Capítulo 6

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      Capítulo 6

 

A pocos metros del estacionamiento donde su tío cargaba las mercaderías que le traían de las grandes cadenas y él las subía a su camioneta, había un bar donde los hombres iban a beber algunos tragos. Era pequeño, revestido en paneles de madera, y tristemente iluminado bajo las luces artificiales amarillentas.

    Un anciano morrudo estaba tras la barra donde se servían los tragos y algunas raciones de maní para acompañar las cervezas. Jess se acercó con vacilación, tomándose de las faldas de su tía. Varios tipos voltearon las cabezas para verlos, en especial por asombrarse de ver una mujer allí.

      —Hola, buenos días. Quiero usar el teléfono.

      El viejo señaló escuetamente al fondo del pasillo, en un cuartucho, donde se veía  una mesilla de ébano y allí el teléfono de color gris. Tenía sobre sí una rueda con los números, y su tía Mary debía introducir el dedo y dar una vuelta completa a cada uno de ellos, hasta formar el número de línea que tenía el bar donde su padre iba siempre por las tardes, pues en la casa de Jess tampoco tenían una línea fija.

      Contempló el rostro de la mujer, y descubrió por su sonrisa que habían atendido.

      —Hola, buenos días, ¿se encuentra el señor Owen?... ¡Joseph, cariño! ¿Cómo andan por allá?... Oh, sí, comprendo... ¿Diana está contigo?... Oh, pásame con ella... Hola, Diana querida, ¿cómo andas?... No, no te pongas así, mujer. Tu niño está bien aquí... Sí, aquí está conmigo—le guiñó un ojo a Jess— ¿Quieres que te pase con él, Diana?

       Le tendió el tubo al muchacho, quien lo tomó con las manos vacilantes. No sabía claramente cómo usar ese aparato. Acercó con temor su boca, y murmuró:

      — ¿Mamá?

      Al instante oyó la voz estridente y llorosa de su madre.

      — ¡Oh, mi niño, mi Jessy! Mira cómo me tienes de mal, cariño—se sonó la nariz, seguramente con algún pañuelo.

      —No estés mal, ya volveré.

      —Lo sé, mi niño. Pero no me pidas que no esté así. Ya sé que soy una exagerada, pero te extraño... ¿Cómo vas estudiando, Jessy?

      —Oh, bien—soltó una risilla tímida. Su voz se fue tornando angustiada— ¿Papá puede solo con la granja?

      —No te preocupes por esas cosas, tú sólo debes venir bien formado de allá. Tus tíos son muy gentiles, ¿te portas bien? Mira que no quiero que seas mal educado, Jessy.

      —Sí, sí, mamá.

      —Bueno, espera que te doy con tu padre. Se nos acorta la línea... ¡Nos vemos, mi niño!

       —Adiós, mamá.

       Oyó el chasquido que sonó al pasarse el tubo uno a otro.

       —Ah, niño. Mira que estás haciendo un mar de lágrimas esta pobre granja, eh.

       —Papá...

       — ¿Necesitas que te enviemos algo de aquí, hijo? ¿Necesitas algo más de dinero? Yo estoy enviándole a Karl varias cosechas para tu alimentación.

       —N-no...

       —Jess.

       El muchacho se secó una lágrima que comenzaba a aflorarle bajo los ojos. Intentó mantener su tono de voz estable.

Nos une la misma lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora