Capítulo 7
Se revolvió nervioso en su sitio. Los ojos agudos de Sasha no dejaban de seguirlo. Estaba realmente de un humor de perros ese día... más bien, a juzgar por sus rasgos felinos, podría decirse que tenía un humor de gatos. Casi podía verlo bufar y mecer su rabo atigrado por lo irritado que estaba. Pero era diferente a otros días... Hoy además de estar molesto, parecía realmente triste.
Y justamente él que pensaba preguntarle ciertas cosas...
Había salido el día anterior, domingo por la tarde, con su bicicleta azul Francia, a recorrer las calles. Su excusa fue que quería aprovechar el día soleado luego de la gran tormenta que hubo la noche anterior, pero en verdad estaba buscando la casa de la costurera. La halló a varias cuadras. Poseía un cartel pegado al vidrio que citaba:
COSTURA GENERAL
Abierto de 12 hs a 18 hs
Jess dejó su bicicleta apoyada contra el mural y palmeó las manos. La entrada era algo pequeña, cubierta de enredaderas que serpenteaban hasta caer en ramales sobre el techo de la casa. Ahora sus hojas estaban ciertamente marchitas, pero era un hecho que en primavera debía dar a luz unas vistosas flores.
La cabeza de una mujer anciana se asomó a observar por la ventana, y al ver al muchacho, le hizo señas de que aguardara. Jess, en ese momento se dio cuenta de lo incómodo que era el asunto. No tenía ninguna prenda para fingir que quería el servicio de la mujer, ni la certeza de que esa tal Routh vivía en ese sitio... Además, ¿qué excusa tenía si la muchacha estaba allí justamente?
Pero poco tiempo tuvo para deliberar. La anciana de amable sonrisa se acercó a abrirle el portón de hierro, que le llegaba al altura del vientre de lo bajo que era. Lo invitó a dejar la bicicleta dentro.
—Oh, ¿tú no eres el sobrino de Mary?
"Me reconoció... Qué alivio"
—Sí, soy Jess. Mucho gusto—extendió una mano con vacilación, que la anciana le tomó cortésmente—Emmh... Yo...
— ¿Vienes a buscar los vestidos de las niñas? Ya terminé de hacer los volados en las puntas. —Abrió la puerta de entrada y alzó en brazos a un gato gordo que fue directamente hacia sus pies— Pasa, cariño.
El joven, mucho más decidido al verse salvado por esa repentina excusa, ingresó al living, donde un niño jugaba con sus cañones de guerra, y una joven leía un tomo de lo que parecía ser una obra de Shakespeare. Al verlo entrar ambos lo observaron como un par de búhos.
— ¿Quién es? —inquirió la muchacha. Sus ojos verdes eran filosos.
—El sobrino del almacenero... Espera aquí que ya traigo tus cosas, hijo—le palmeó el hombro fraternalmente.
Se perdió tras las cortinas que separaban la sala con el comedor. Era un sitio estrecho. Había retazos de telas e hilos por doquier. Apenas podía caminarse entre ellos. Incluso el pequeño que jugaba hacía pasar a los soldados entre un manojo de mantas como si fuera una ladera empinada.
Jess se sobó las manos. Observó a la joven, y esta le sostuvo la mirada.
Había llegado tan lejos. Algo debía hacer...
—¿Eres Routh?
Ella se mostró algo confusa por su pregunta, pero aun así se acomodó su cabello corto y de un tono rojizo oscuro, y dijo con naturalidad.
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Nos une la misma luna
Romansa¿Pueden dos hombres renunciar a todos sus valores por amor? Acompaña a Sasha y Jess en esta historia que te arrancará los suspiros... Sasha es un profesor particular, nacido en una familia de muchas riquezas. Tratan de obligarlo a casarse por dinero...