Capítulo 18

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NIRA
Mi padre sabia que iba a perder, la bomba solo ha sido una forma de castigarnos y no es tonto, sabe quien estaba allí durante la explosión.

Mis oídos pintan mientras camino, esquivando los cuerpos en el suelo. Miles de na'vis muertos están a mi alrededor, y mi única preocupación ahora mismo es que Neteyam no sea uno de ellos.

—¡Neteyam! —grito pero no hay respuesta.

Me froto los ojos, como si intentara ver mejor, y estoy a punto de sacudir toda la aldea cuando visualizo una figura familiar entre los cuerpos inherentes.

Neteyam.

Corro hacia allí con mi mirada fija en él.

No puede estar muerto, seguramente no sea nada. Me repito una y otra vez antes de arrodillarme a su lado.

—Neteyam —susurro mientras acuno su cara entre mis manos.

No se mueve.

—¡Neteyam! —vuelvo a gritar, esta vez ejerciendo un poquito de presión en sus mejillas con mis manos. —Neteyam, por favor.

Una lágrima se desliza sobre mi mejilla antes de que pueda evitarlo, pero esta vez no me la friego.

Miro a mi alrededor con las lágrimas atrapadas en mis ojos: El humo que ha provocado la bomba casi se ha disipado del todo y los Metkayina se apresuran a atender a los heridos.

Cuando uno de ellos se acerca hacia Neteyam casi le arranco la cabeza antes de decirle que aquí no lo necesitaban.

—Neteyam... —la voz de su padre me hace levantar la cabeza.

Jake está de pie, a unos pocos metro de Neteyam, y no tarda en caer de rodillas. Por primera vez en mi vida, eso no me parece una muestra de debilidad, sino algo natural.

Aparto la mirada de Jake, que ahora abraza a Neytiri justo a los pies de el cuerpo de su hijo, y acercó mi cara a la de Neteyam.

Nuestras narices se rozan pero yo me centro en susurrar:

—Por favor, despiértate. No me hagas esto.

Otra lágrima cae y, sin quererlo, un sollozo se escapa de mi boca cuando comprendo la realidad.

Neteyam no va a volver.

—Eh, Nira, vamos. Tu padre... —Inut me intenta coger y apartarme del cuerpo de Neteyam.

—Suéltame —digo entre sollozos y con la voz débil.

Es extraño. Este nudo en mi garganta... Nunca lo había vivido.

Le doy una patada a Inut en la ingle y él se aparta soltando una maldición. Yo vuelvo rápidamente a donde estaba.

El llanto de la familia Sully invade mis oídos, y eso solo hace que el nudo en mi pecho de haga más y más grande.

Y, de repente, es como si mi cabeza hiciera un click. Me levanto de un salto y miro a Mai con un rostro inexpresivo.

—Que no lo muevan de aquí. Ah, y llama a un sanador —ordeno antes de correr hacia el castillo de mi padre.

Pero, como no soy tan imprudente, le hago una señal a Teikai para que venga conmigo justo antes de desaparecer de la vista de los demás.

Era el mejor de su clase y hasta mi padre reconoció que le ganaría a él en combate, y no es de elogiar a la gente porque si. A ver si ahora se hace digno de su reputación.

TEIKAI
Nira está descontrolada. Su mirada letal dirigida hacia cualquiera que siquiera le he he un vistazo sin querer, su mandíbula tensa y hiperventilando mientras una vena sobresale de su cuello.

Claramente está enfadada. Bueno, no enfadada, rabiosa. Con ganas de sangre.

Sabia que le importaba ese chico, lo he visto, pero no me imaginaba que lloraría por su muerte. Ella nunca llora.

—Vamos, mestizo —me ordena ella, subiendo las escaleras hacia la habitación de su padre.

Obedezco sus órdenes porque soy lo bastante prudente para comprender que no es momento de soltar un comentario ofendido o sarcástico.

Hemos matado a al menos veinte guardias de camino y yo me he ganado un corte en el brazo, no muy profundo pero me duele.

Nira da una patada a la puerta para abrirla y, sorpresa, su padre se encuentra tranquilamente mirando por la ventana con una sonrisa, rodeado de guardias leales.

Sabe que ya ha perdido, pero no nos lo hará saber.

—¿Crees que esas son formas de recibir a tu hija? —pregunta Nira, ladeando la cabeza con una sonrisa sádica en los labios.

Su padre se gira, borrando su sonrisa.

—Solo estoy recibiendo una traidora —escupe sin inmutarse.

Saco disimuladamente una flecha y tenso mi mano alrededor del arco. A Bira le han los cuchillos, al igual que a Mai los tridentes, a mi me va el arco.

—En tal caso...

Nira lanza uno de sus cuchillos, que le da justamente entre las cejas a un na'vi Ayuura, y ahí empieza el caos.

Lanzo una flecha hacia otro de ellos mientras intento que Nira tenga más acceso a tu padre. Pero uno de ellos me lanza un puñetazo y se me tira encima, dejándola sola en el combate.

Estiro la pierna y consigo sacarme de su agarre antes de levantarme tosiendo. Vuelvo a coger el arco y lanzo muchas flechas más.

Y, cuando ninguno queda ya en pie, Nira se acerca a su padre con una sonrisa malvada. Va cubierta de sangre, al igual que yo.

—Lo has matado —dice ella.

—Oh, si. Y he disfrutado mucho haciéndolo —responde él y yo me empiezo a sentir incómodo.

Hay algo que no me cuadra, no puede ser tan fácil. Tenia entendido que su padre era un calculador.

Reviso la habitación con los ojos entrecerrados, su conversación eclipsada por mis engranajes rodando, y entonces lo comprendo: Hay una bomba en todo el edificio y él era el cebo.

Corro hacia mi futura reina y la cubro con mi cuerpo antes de lanzarnos a ambos por la ventana. Y lo próximo que sé es que el fuego y el humo se ha apoderado del castillo.

Luego, todo se vuelve oscuro y confuso cuando una superficie choca contra mi.

Chica de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora