Las temporadas pasaron en un segundo. Cuando menos lo pensé, el verano y su extraña aura de ilusión dieron espacio al otoño, la más racional de las épocas. Y así, cuando menos pensé, esta misma estación se hizo a un lado, y permitió que el invierno y toda su crueldad se asentaran en la Port Mafia. Nunca se lo dije a nadie, pero el invierno se me figuraba como la época más melancólica, como si una parte de mi se hubiera perdido con la lluvia y la nieve. A veces salía a caminar a pesar del frío y la incesante lluvia, y miraba por todos lados, como buscando eso que me faltaba. Nunca lo encontré. Lo más similar que solía hallar a mi camino era la puerta del bar Lupin.
Un día de esos, oscuro y tormentoso, entré al bar. No planeaba encontrarme con nadie, pero ver a Oda sentado en una de las bancas fue una agradable sorpresa. Bajé por las escaleras, esperando ver a Dazai por alguna parte, pero no lo vi.
—¿Y Dazai? —pregunté a Oda al tomar asiento.
—Intento suicidarse hoy —murmuró como si nada—. Sólo consiguió romperse una pierna y ahora está en el hospital.
—Que idiota.
—Así es él —murmuró, con la mirada fija en su vaso—. Pero, ¿acaso no es él el más cuerdo de nosotros tres?
—No miro que ninguno de nosotros dos intente derrumbarse a sí mismos —destaqué, y me ajusté los lentes.
Él se alzó de hombros, y siguió bebiendo.
—Aunque, ¿sabes? —dijo Oda una vez más. Su silueta era delineada por la lámpara del fondo, arrancándole a su cabello destellos naranjas—. No por nada es el Demonio Prodigio. Quizá ve algo que nosotros no, y por eso intenta derrumbarse.
—Ese suena como un pensamiento muy propio de Dazai. Tal vez deberías dejar de frecuentarte tan seguido con él.
—Tal vez —murmuró pensativo, con la vista fija en su vaso, de nuevo—. Ango, ¿Nunca has pensado en quitarte la vida?
Aquella pregunta desde los labios de Oda me tomó por sorpresa.
¿Qué si lo había pensado?
Me arranqué la sorpresa del rostro, y lo endurecí a la altura de los pensamientos que se suponía debían poblar mi mente.
—Nuestro tiempo algún día llegará a su fin —dije, colocando el jugo de tomate entre yo y la luz amarillenta de la lámpara. El vaso adquirió una tonalidad escarlata, naranja, como si fuera vida lo que hubiera atrapado—. Mientras tanto, creo que hay que vivir lo que tengamos que vivir, de la manera en que tengamos que hacerlo.
Oda asintió y tomó su vaso, aunque no llegó a beber de él.
—Es más fácil soportar que cambiar, ¿no es así?
—Me temó que sí.
Y finalmente inclinó el vaso hacia sus labios, y bebió. Una gota se deslizó por la comisura de sus labios, y encontró caminó en su cuello. En ese momento no supe porque —ahora lo veo claramente— pero aparté la mirada hacia el otro extremo del bar, donde descansaba un gato tricolor.
En el momento en que fije mis ojos en su pequeño cuerpo, él abrió los ojos y me descubrió mirándole. Al instante, se levantó y se estiró perezosamente.
—Ah, el Maestro se ha despertado —anunció Oda, observando como el gato se bajaba de su banco y se acercaba hacia la de él.
—¿Maestro?
—Así le dice Dazai.
Oda se inclinó a acariciar al gato, y él ronroneó gustoso. Lo hizo con tanta facilidad y naturalidad que creí que podía imitarlo. Sin embargo, cuando intenté acariciarlo rehusó mi tacto, y me arrojó un zarpazo. Tal fue mi sorpresa que me enderecé de golpe, y tiré mi bolso al suelo. El ruido del golpe terminó de ahuyentar al pobre animal, y se perdió entre las mesas del bar.
—Supongo que no le gusto a los animales —me burlé mientras miraba las tres líneas rojizas en el dorso de mi mano.
—Que extraño, usualmente no le pone peros a nadie.
Dejé de ver la herida —insignificante, hasta donde pude observar—, y miré como Oda recogía mi bolso y después me lo ofrecía. Le agradecí, y lo tomé, pero cometí un error. Sin el más mínimo afán de hacerlo, toqué la manga de su saco, y alcance a ver algo que no debía ver. En aquel atisbo de memoria, un pedazo de aquella mañana, vi a cinco niños en una habitación, sonrientes y contentos, jugando con Oda. Otra memoria se superpuso a esa, más longeva por cuestión de horas, más reveladora si se hablaba de información.
—¿Irás a ver a los huérfanos, Odasaku?
En el recuerdo sólo se miraban las paredes blancas de un hospital, pero la voz era inconfundible.
De la impresión, solté el bolso de nuevo, para la molestia de Oda.
—¿Te sucede algo? —me preguntó tras recogerlo otra vez.
—No, nada. Sólo... Eres una buena persona, Oda.
Oda ladeó el rostro, confundido.
—Sólo fui cortés —respondió, y dejó el bolso sobre la barra.
Lo vi por varios minutos, en rápidos vistazos que terminaron por ponerlo a la defensiva. La situación se volvió tan tensa que me tuve que retirar, y en medio de la frialdad de las calles no pude evitar pensar que tenía un amigo peculiar.
De los tres, Oda era el que tenía el rango más bajo. Era prácticamente el recadero de todos. Sin embargo, Oda tenía el poder y la habilidad para ser más que eso. Dazai lo sabía, y yo también.
¿Por qué Oda habría dejado de matar? ¿Por qué estaría cuidando a cinco huérfanos?
Sé que detestarás saber esto, pero en medio de esas preguntas sin respuesta pensé maravillado: No hay persona más interesante que Oda Sakunosuke en la Port Mafia".
Sé que sabrás disculparme por eso; Aún no te conocía a ti.
No obstante, másadelante, varias semanas luego de conocernos, habrías dicho de él que noencajaba en la Port Mafia. Y tenías razón, realmente no lo hacía.
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Por amor a la decadencia [ChuuAngo]
FanficUn fanfic del fandom de Bungo Stray Dogs. La vida rara vez es como uno anhela. Ango Sakaguchi, un saco de recuerdos más ajenos que propios, así lo cree más que nadie. Siendo hijo adoptivo del señor Taneda, director de la División Especial de Poderes...