Veintidós

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Todos demás bajaron al unísono y se acercaron a Spreen de forma sincronizada, como si fueran una unidad militar. 

Se detuvieron delante de él con las piernas separadas, se llevaron el puño derecho al hombro izquierdo e inclinaron la cabeza. Acto seguido, se postraron ante él, con la rodilla derecha en el suelo. 

¿De qué iban? 

El líder se incorporó y se quitó el casco. 

Era una mujer guapísima con una larga melena castaña y lisa. La cazadora de cuero le hacía unos hombros muy anchos, de forma que era fácil confundirla con un hombre, pero no había nada masculino en ella. 

—Siento no haber podido organizar una presentación más formal. Me llamo Ama y soy la suma sacerdotisa del Karmaqui. 

Spreen miró al resto de los motoristas y comprendió que eran humanas al servicio de su padre.

 —¿Qué están haciendo aquí?

Ama se colocó a su lado mientras las demás se incorporaban. Una de ellas se adelantó y se quitó el casco. Era muy guapa y tendría unos años menos que la suma sacerdotisa. Tenía el pelo oscuro y corto, y su mirada era afable.

—¿Rocío? 

Se volvió y vio que Roier se acercaba corriendo a ellos. 

—¿No te he dicho que te quedara en el coche? 

—Paso de ti —le contestó Roier al acercarse. 

Rocío se acercó y se quitó la mochila que llevaba en bandolera. 

—Me han dicho que te dé esto. —Le entregó la mochila a Roier, que parecía tan confuso por todo aquello, tal como lo estaba Spreen. 

—¿Qué es? 

—El objeto por el que murió Jaiden —respondió Rocío—. Yo logré escapar por la puerta trasera cuando los miembros de la Atlanticoinonia atacaron y me llevé el diario mientras ella los entretenía. —Se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar a su desafortunada amiga. 

Spreen soltó un suspiro cuando recordó que Rocío aparecía en su visión. En aquel entonces no sabía de qué lado estaba la chica, claro. Había supuesto que trabajaba para el enemigo. 

—¿Qué es la Atlanticoinonia? —le preguntó Roier a Rocío. 

—Una panda de locos —masculló Rocío—. Nos han perseguido desde Grecia hasta Nueva Orleans. En cuanto nos damos la vuelta, intentan arrebatarnos el diario.

Ama asintió con la cabeza. 

—Son un grupo de hombres que han jurado mantener en secreto la existencia de la Atlántida y para ello emplean cualquier método a su alcance. 

—Destruyeron el barco —le dijo Rocío a Roier—. Maté a uno de ellos mientras huían y por eso decidí ir a por Jaiden para buscar el diario. Hasta ese momento no comprendí lo importante que era nuestra investigación. 

Roier meneó la cabeza como si todo aquello le resultara increíble

—Esto es un poco confuso. 

Spreen le pasó un brazo por los hombros para darle su apoyo. 

—Acaba de sufrir una operación, porque han estado a punto de matarlo. Además, nuestros amiguitos podrían encontrarnos de nuevo y cuando lo hagan, no quiero que me pillen al descubierto donde puedan atraparlo o dispararnos. ¿Conocen el bar Santuario, en Ursulines Street? 

—Yo sí —contestó una de las mujeres armadas con los fusiles. 

—Pues nos vemos allí. —Y se dio la vuelta en dirección al coche mientras Roier lo miraba muy serio. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora