20. Preparaciones e Imperio

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˗ˏˋ CHAPTER TWENTY ˎˊ˗
(PREPARATIONS AND IMPERIO)

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Durante las dos semanas siguientes Raquel estuvo muy pesada con todo el mundo, insistiendo en que se afiliaran a la P

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Durante las dos semanas siguientes Raquel estuvo muy pesada con todo el mundo, insistiendo en que se afiliaran a la P.E.D.D.O.

Consiguió bastante gente nueva y además, después de mucho insistir, consiguió que el profesor Dumbledore, que fue muy fácil de convencer (Raquel le tuvo que cantar una canción con el ukelele), se uniera.

Por otro lado, las clases se estaban haciendo más difíciles y duras que nunca, en especial la de Defensa Contra las Artes Oscuras. Para su sorpresa, el profesor Moody anunció que les echaría la maldición imperius por turno, tanto para mostrarles su poder como para ver si podían resistirse a sus efectos.

—Pero... pero usted dijo que eso estaba prohibido, profesor —le dijo una vacilante Hermione —. Usted dijo que usarlo contra otro ser humano estaba...

—Dumbledore quiere que os enseñe cómo es —la interrumpió Moody, girando hacia Hermione el ojo mágico y fijándolo sin parpadear en una mirada sobrecogedora—. Si alguno de vosotros prefiere aprenderlo del modo más duro, cuando alguien le eche la maldición para controlarlo com pletamente, por mí de acuerdo. Puede salir del aula.

Señaló la puerta con un dedo nudoso. Hermione se puso muy colorada, y murmuró algo de que no había querido decir que deseara irse.

Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición imperius. Harry vio cómo sus compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: Dean Thomas dio tres vueltas al aula a la pata coja cantando el himno nacional, Lavender Brown imitó una ardilla y Neville ejecutó una serie de movimientos gimnásticos muy sorprendentes, de los que hubiera sido completamente incapaz en estado normal. Ninguno de ellos parecía capaz de oponer ninguna resistencia a la maldición, y se recobraban sólo cuando Moody la anulaba.

—Raquel Weasley

La llamó Moody para que se centrara. Está algo tensa dio un paso al centro con una mirada sonriente de Harry animándola. Moody levantó la varita mágica, la apuntó con ella y dijo:

¡Imperio!

Fue una sensación extraña. Raquel se sintió como flotando cuando toda preocupación y todo pensamiento desaparecieron de su cabeza, no dejándole otra cosa que una felicidad vaga que no sabía de dónde procedía

Y luego oyó la voz de Ojoloco Moody, retumbando en alguna remota región de su vacío cerebro: Haz unas cuantas flexiones... haz unas cuantas flexiones...

Raquel se agacho escuchando la voz de Moody obedientemente y se colocó en la posición de sentadilla.

Haz unas cuantas flexiones...

«Por Merlín qué pereza»

Otra voz susurró desde la parte de atrás de su cerebro. «Qué idiotez, la verdad», dijo la voz, y Raquel se volvió a poner de pie.

Haz unas cuantas flexiones...

«No, no le voy a hacer caso a alguién que le hizo pasar mal a mis amigos—dijo la otra voz, con un poco más de firmeza—. No, realmente no quiero...»

¡Sentadilla! ¡Ya!

Raquel noto un gran dolor y volvió a agacharse. Intentaba resistirse pero al igual su cuerpo la obligaba a hacerlo. Raquel negó con la cabeza y acabó tirada en el suelo.

—¡Muy bien Weasley! Has resistido bastante, la primera que lo consigue, sigue así.

Raquel se levantó algo dolorida y se colocó de nuevo junto a sus amigos, llevando una cara de sorpresa por su parte.

—Potter —gruñó Moody—, ahora te toca a ti.

Harry se adelantó hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas.

¡Imperio!

Después de un rato sin que Harry se moviera Moody paro.

—¡Mirad esto, todos vosotros... Potter se ha resistido! Se ha resistido, ¡y el condenado casi lo logra! Lo volveremos a intentar, Potter, Weasley, y todos los demás prestad atención. Miradlo a los ojos, ahí es donde podéis verlo. ¡Muy bien, de verdad que muy bien! ¡No les resultará fácil controlaros!

Por la manera en que habla —murmuró Harry una hora más tarde, cuando salía del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras —, se diría que estamos a punto de ser atacados de un momento a otro.

—Si es verdad —dijo Ron.

—¿Cómo lo has conseguido? — le preguntó Hermione a Raquel sorprendida ya entrando en el siguiente aula.

—No lo sé, al resistirse dolía pero bueno. Me molesto tanto la clase del otro día, le odio, y no me apetecía hacerle caso a Moody la verdad. No se si será por eso... —Contestó Raquel sentándose junto a Harry.

La profesora McGonagall les explicó a qué se debía, cuando la clase recibió con quejas los deberes de Transformaciones que ella acababa de ponerles.

—¡Estáis entrando en una fase muy importante de vuestra educación mágica! —declaró con ojos centelleantes—. Se acercan los exámenes para el TIMO.

—¡Pero si no tendremos el TIMO hasta el quinto curso! —objetó Dean Thomas.

—Es verdad, Thomas, pero créeme: ¡tenéis que prepararos lo más posible! La señorita Granger y Weasley siguen siendo las únicas personas de la clase que han logrado convertir un erizo en un alfiletero como Dios manda. ¡Permíteme recordarte que el tuyo, Thomas, aún se hace una pelota cada vez que alguien se le acerca con un alfiler!

—Me siento inteligente ¿Será así cómo se siente Hermione? — Le dijo Raquel a Harry con una risita que hizo que el pelinegro sonriera.

A Raquel, Harry y Ron les costó contener la risa en la siguiente clase de Adivinación cuando la profesora Trelawney les dijo que les había puesto sobresaliente en los trabajos. Aun que Raquel lo había hecho con sentido, más o menos... Pero a los chicos no les hizo tanta gracia cuando ella les mandó repetir el trabajo para el mes siguiente: a los dos se les había agotado el repertorio de desgracias, sin embargo Raquel acabo riendose de ellos.

El profesor Binns, el fantasma que enseñaba Historia de la Magia, les mandaba redacciones todas las semanas sobre las revueltas de los duendes en el siglo XVIII; el profesor Snape los obligaba a descubrir antídotos, y se lo tomaron muy en serio; y el profesor Flitwick les había ordenado leer tres libros más como preparación a su clase de encantamientos convocadores.

Hasta Hagrid los cargaba con un montón de trabajo. Los escregutos de cola explosiva crecían a un ritmo sorprendente aunque nadie había descubierto todavía qué comían. Hagrid estaba encantado y, como parte del proyecto, les sugirió ir a la cabaña una tarde de cada dos para observar los escregutos y tomar notas sobre su extraordinario com portamiento.

—No lo haré —se negó rotundamente Malfoy —. Ya tengo bastante con ver esos bichos durante las clases, gracias.

De la cara de Hagrid desapareció la sonrisa

—Nadie te ha preguntado Malfoy —Le dijo enfadada la pelirroja.

—Harás lo que te digo —gruñó—, o seguiré el ejemplo del profesor Moody... Me han dicho que eres un hurón magnifico, Malfoy.

Los de Gryffindor estallaron en carcajadas. Malfoy enrojeció de cólera, pero dio la impresión de que el recuerdo del castigo que le había infligido Moody era lo bastante doloroso para impedirle réplica.

—Bien dicho Hagrid —le animó Raquel mientras reía a carcajadas —La verdad es que Draco era un hurón precioso, ojalá se hubiera quedado así, y paraba de molestar.

Raquel y el cáliz de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora