Capítulo 2

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Max

La última vez que mi cuerpo dolió así fue cuando Lewis me chocó en Silverstone. Que ironía que ahora su actual compañero me provocó un malestar incluso peor. Para empeorar la situación, me dijeron que debería quedarme internado dos días para controlar que no surja alguna problema extra por el golpe.

Suspiraría, pero hasta me dolía hacer eso.

Lo peor de esto es tener que atender tantas llamadas de familia y amigos, pero, sobre todo la de mis papás y Kelly, quienes parecían no entender que quería dormir. Al menos logré que no viajen hasta aquí, cosa que no pude evitar con mi equipo. Por lo menos ellos me hacían reir pese a que les rogaba que paren porque estaba a nada de llorar del dolor.

—Por cierto —interrumpió Chris —, Charles estuvo muy preocupado por ti. Sería bueno que lo llames.

—¿Charles? —pregunté extrañado y sin poder evitar sonreír. Era de los pocos verdaderos amigos que tenía en la Fórmula 1 y que se preocupe así provocaba algo en mi corazón —. Lo llamaré si no me duermo primero.

—Pero por favor hazlo —agregó Checo —. Hasta George escuchó de él según me contó Lewis. Por lo visto se metió al garaje de ellos a buscar explicaciones.

Eso me dejó desconcertado. No es como si los accidentes fuertes sean algo poco común para nosotros, pero si era raro que alguien fuera del equipo se prepare para pelear por ti. Esto me hizo esbozar una sonrisa leve para que el equipo no la vea. Me gustaría decir que no me hizo feliz esto, pero no me gusta mentirme a mí mismo.

La charla se extendió unos minutos más hasta que notaron mi cansancio, por lo que se marcharon con tiempo de sobra del horario de visitas. Mi cuerpo seguía demasiado dolorido y no tenía ánimos de que me vean quejarme.

Pero mi paz duró unos minutos hasta que noté la puerta abriéndose y una cabeza castaña asomándose.

—¿Charles? —lo llamé cuando entró. Tenía el cabello aún húmedo y estaba vestido con ropas deportivas. Pero lo que hizo que mi corazón palpitase fue su característica sonrisa decorada con sus hoyuelos.

—No, soy el Papa. Vengo a darte la bendición para que puedas descansar en paz —contestó sarcástico. Las leves arrugas alrededor de sus ojos verdes solo confirmaban la burla sin notar que era imposible no dejar de verlo. Cada vez notaba más esos pequeños detalles y me asustaba porque no sabía qué pensar o sentir al respecto.

—Ja, ja, muy gracioso —hago un esfuerzo por sentarme —. Ah, y felicidades por el podio. Checo me dijo que le costó adelantarte.

—¿Eso te dijo? Pareció un trámite para él desde mi punto de vista.

—Vi la repetición de la carrera Charles. Si no fuera por los problemas de degradación de las ruedas... —hablamos de la carrera como si el monegasco no hubiera estado allí y yo si. Maxplaining le dice la gente. Búsqueda del perfeccionismo le dice Charles. Y aún así me escucha hasta que llegamos a un acuerdo.

Cuando terminamos de hablar, quedamos en silencio mirándonos. Charles estaba sentado en mi cama y su manos demasiado cerca de la mía. Nuestros ojos nunca se alejaron del otro y no movíamos siquiera un músculo. No sabía que hacer o decir, y si así fuera tampoco podría haberlo hecho. La tensión era grande y me dejaba desconcertado.

—Max...

El tono de llamada de mi teléfono lo interrumpió y yo maldije por dentro mientras buscaba mi móvil. El nombre y la foto de mi novia decoraban la pantalla. Por alguna razón quise ocultarlo de Charles, sólo que él también vio quien era.

—Hola, mi amor —saludó —. Lamento molestarte, pero sigo preocupada.

—Quédate tranquila —le digo con una sonrisa en mi rostro que desapareció cuando mi visitante se levantó alejándose —. Hace unos minutos Sergio, Chris, Adrian y Helmut se fueron y ahora Charles vino a visitarme —el mencionado me miró sorprendido, como si su presencia debería ser un secreto.

Que Sea Un SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora