de días a la cafetería, Joelle había notado el cambio drástico en él, estaba más delgado, los círculos negros alrededor de sus ojos habían crecido notablemente y el color de su piel era aún más blanca que el primer día.

Se dirigió a su mesa para entregarle su orden, que constaba nuevamente sólo de un americano, ella dejó también dos platos, con una rebana de pastel de chocolate y otra de vainilla, no sabía cuál le gustaría o si sería alérgico al chocolate, muchas personas lo eran y no quería que lo rechazara con ese pretexto.

—Yo no ordene eso —el chico aparto los platos sin siquiera verla.

—Cortesía de la casa, en la compra de diez americanos te regalamos una rebanada de pastel y tú llevas poco más de veinte, así que te tocan dos.

El la miro con cara de pocos amigos

—Comételos tú, o dáselos a alguien más, yo no los quiero.

Joelle tomo la silla desocupada y se sentó frente a él.

—¿Quien es, alguno de tus padres, hermanos o tu esposa? —él la miro confundido— quien está en el hospital, quiero decir. Reconozco esa mirada, llevo observándola desde hace dos años.

El dudó, pero al final respondió:

—Mi esposa. Tuvo un accidente de coche, ella... si no despierta en un par de semanas, tendré que firmar para que le desconecten el soporte vital.

El chico bajo la cabeza y se acomodó la gorra. Siempre que acudía al café llevaba una puesta, junto con unas gafas oscuras, solo se las quitaba cuando el lugar estaba vacío, como ahora.

Mockingbird. [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora