Capítulo 3

1.8K 176 44
                                    

Charles

¿Por qué lo invité? Aun no tenía respuesta. Sólo se que algo en mi se removió cuando escuché a Lando decir que estuvo horas jugando con Max al FIFA. Cuando corté la llamada, mis manos se movieron solas y le envié un mensaje a Verstappen que él contestó a los pocos minutos.

¿Qué iba a hacer? Podía llegar en cualquier momento y yo aún estaba en crisis por el hecho de no saber procesar correctamente lo que siento por él.

Max...

De pequeños nos odiábamos. Para la gente, él era el descarado y perfeccionista que solamente quería ganar y yo era el chico bueno que llegó para bajarlo de la nube en la que esté subido. Pero eso se terminó cuando se comenzó a rumorear que iba a debutar en la Fórmula 1 a los 17 años y yo aun estaba lejos de eso.

Cuando nos reencontramos, increíblemente, se convirtió en un gran amigo. Pero hoy en día lo que sentía cuando lo veía no era una simple amistad y sentir que todo iba a acabar en Imola me abrió los ojos.

Suspiro y evalúo en cuantos problemas ya me encontraba solo con sentir esta confusión y en los que me encontraría si el equipo se enteraba. Ya de por sí los tuve encima luego del poco disimulado espectáculo que di en Mercedes. Me llevo las manos a mi cara desacomodando un poco la bandana de colores que Mick me supo regalar cuando fue mi Santa Secreto. La volví a acomodar en su lugar y me levanto para comenzar a planificar.

Y sí, lo invité sin tener un plan en la cabeza. Miro a mi alrededor e inicio una guía. Podría decirle que estaba aburrido y que podríamos aprovechar ponernos al día. Tenía algo para tomar y comer y mi Play Station con varios juegos que sabía que a Max le gustaba. Busco en mi celular y veo que hay algunos partidos de fútbol, así que podríamos ver eso. Listo, ya estoy listo para su llegada.

O eso creí cuando me llega la alerta de que estaba en la entrada de mi casa. Los nervios se apaciguaron cuando lo veo manejando un Ferrari de lo más tranquilo. Abro el portón con la aplicación de mi celular y desaparece, por lo que salgo a recibirlo.

—Yo sabía que tu sueño era manejar en Ferrari —me crucé de brazos mientras sonreía —. Temo decirte que me llevo bien con Carlos y no creo que Red Bull te quieran soltar.

—Charles, literalmente vacacioné con Michael Schumacher en mi infancia —contestó riendo —. Obviamente crecí queriendo manejar un monoplaza Ferrari. Pero tranquilo que soy feliz donde estoy -se acerca para saludarme con un medio abrazo —. Y no te preocupes, no estoy en planes de sacarte el asiento.

—Hijo de... —se volteó y me guiñó el ojo, haciendo que mi sonrisa titubee.

—Entonces, ¿qué hacemos?

***

Las latas de cerveza que Max trajo estaban tiradas vacías en la mesa ratona que usamos para apoyar nuestros pies mientras jugábamos recostados en mi sofá. Miré al neerlandés de reojo y sus mejillas estaban sonrojadas por el estado de ebriedad, pero no lo apostarías por su forma competitiva de jugar. Sabía que él era una potencia en el FIFA, pero yo no quedo atrás y lo pruebo empatando el partido con un gol que celebro en su cara. Su gesto molesto como respuesta no me es desconocido, es el que siempre da cuando baja de un auto y no gana la carrera.

El partido terminó en un ajustado 2-2 que nos dejó a ambos sabor a nada. De repente lo veo levantarse.

—¿Estás listo para este fin de semana? —cuestionó sorpresivamente.

—Vivo listo, amigo —acomodo mi cabeza sobre mis manos mientras me acomodaba más en el sofá —. ¿Tú?

—Ajam —camina hacia el mueble donde tenía mis trofeos hasta llegar al de mi campeonato de la WSK Euro Series, el campeonato de la discordia y la única vez que lo superé —. No puedo creer que te odié por culpa de este torneo —su voz fue suave pero clara.

—Éramos niños, Max. Tú venías con racha ganadora y yo llegué para arruinar tus planes.

—Claro -sonrió con lo que supuse era nostalgia —. Pero realmente no creo haberte odiado. Quería convencerme de que lo hacía y mi papá me presionaba a superarte —me mira con una intensidad inesperada —. Ya sabes, las ansias de ser el mejor y todo eso. Pero yo nunca te odié Charles.

Sin más explicación, salió de la habitación en dirección a la cocina. No fue lo que me dijo lo que me impactó, sino la forma en la que habló. Miré a techo en búsqueda de una respuesta que jamás llegó. Mi sonrojo actual sin dudas no era sólo por estar ebrio.

Escucho pasos acercarse y miro en dirección a donde Max llegaba con cuatro botellas de cerveza.

—Juguemos otra partida —demandó y yo, sin rechistar, hice caso. Él eligió a Barcelona y yo a Real Madrid —. No sabía que eras madridista.

—Carlos lo es —confirmé —, y supongo que se me pegó un poco sus gustos.

—Ah... —sin darme cuenta, armó una jugada que terminó en un gol suyo que no festejó —. ¿Y Charlotte? Hace mucho no sé de ella.

—Nos separamos. ¿No sabías? —lo veo tomar su cerveza mientras yo tomo la mía terminándola para abrir la siguiente —. Supongo que lo nuestro no estaba destinado a un feliz para siempre como tú y Kelly —bromeé sin obtener respuesta.

Lo miré de reojo terminando su cerveza. Su mirada no era sólo la del Max competitivo, había algo más allí. Se da su tiempo para abrir rápidamente la otra botella y toma un trago para seguir tomando. Pese a su estado de ebriedad, metió otro gol que, nuevamente, no festejó. Dispuesto a no dejarme ganar, me pongo serio y armo jugadas hasta poder hacer una anotación.

Las cervezas en nuestras botellas se estaba terminando al igual que el partido. Dos minutos me separaban de perder. Lo que no esperé fue un error de mi compañero, error que supe aprovechar. Segundos antes de terminar, los festejos de la televisión llegan a mis oídos. Con una sonrisa en mi rostro, giro mi cabeza para mirarlo y reírme de su empate.

Pero su respuesta fue sujetar mi nuca, jalarme hacia él y besarme.

No era un beso intenso. Solo eran nuestros labios tocándose quietos como si fuera la primera vez de cada uno, hasta que comenzó a moverlos lentamente.

Me estaba besando. Max Verstappen me estaba besando y yo estaba correspondiéndole. Ni siquiera pensé en quiénes éramos o los problemas que podíamos tener, solo quería que este tiempo no termine más.

Mi mano se levantó a su cabeza para sujetarlo y pude sentir lo sedoso que era su cabello, algo que no podría haber imaginado. Y sus labios podrían hacerle batalla por lo suave, solo que no era lo único en debate.

La punta de su lengua rozó mis dientes por lo que le di acceso para que toque la mía con cuidado. Solo que antes de siquiera avanzar un poco más, se aleja un poco de mí abriendo lo que parecían unos nerviosos ojos azules. Parecía haber entrado en razón de lo que hizo.

—¿Max?

—Yo... lo siento —se levantó y sujetó su bolso —. Debo irme.

—Max.

—Caminaré hasta mi casa —se dirigió a la puerta sin escuchar que lo llamaba —. Mañana alguien vendrá a buscar mi auto.

—Max, yo...

—Por favor, Charles -miró con ojos perturbados — Necesito irme.

Sin mediar más palabras, caminamos a la puerta de entrada donde salió sin saludar ni mirar atrás. Vi desde mi celular como se dirigía a la salida donde autoricé que se abra desde allí y se fue.

Se fue dejándome confundido con lo que había sucedido entre nosotros.

Besé a Max Verstappen.

Y eso no es lo único. Quería que lo volviera a hacer.

Mierda.

Estaba jodido.

Que Sea Un SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora