47. Adios

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˗ˏˋ CHAPTER FORTY-SEVEN ˎˊ˗
(BYE)

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—Ojala puedas venir estas vacaciones con nosotros, estaría genial que te quedaras todas en la madriguera —decía la pelirroja mientras acariciaba el pelo alborotado de Harry, que estaba apoyado en su regazo

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—Ojala puedas venir estas vacaciones con nosotros, estaría genial que te quedaras todas en la madriguera —decía la pelirroja mientras acariciaba el pelo alborotado de Harry, que estaba apoyado en su regazo.

Harry no contestó, llevaba bastante tiempo sin decir casi ni una palabra. Los estudiantes de Hogwarts no querían hablar con él (salvo ella, Ron y Hermione).

—Si no me escapo de casa para visitarte —continuó la pelirroja —ya se que con polvos flú ni me presento, salvo que quieras volver a ver a tu primo con una lengua kilometrica...

Harry soltó una pequeña risa. La chica sonrió como nunca, llevaba tanto tiempo sin verlo reir...

—La verdad —comenzó Harry —esa idea no está mal.

—¿Y si tus tios no me aceptan en tu casa? Qué es lo más probable.

—Pues les crecemos la lengua a ellos también, no creo que puedan hablar muy bien así como para darme órdenes.

Los dos rieron. En ese momento entraron Ron y Hermione. El pelirrojo les habló del encuentro entre su madre y Dumbledore, antes de volver a su casa.

—Fue a preguntarle si podías venir directamente con nosotros este verano —dijo—. Pero él quiere que vuelvas con los Dursley, por lo menos al principio.

—¿Por qué? —preguntaron Harry y Raquel a la vez.

—Mi madre ha dicho que Dumbledore tiene sus motivos —explicó Ron, moviendo la cabeza—. Supongo que tenemos que confiar en él, ¿no?

Ese mismo día por la tarde aprovecharon para ir a visitar a Hagrid. Era un día luminoso. Cuando se acercaron, Fang salió de un salto por la puerta abierta, ladrando y meneando la cola sin parar.

—¿Quién es? —dijo Hagrid —. ¡Harry!

Salió a su encuentro a zancadas, aprisionó a Harry con un solo brazo, lo despeinó con la mano y dijo:

—Me alegro de verte, compañero. Me alegro de verte. He estado tomando té con Olympe —explicó Hagrid—. Acaba de irse.

—¿Con quién? —preguntó Ron, intrigado.

—¡Con Madame Maxime, por supuesto! —contestó Hagrid.

Después de preparar té y de ofrecerles un plato de pastas, volvió a sentarse en la silla y examinó a Harry detenidamente con sus ojos de azabache.

—¿Estás bien? —preguntó bruscamente.

—Sí —respondió Harry.

—No, no lo estás. Por supuesto que no lo estás. Pero lo estarás.

Raquel y el cáliz de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora