A 8 días del flechazo…
El agua le caía por el torso desnudo, recorriendo cada curva que dibujaban los músculos de sus brazos. Tenía la piel brillante de tan pálida y las gotas como perlas lo hacían parecer un Adonis bañándose en el mismísimo Eufrates. Los músculos de su abdomen se asemejaban a serpientes nudosas, reptando en su cuerpo húmedo. Incluso su cuello parecía inclinarse para dejar que el agua pudiera alcanzar de forma casi lujuriosa cada mínima parte de su ser, resbalándose hasta su entrepierna. Sus manos se frotaban, y el jabón alcanzaba escasamente a cubrir su condición de hombre.
Era casi majestuoso, como un gran felino mostrando su orgullo. Eso mismo pasó por la mente de Jess al ver a Sasha duchándose en el baño de su recámara.
A duras penas, la tía Mary logró quitarlo de la cama. Jess era de tener el sueño muy pesado. Se arrastró nuevamente hasta la ducha, pero esta vez ya no había agua fría. Salió con el batón blanco, rojo como un tomate. Y como siempre, a la salida los cuatrillizos lo recibieron con una sarta de bromas.
—Come rápido y sube a la camioneta, Karl te llevará a la casa del profesor.
Jess no hizo justamente una cara de buenos amigos, mas no tenía otra opción que resignarse y obedecer. Esta vez decidió vestirse un poco mejor. Se puso una de sus camisas blancas y el último jeans azul que le habían comprado, aunque estaba algo raído.
Subió al coche camino a la mansión, y su tío lo dejó en la entrada, sin ingresar a los vastos campos de césped pulcramente cortados y florecillas ya marchitas por el invierno.
— ¿Por qué no entras?
—Ahora puedes ir solo, no eres un niño. Tengo que continuar atendiendo a los clientes—cerró la puerta y le guiño un ojo— Mucha suerte, Jessy.
Caminar ahora solo por aquel jardín le pareció muy deprimente. Se sentía atrapado en un filme donde las personas sonríen y viven sus fiestas en aquellas casas lujosas y hermosas. Pero él no era más que un mero espectador en todo ello. Golpeó la puerta y aguardó, pero no salió la mujer con delantal a atenderlo. Llamó con las manos y luego la abrió, ya que cedía. El chirrido sobre sus goznes lo puso nervioso.
“Mierda, ¿qué tal si alguien me ve como un desconocido?”
—Hola… ¿hay alguien aquí?
Un silencio sepulcral le respondió. Comenzó a caminar con timidez por el vestíbulo, y un sonido captó su atención en el piso de arriba.
— ¡Hola!
Como nadie respondía, subió por las escaleras. No le pareció mal, ya que era muy improbable que hubiera alguien en la planta baja. Las puertas el pasillo superior estaban cerradas, excepto una, y presuntamente de ella había llegado el sonido. Se asomó con cautela, algo temeroso.
—Buenos días, señor Ivanov… ¿señor?
Aparentemente, el cuarto estaba vacío. Pendía del techo una pequeña araña de vidrio, la cual iluminaba el cuarto, y sobre la cama descansaban un par de libros desordenados. Se acercó con curiosidad, y reconoció algunos tomos que había usado en la primaria. Se quedó perdido mirando “Platero y yo”, un cuento que realmente le había gustado. A decir verdad, él único que se había determinado a leer.
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Nos une la misma luna
Romance¿Pueden dos hombres renunciar a todos sus valores por amor? Acompaña a Sasha y Jess en esta historia que te arrancará los suspiros... Sasha es un profesor particular, nacido en una familia de muchas riquezas. Tratan de obligarlo a casarse por dinero...