Diecisiete

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—Eu has abierto algún grifo mientras me estaba duchando y me congelé.

Roier soltó una carcajada. 

—Lo siento. Es que he puesto el lavavajillas. No lo volveré a hacer. 

—He pasado de achicharrarme a congelarme en menos de dos segundos. 

Roier frunció el ceño al ver que Spreen ahora tenía el tatuaje del dragón en el antebrazo...donde no lo tenía la primera vez que lo vio. 

—¿Esa cosa es temporal y te lo cambias de sitio para desquiciar a la gente o qué? Te juro que cada vez que te miro, lo veo en un sitio distinto. 

Antes de que Spreen pudiera decirle algo, Roier escuchó su móvil sonar. 

—La que nos ha caído encima entre tu móvil y el mío... —Lo cogió, y se sorprendió al escuchar a Badboy al otro lado—. Hola, amigo. ¿Me has conseguido el diario?

—No. Alguien mató a Jaiden anoche y registró su casa. Quien quiera que fuese debió de llevarse el diario. 

Las noticias sorprendieron a Roier de tal forma que se tambaleó y se le cayó el móvil de las manos. 

Spreen evitó en el último segundo que se la pegara contra el suelo mientras a Roier se le escapaban las lagrimas.

 —Respira —le dijo. 

Sin embargo, Roier no parecía escucharlo.

—No, no, no —repetía en voz baja sin cesar. 

Spreen cogió el móvil del suelo. 

—¿Diga? 

—¿Dónde está Roier? —le preguntó un hombre. 

—Está hecho mierda. ¿Qué pasó? —preguntó él a su vez mientras lo miraba. 

Roier se había llevado las rodillas al pecho, tenía la cabeza enterrada entre los brazos y las lagrimas no cesaban. 

—Anoche mataron a un amigo nuestro. 

Spreen apretó los dientes al recordar el horror que había sufrido Jaiden durante sus últimas horas. Nadie se merecía eso. 

—Le diré que te llame en cuanto se tranquilice un poco.

Spreen colgó y lo abrazó con fuerza. 

Roier le enterró la cabeza en el hombro y lo abrazó con mucha fuerza, aunque no le hizo daño. 

—¿Cómo es posible que esté muerta? ¿Por qué? 

—No lo sé, Roier. A la gente le pasan cosas malas. 

—No. Nadie mata a una persona por un puto diario. — manifestó lo alterado que estaba—. Por favor, Spreen, dime que ningún libro vale la vida de una persona. 

De repente, se separó de él y cogió el móvil, que estaba en el suelo. 

—¿Qué haces? 

Roier se limpió las lágrimas. La furia había hecho que se le sonrojaran las mejillas. 

—Voy a llamar a todos los miembros de mi equipo para decirles que se escondan. No pienso permitir que le hagan daño a otra persona.  

En vez de impedírselo, Spreen intentó captar algo de la situación con sus poderes. Era muy frustrante no ver absolutamente nada de lo que estaba pasando. No se sentía tan vulnerable desde el día que murió. 

Después de llamar a todas las personas que se le ocurrieron, Roier soltó el teléfono y suspiró.

—Todos los demás están bien. Esperemos que la cosa siga así. —Sorbió por la nariz y se limpió las lagrimas con la camiseta. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora