Capítulo 30

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*Yurielkys pov*

—Te ves demasiado sexy sacando fotografías a modelos más sexy todavía.—Me reí mientras revisaba las fotografías que acababa de sacar.
—Nadie te preguntó.—Murmuro a propósito.
—Te odio.—Dice Alix mientras pasa por mi lado hasta su bolso.—¿Puedo
salir media hora antes, jefa?
—Por supuesto que no.—Digo ahora revisando mi carpeta donde tenía mis
horarios para el día.—Al menos que luego me pagues un par de cervezas.
—Trato. Adiós, imbécil.

Sonrío para mi misma mientras escucho el golpe de sus zapatos contra el piso.
Por suerte era la última sesión del día. Ya quería ir a casa y estar con Vale y
Mich, que por cierto, últimamente era un caso. No paraba un segundo. Nunca.
Me volvía loca, me tenía loca, y mucho más desde que no quería alejarse de mi,
se la pasaba entre mis brazos y cuando no podía porque estaba ocupada, o debía irme, armaba unos escándalos increíbles y no paraba hasta que me tenía con ella. Era mi culpa, sí, yo le daba todas las mañas, lo acepto.
Vale, por otro lado, se había vuelto tan dependiente de mi, como yo de ella. No
había un segundo en el que no la piense, no la extrañe o desee estar con ella. Suena cursi, si,pero a la mierda todo.
—Yuri.—Levanté mi vista y una de las modelos que acababa de hacer la
sesión de fotos, ya vestida, estaba frente a mi. Levanté mis cejas esperando a que hablara.—Hay una fiesta mañana en la noche en casa de Sarah y me pre...
—¿Me estás haciendo una broma o algo por el estilo?—Levanté una ceja
manteniendo mi rostro serio. Negó moviendo sus ojos de un lado a otro. Estaba nerviosa.—¿Me vas a decir que no sabías toda la mierda que pasé con Sarah?—Tragó saliva
notoriamente.—Vete.
—Yuri, lo siento. Yo...
—Dije que te pue...
—¡Ma!—Sonreí.
—Mi hija está aquí.—Lamí mis labios, tomé mi cámara y salí de allí.
Había tenido que volverme una maldita hija de puta con las modelos del estudio. No me dejaban en paz. Y todo era mi culpa. Pero no iba a permitir que ninguna arruinara mi relación con Valeria.
Por Dios, no quería volver a discutir con Valeria nunca. Llevábamos meses sin discutir, teníamos una relación demasiado perfecta para mi, con idas y venidas, como en toda pareja, pero creo y estaba segura de que era nuestro mejor momento.
—¡Ma!—Volvió a gritar Michell que venía dando pasos torpes mientras le tomaba la mano a Vale.
Solté una risa cuando la vi y caminé hasta ella para cargarla en mis brazos. Mi hija sonrió y le di un beso en la mejilla antes de fijarme en Valeria.
—Tú tienes lo tuyo en mi oficina.—Me di la vuelta y caminé con mi hija hasta mi oficina.
Michell tenía ambas manitos en cada lado de mi cara apretando sin hacerme
daño y con esa carita divertida que hacía cuando estaba haciendo algo.
—Eres una pequeña princesa demonio.—Le besé la punta de la nariz. Sentí
como Valeria cerró la puerta detrás nuestro.—Ahora te comportas porque mamá y yo vamos a besarnos un rato.
—No vine para eso, señora.—Me giré a ella levantando las cejas.—Eres una
babosa.—Frunció las cejas mientras limpiaba la saliva que Mich dejaba caer. Podía jurar que lo hacia a propósito para que Vale le dijera algo.
—¿Entonces a que vino, jovencita?—Me apoyé contra mi escritorio, separé mis piernas para que Valeria esté en medio de estas. Con un brazo sostenía a Mich mientras que con el otro abrazaba la cintura de Vale.
—Necesito hablar de algo contigo.
—Y no podía esperar a que llegara a casa, ¿Verdad, señorita impaciente?—Sonrió escondiendo su rostro en mi cuello. Algo no iba bien, o eso sentí.
Valeria dejó un beso en la piel de mi cuello y antes de que pudiera alejarla
Mich le dio un manotazo.
—Alguien está celosa.—Michell miraba a Valeria seria y ésta última la miró seriatambién.
—¿Qué crees que haces?—Le picó con su dedo en el vientre de Mich y sonrió
adorablemente. Cada vez que lo hacía sus ojitos, los cuales estaban tan oscuros como los míos, se achinaban.
—A ver... mona. Sé feliz en el piso por un momento.—Le di mi teléfono y la dejé sentada junto a nosotras. Al principio me miró desde abajo, pero luego se fijó en mi teléfono.—Ahora tu, mona. Dime.—Vale me golpeó en el brazo cuando la llamé mona y me reí
mientras la abrazaba de la cintura.
—Tengo miedo de que te enojes.—Dijo en voz baja mientras apoyaba sus manos en medio de nuestros cuerpos.—Y no quiero eso. No quiero discutir, no quiero que te vayas, no quiero perderte otra vez, ni arruinar lo bien que estamos.
—Me estás asustando. ¿Qué demonios pasa?—Fruncí las cejas.
—Mi madre me llamó.—Dijo en voz baja sin mirarme.
Apreté mi mandíbula fuertemente. Los ojos de Valeria se encontraron con los
míos. Se veía preocupada. No quería enojarme. No debía. Pero esa mujer tanto como su esposo me odiaban. Siempre me quisieron lejos de Valeria. ¿Qué mierda querían ahora?
—¿Y qué quería?—Se mordió el labio y luego pasó sus brazos por mi cuello.
Estaba a centímetros de mi boca.—Valeria
—No me diste mi beso.—Dijo viendo mis labios. No pude evitar sonreír, porque estábamos hablando de algo serio y saltaba con que no le di el beso.
Presioné mi boca contra la suya suavemente, haciendo que suspirara con aquella caricia.
—¿Qué quería?—Repetí alejándome de sus labios.
—Hablar. Quiere que hablemos... Sobre lo que pasó.—Me quedé mirándola sin
expresión alguna en el rostro. Me invadió una sensación de miedo, de desesperación. Esa mujer era capaz de lo que sea por verme lejos de su hija.— Dime algo, Yuri.
—Yo no sé... que decir, Vale. Es tu elección.—Negué.
—Te molesta, ¿verdad?—Susurró.
—Solo tengo miedo de que algo arruine lo nuestro. Yo no voy a decirte qué
hacer. Son tus padres...
—Hay algo más. Dímelo.—Desvié mi mirada. Michell estaba gateando por todo el lugar sin ir a un lugar en específico. La mano de Valeria movió mi barbilla en su dirección y me
encontré una vez más con sus hermosos ojos.—Dímelo.
—Tengo miedo. Ellos me odian, siempre me han querido lejos de ti. Y es eso,
tengo miedo de perderte o... o algo.
—No sé que va a pasar, ¿sabes? Pero no voy a dejar que te alejen de mi nunca.
Si no lo hice antes, menos ahora. Una vez te elegí antes que a mi familia...—Mis ojos se llenaron de lágrimas ante esas palabras. Todos los malditos recuerdos de cuando me fui me llenaron. Me hacían mierda. Seguía sin perdonarme por eso.—Y lo volvería a hacer mil veces más.
—Mierda, Valeria...—Solté un suspiro atrayéndola más contra mi. Hundí mi rostro en su pelo sintiendo el olor a su champú.—Promete que no vas a dejar que nadie nos separe. Se alejó un poco para mirarme a los ojos, tomó mi rostro con ambas manos y me atrajo hacia ella para que nuestras frentes se juntaran y nuestros rostros estuvieran a centímetros. Sentía su aliento contra mi y me hacía erizar la piel.
—Nadie, ni nada, mucho menos mis padres van a alejarme de ti. Te lo prometo. Además... No podría. Ya estoy atada a ti, incluso más que antes, Yurielkys. Solo necesito que estés
de acuerdo con que vaya, si no es así, pues no iré.
Yo estaría siendo una maldita hija de puta si no permitía que hablara con sus
padres, ¿verdad? No era justo que mi familia siempre estuviera y la suya no. No era justo que...quizás, el momento de arreglar las cosas con sus padres, el momento de por fin sea feliz de una
vez por todas y no preocuparse por nada, ni alguna vez volver a sentir que su familia no estaba, el momento de decir que por fin todo estaba bien con todos, yo se lo arruinara por mi miedo de oerderla.
Ella me había perdonado, había perdonado lo que yo todavía no me perdonaba. Sería injusto y patético que yo no estuviera acuerdo con que al menos hablara con sus padres.
—Quiero que vayas.—Dije en voz baja asintiendo.—Y espero que todo salga
bien.—Le di media sonrisa.
—Te amo. Gracias.—Soltó una risita antes de besarme.
Volvió a abrazarme del cuello con sus brazos y junté mis manos sobre su trasero, lo que la hizo sonreír. Saboreé su labio inferior entre los míos. Me volvía loca. Dios. Su sabor. La
calidez de su boca, su humedad, su lengua tan áspera y mojada iban a acabar conmigo.
Presionó su cuerpo más contra el mío logrando que mis manos quedaran más
abajo, las volví a subir abriéndolas para tomar su trasero con ambas manos. Esos jeans que usaba, tan ajustados, hacían que su trasero se marcara más, que sus piernas se vean tan largas
y me volvían mucho más loca todavía, si eso era posible. Sentí un golpe seco contra el piso y ambas nos volvimos rápidamente a Michell.
—Oh. No... No puede ser.—Murmuré apretando los dientes mientras pegaba mi frente contra la cabeza de Vale que miraba a Mich.—Dime que no es mi cámara, Valeria.
—Te lo diría si no fuera, pero es.
Levanté mi mirada a mi hija que nos miraba parada a un lado del escritorio.
Supongo que alcanzó el cordón de mi cámara y tiró de éste haciéndola caer al piso.
—¿Por qué mierda, hija? ¿No podías romper otra cosa?—Hablé enojada
recogiendo la cámara una vez que había hecho a un lado a Valeria.—¡Mierda!—Suspiré cuando
me di cuenta de que no encendía.—La puta madre. Tiene que ser una broma la puta suerte que tengo.
Michell me miró desde abajo. Estaba haciendo puchero. No. No. Maldición. Me giré a Vale que seguía en el mismo lugar y ente abrió labios cuando vio lo mismo que yo.
—Va a llorar.—Murmuró caminando hasta nuestra hija.
—No voy a cargarla.—Negué alejándome con la puta cámara hasta mi escritorio frente a la computadora.
Sin querer la dejé caer sobre la madera. Maldije voz alta otra vez por ser una
imbécil y entonces la cámara encendió. Las fotos estaban.
—Oh Dios... Ésta mierda funciona.—Dije y levanté mi vista.
Valeria tenía a Mich en brazos. Mi hija había escondido su rostro en su cuello.
Rodé los ojos caminando hacia ella.
—Lo siento. Lo siento. ¿Bien?—Dije caminando hasta ellas. Cargué a Mich en mis brazos.—¿Es que acaso grité o algo?—Le pregunté a Vale.
—Si, casi le gritaste en la cara “Mirdi. Li piti midri” Eres idiota a veces. Encima la dejaste parada allí a punto de llorar.
—La asusté.—Dije escondiendo mi rostro en el cuello de mi hija.—Perdón.
Perdón. ¿Dónde está Polita?—Mich se enderezó para mirarme cuando nombré a su peluche.
Tenía una lágrima en la esquina de su ojito izquierdo y la limpié antes dejar un beso en su nariz.—¿Quieres a polita, princesa?
—Tu y tus cambios de humor, Ojeda.—Valeria buscó en el bolso de bebés de
Michell y volvió a mi lado con el peluche.
—Mira quien es, bebé.—Le puse a Polita entre ella y yo. Puso sus manitos sobre
el peluche y luego me miró.
—poo.—Dijo mostrándome una sonrisa.
—Es Po-li-ta. Sí.—Sonreí y presioné mis labios en su mejilla.
—Yuri.
—Ahora no, Val. Estoy hablando con mi princesa.
—Pero Yuri... Nos olvidamos de bajar las persianas y tus empleados son unos
chusmas.Me giré en mi lugar y varios de mis empleados estaban mirado, pero rápidamente se movieron lejos.
—¡Vuelvan a su trabajo si no quieren estar todos despedidos!—Grité.
—¡Ma!—Gritó Malena.
—Eso es hija, tienes que poner orden como mamá.
—Tenías tus manos en mi culo y ellos vieron todo.—Dijo Vale mirándome
seriamente.
— ¿Qué culpa tengo yo de que tengas un culo tan perfecto y que se me haya
olvidado cerrar las persianas? ¿Huh? Dime.
—Eres idiota.—Negó.
—Iris iditi.—Rodé los ojos.—Eww, Mich. A polita no le debe gustar que lo llenes
de saliva.—Mi hija me ignoró y siguió metiendo en su boca la oreja del peluche.
—¿Me vas a llevar a almorzar?—Miré a Vale que sonreía.
—Lo que quiera, jefa.—Asentí. Fui por teléfono que aún estaba tirado en el piso, las lleves de mi auto en mi escritorio y luego tomé el bolso de Mich para ponerlo en mi hombro.—Vamos.
—Yuri, espera.—Me detuve y Valeria se puso frente a mi.—Me gusta tu ropa
hoy.—Se mordió el labio.
Llevaba jeans negros bastante rotos, converse blancas y una campera de buzo que me quedaba un ancha, tenía capucha y un “Ojeda” en la espalda. Solía usar ese tipo de ropa ancha, me gustaba, era cómodo.
—A mi me gusta tu culo.

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