Veinticinco

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—Spreen ven.

—No soy tu perro, Juan. 

Juaniquilador se apareció delante de él en mitad de la calle, con los ojos rojos. 

—Pues si tú no obedeces, es posible que someta a tu nueva mascota. —Empezó adesvanecerse. 

Spreen lo cogió del brazo para que no se fuera. 

—¿De qué hablas? 

Juan se soltó de un tirón. 

—No pensarías que podías encontrar a otro sin que yo me enterase. Solo recuerda que es humano.

Juaniquilador hizo ademán de marcharse de nuevo y en esa ocasión Spreen se abalanzó sobre él antes de utilizar sus poderes para trasladarse a su templo. Lo sujetó contra la pared de su dormitorio. 

Juan gritó con tanta fuerza que le sorprendió no quedarse sordo.

—¡Suéltame! 

Spreen meneó la cabeza. 

—No hasta que aclaremos este asunto. 

—¿Qué hay que aclarar? ¿Que eres un cabrón infiel y mentiroso? —Intentó arañarle la cara. 

Spreen le sujetó las manos, manteniéndolo contra la pared. 

—¡Me quedaré con su vida y con su alma! ¡Con todo! 

—No lo tocarás. 

—¡Aquí no eres tú quien da las órdenes! 

Esas palabras alimentaron su furia hasta niveles insospechados, y acabó adoptando su forma de destructor. Cuando vio que tenía las manos azules, no quiso ni imaginarse cómo estaría el resto de su persona. 

—No me presiones, Juan. Hace semanas que no me alimento. Y temataré por esto. ¿Lo entendés?

—¡Te odio! —rugió Juan. 

—Siempre me has odiado. Lo llevas haciendo desde el día que te besé en tu templo. Lo sé muy bien. 

Juaniquilador soltó un grito furioso y se echó a llorar como si le estuvieran desgarrando el corazón mientras se debatía para liberarse. 

—No es verdad. Éramos amigos. Te quería.

Spreen resopló al escuchar las mentiras que Juan seguía creyendo. 

—Me querías tanto que te quedaste de brazos cruzados mientras me destripaban a tus pies. Eso no es amor, Juan. Te sentiste aliviado cuando morí. 

Lo vio negar con la cabeza. 

—Te devolví a la vida porque te quería. 

—Podés repetirte esa mentira todo lo que quieras, pero yo sé cuál es la verdad. Me devolviste a la vida porque tenías miedo de mi padre. 

—¡Soy un dios!

—Y yo también. Un dios cuyos poderes dejan en ridículo a los tuyos, como bien sabés. 

Juaniquilador volvió a gritar y se debatió con más fuerzas. 

—Me has traicionado y exijo venganza. 

—Pues aquí estoy. Desahógate conmigo. 

Juan se quedó helado al escucharlo y pareció recobrar la cordura al punto. 

—¿Qué estás diciendo? 

Spreen retrocedió un paso, aunque estaba preparado para agarrarlo de nuevo si era necesario. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora