› › T w e n y - n i n e ‹ ‹

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«Oh, no-no-no» cantó Ikiru mentalmente al darse cuenta que había hecho algo innecesario y solo cumplió el propósito de exponerse.

El hombre había dicho «Ahora cuéntame… ¡y hazlo animadamente!». Y ella quedó extrañada, pero trató de hacerlo mientras bailaba una danza peculiar que memorizó.

Hizo lo posible para explicar la situación sin lujos de detalles; le contó sobre los planes de los Yakuzas, de su unión con la liga de los villanos y de “el arma secreta”. En algún momento pudieron tener una conversación sin tanto ánimo. Vio las expresiones del hombre y las asimiló como si dudara de ella, lo que le pareció razonable, así que le mostró pequeñas partes de su memoria donde señalaba al hombre que había visto antes y a la niña.

—¿No que tu quirk es sobre el movimiento? —preguntó luego de que la menor utilizara su habilidad.

—Lo es —confirmó—. No dije qué hacía. O que fuera el único.

Ikiru supo después que no estaba dudando de su información, pero, como había anticipado, desconfiaba de ella.

Curiosamente la agencia justo estaba recopilando información sobre los Yakuzas mientras seguían sus pasos, pero había no tenían información sobre un detalle: la relación de la niña con las armas. Ikiru había supuesto que el riesgo había valido la pena, pero en el momento que el hombre la interrogó sobre las fuentes, porqué lo sabía y porqué acudió donde ellos, fueron interrumpidos. Ikiru estuvo por agradecer a-quién-sabe-quién el tiempo extra para elegir una excusa. «La verdad es que veo el futuro también», quizá «Los vi de casualidad y leí sus pensamientos (de casualidad)» o tal vez «Lo escuché por ahí», y realmente no se inclinó por la verdad hasta la amenaza de buscar a alguien que detectara las mentiras. No obstante Ikiru se dio cuenta que la chica, a quien también se le pidió que “lo hiciera animadamente” amenazada con el castigo de las terribles cosquillas, le informó sobre la niña con cuernitos.

Bueno, definitivamente no había válido el riesgo.

El hombre la miró. Ella sonrió mostrando los dientes, acción extraña en ella, como si pudiera borrarle la memoria al tratar de imitar la sonrisa de All Might. La fascinación de Nighteye por esa figura heroica ya había quedado en obviedad.

No funcionó, y sabía que él le contaría detalladamente porqué sus sonrisas eran distintas si se lo preguntaba.

Al menos habían descubierto que su información era verídica.

Él pudo ver el «Bueno, ya hice lo que tenía que hacer. ¿Me puedo ir?» reflejado en su expresión. Por supuesto, no le permitió irse. En cambio le advirtió que tenían una conversación pendiente.

Ahí se mantuvo ella. En una esquina. Como si estuviera interpretando al “lobo solitario” de las películas.

Aparte del caos de la organización que debatían cómo debían proceder e iban de un lado a otro, ella se quedó estática pensando qué debía decir. Por lo menos tenía buenas noticias, se estaban movilizando de manera inmediata para una emboscada. Buenas noticias para la niña, totalmente. Para Yuzzu, claro. «Bien por ella». Pero Ikiru no tendría su equivalente a buenas noticias hasta zafarse completamente del problema.

El Sr. Nighteye se frotaba la cara con estrés. Había muchas cosas por hacer, tenía que reunir a todo el personal y recurrir a más aliados. Sería una misión peligrosa, necesitaban a todo el personal posible. Si los Yakuzas lograban su objetivo estarían en serios problemas, no se trataba únicamente de la droga que restringía efímeramente peculiaridades. Ya había escuchado lo que le sucedió a uno de los Big 3 de la U.A., el amigo de su subordinado Mirio, que estuvo bajo los efectos de esa droga debido a un enfrentamiento mientras patrullaban, pero si continuaban desarrollándola… Temía lo peor.

Ikiru || BNHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora