En la División Especial se manejaban mareas de información confidencial, verídica y mordaz. Sin embargo, también había lagos de información que se basaban en océanos de chismes y secretos a voces. En uno de aquellos estanques yacía inmerso el nombre de Mori Ougai, médico militar y actual jefe de la Port Mafia.
De él se rumoraban mil y una cosas, cada una más aterradora y descabellada que la anterior. Con aquellas palabras sin fundamento forjé mi confianza, que de poco o nada me sirvió cuando estuve ante él.
Ningún rumor le hacía justicia. Sumergido en el fondo de la habitación, firmemente erguido sobre su trono, Mori Ougai se presentaba como un ente absoluto. El miedo que inspiraba no tenía raíces, y aun así hacía florecer gotas de sudor en mi piel y un temblor incontrolable en mis manos, apenas disimulable.
En su rostro pálido se esbozaba una sonrisa en apariencia amable, pero no lo era. No tenía razones para creer que me haría daño, pero por alguna razón mis más bajos instintos me ordenaban no confiar en lo que mis ojos veían. Y mientras intentaba descifrar que era aquello que me revolvía los intestinos, me encontré con sus ojos como quien se encuentra una mancha de vino sobre un mantel blanco. Fríos como dos canicas de vidrio, no reflejaban la más mínima emoción. Pareció percatarse de mi pensamiento, y se divirtió con él.
—Rintarou, deja de jugar y dile —dijo de repente una voz infantil. Y en efecto, cuando me giré hacia la puerta por la que había entrado vi a una niña rubia sentada en el suelo, rodeada por una corte de colores y hojas de papel.
Algo en mí me dijo que tampoco me podía fiar de ella, igual que de todo lo que había en aquel lugar, incluida la mismísima habitación.
Mori sonrió todavía más, y eso lejos de tranquilizarme me congeló.
—Ah, Elise-chan. Permítenos conocernos —exclamó Mori con una voz juguetona, todavía más escalofriante que si me hubiera hablado con la más hostil de las seriedades—. Tú eres Ango, ¿no es así? Sakaguchi Ango.
—Así es, jefe —pude decir sin tartamudear, aunque no supe cómo.
—Fuiste recomendado por mis congéneres de mayor confianza —comentó como si no fuera nada, jugueteando con una copa vacía sobre su escritorio—. Me dijeron que tienes una habilidad formidable. ¿Será que puedes hacer una demostración?
Tragué saliva, temiendo caer en una trampa. A pesar de mi temor, acepté su petición.
—Necesito un objeto —pedí, esperando no sonar arrogante—, de preferencia alguno con el que usted no haya interactuado por demasiado tiempo.
Mori alzó una ceja.
—¿Es un requisito de tu habilidad?
—Es un requisito para mi seguridad.
—Ah, ya. Lo entiendo —dijo con una gran sonrisa—. Pues bien, aquí lo tienes.
De su saco extrajo una servilleta de tela, impoluta, y me la extendió.
—Con su permiso —murmuré antes de tomarla entre mis manos. Y en un segundo lo vi, toda la vida de aquella servilleta paso ante mí como las luces de un tren en medio de la noche. Asentí, y se la regresé—. Esta servilleta la obtuvo usted del desayuno, en donde degustó un platillo hecho a partir de mariscos.
—¿Sabes quién me acompañaba?
—Un joven pelirrojo, pero no lo conozco.
Mori sonrió todavía más si es que podía. Cruzó sus manos, y escondió su sonrisa detrás de ellas.
—Sin duda serás un As en nuestra mano, Ango-kun. Está bien, es suficiente —se levantó de su asiento y se acercó hacia mí. Me extendió su mano enguantada—. A partir de hoy, eres oficialmente parte de la Port Mafia.
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Por amor a la decadencia [ChuuAngo]
Hayran KurguUn fanfic del fandom de Bungo Stray Dogs. La vida rara vez es como uno anhela. Ango Sakaguchi, un saco de recuerdos más ajenos que propios, así lo cree más que nadie. Siendo hijo adoptivo del señor Taneda, director de la División Especial de Poderes...