Idol alfa y fiestero.
Su manager lo salva cada vez que puede; es por eso que aparece alguien en su vida para que lo ayude a aterrizar.
Un omega terapeuta
- No quiero tu ayuda. No tengo nada que decir.
- Ya dijiste nueve palabras. Muy bien, estamos...
El trío compartía un pastel que había hecho el padre de Jimin, junto con unos bocadillos de canela preparados por el rubio. Hablaban sobre la vida de una celebridad, y lo más extraño de todo, era que el señor Park no tenía idea que Jungkook era una celebridad conocida mundialmente.
— Algún día podrías escuchar la canción que Jungkook escribió.
— ¿Eres amateur? —preguntó, llevando un bocadillo a su boca.
Jeon sonrió, tomando por sorpresa su comentario y asintió, mientras que Jimin negaba con su cabeza.
— No, papá. Jungkook es un cantante muy conocido. Es un artista completo. Espero que de verdad algún día escuches su música.
— No puede ser... Que falta de respeto... Lo lamento, Jungkook-ssi. ¿Por eso mismo conoces a tanta gente? ¿O sea que estoy con una celebridad en mi casa?
— Sí, señor Park, pero no me diga celebridad —Jeon rió divertido y le estrechó su mano—. Es un gusto ahora sí conocerlo.
El rubio rió de igual manera, bebiendo un poco del jugo natural que su padre había hecho. De pronto, su teléfono comenzó a sonar y se levantó, excusándose. En el momento que contestó, y escuchó la voz de la otra línea, su piel se erizó. Ya habían pasado unos cuantos meses sin escuchar esa única y escalofriante voz grave. Era algo con lo que fácilmente Jimin podría tener pesadillas. Al cortar la llamada, dejó el telefono sobre la mesa y mordió su labio inferior con fuerza.
— ¿Hijo? ¿Todo bien?
— Era ella. —espetó.
— ¿Jimin? Estás temblando... —Jungkook se puso de pie, caminando hacia él y tomó su mano con delicadeza—. ¿Quién era ella?
— E-era mi maestra... Con quien hice mi examen.
— ¿Qué necesitaba?
— Quiere que haga una charla para nuevos estudiantes de mi experiencia. No sé si lo haga b-bien. Le temo mucho a ella, su voz dominante, su mala energía, su s-su... su.
— Oye, mírame. Respira, ¿si? —El pelinegro tomó sus manos y le ayudó con el mismo ejercicio que él le enseñó—. Respira por mí.
— ¿Qué?
— Respira, cielo. Respira, no estás solo. ¿Cuándo es esto?
— M-mañana... Voy a fallar, Koo. Tengo miedo.
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