36. No me caes bien

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˗ˏˋ CHAPTER THIRTY-SIX ˎˊ˗
(I DO NOT LIKE YOU)

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Ron y Hermione parecían haber llegado al acuerdo de no tocar más el tema de su disputa

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Ron y Hermione parecían haber llegado al acuerdo de no tocar más el tema de su disputa. Volvían a ser muy amables el uno con el otro, aunque algo formales. Ron y Harry pusieron a las dos chicas al tanto de la conversación entre Madame Maxime y Hagrid, pero a ellas no les pareció tan sorprendente la noticia de que Hagrid era un semigigante.

Todavía había una gruesa capa de nieve alrededor del colegio, y las ventanas del invernadero estaban cubiertas de un vaho tan espeso que no se podía ver nada por ellas en la clase de Herbología. Con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Sin embargo, al llegar a la cabaña de su amigo encontraron ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente.

-Daos prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana -les gritó al verlos acercarse a través de la nieve.

-¿Quién es usted? -le preguntó Harry mirándola fijamente-. ¿Dónde está Hagrid?

-Soy la profesora Grubbly-Plank -dijo con entusiasmo-, la sustituta temporal de vuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.

-¿Dónde está Hagrid? -repitió Harry. -Está indispuesto -respondió lacónicamente la mujer.

Raquel, Harry, Ron y Hermione la siguieron volviendo la vista atrás, a la cabaña de Hagrid. Habían corrido todas las cortinas.

-¿Qué le pasa a Hagrid? -preguntó Harry.

-No te importa -respondió ella, como si pensara que él trataba de molestar.

-Sí me importa -replicó Harry acalorado-. ¿Qué le pasa?

La bruja no le hizo caso. Los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello.

Muchas de las chicas exclamaron «¡oooooooooooooh!» al ver al unicornio.

-¡Es precioso! -exclamó la pelirroja tapándose la boca con ambas manos.

El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris. Piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno.

-¡Los chicos que se echen atrás! -exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank, apartándolos-. Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio...

-Como saben los unicornios -dijo Raquel.

Ella y las chicas se acercaron poco a poco al unicornio, dejando a los chicos junto a la valla del potrero, observando.

Raquel y el cáliz de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora