Trece

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Con la esperanza de que Spreen no estuviera mintiendo, Roier se sentó en su sillón y contuvo el aliento mientras apoyaba la cabeza en las manos. 

¿Cómo había pasado algo así? Su pobre gente. Seguro que estaban aterrados. 

Spreen empezó a hablar en griego con esa voz tan grave que le ponía la carne de gallina. 

—Hola, Gus, soy Spreen de Luque. Necesito que me hagás un favor. Es que han arrestado a un grupo de arqueólogos por excavar en el Egeo, creo que esta mañana. ¿Podés hacer que los suelten y retiren los cargos? —Soltó una carcajada—. Sé que creen que es la Atlántida, sí. Todo el mundo quiere encontrar un tesoro. Pero no me gustaría que acabaran mal por perseguir castillos en el aire. Son unos amigos inofensivos de otro amigo, ya me entendés. Te agradecería mucho que los liberaras. —Se golpeó el muslo con el pulgar mientras escuchaba a su interlocutor—. No... No creo que necesiten una lección. Estoy seguro de que ya se han llevado un buen susto. Dale recuerdos a Mariana y avísame en cuanto nazca el bebé. Los veré la próxima vez que vaya a Grecia. 

Roier se enderezó cuando lo vio colgar el movil.

—Dime. 

—Puede liberarlos sin problemas, pero los objetos seguirán confiscados y no puede hacer nada al respecto. Si vuelven a excavar en la zona, los encerrarán y tirarán la llave. 

—No chingues. 

—Pues no. Las autoridades están indignadas por todo este asunto. 

—Pero teníamos los permisos en regla. 

Spreen se llevó el móvil a la barbilla. 

—Según me acaba de decir, no tenían permiso y las autoridades estaban apunto de emitir una orden de busca y captura con tu nombre por haber sacado del país bienes pertenecientes a su patrimonio nacional sin permiso. 

—Lo que tengo no es griego, es atlante. 

—El diario es griego y no son tontos. Aunque fuera atlante, dicen que como lo sacaste del Egeo, estaba en sus aguas. 

—Esto es increíble —dijo mientras volvía a apoyar la cabeza en las manos—.Iba a devolverlo en cuanto consiguiera una traducción. Siempre les entrego todolo que encontramos... pero no de inmediato. 

—Bueno, Gus puede limar asperezas. Tu gente saldrá de la cárcel en breve. Y te recomiendo que les entregues el diario a las autoridades griegas antes de que cambien de opinión con respecto a la orden. 

Roier levantó la cabeza para mirarlo. 

—No sabes cuánto te agradezco tu ayuda, Spreen. De verdad. Gracias. No sé lo que habría hecho si no hubieras venido a decírmelo. 

—Lo único que te digo es que no volvás a hacer nada parecido. No me gusta nada pedir favores. Tienen la desagradable costumbre de acabar volviéndose en mi contra, la verdad. 

Esbozó una sonrisa torcida, consciente de que lo había puesto en una situación delicada. 

—Dime cómo puedo compensártelo. 

—Limítate a no meterte en más líos. 

—Eso quiero. —Roier gruñó antes de levantarse del sillón—. Vale, y a está bien de regodearme en la miseria, voy a... —Dejó la frase en el aire porque lo llamaron al móvil—. Lo dejaré para después. —Aceptó la llamada—. ¿Diga? No, no estoy en casa. Sí, por favor, avisen a la policía. Yo voy de camino. 

Spreen frunció el ceño. 

—¿Qué pasa? 

—Eran los de la empresa de seguridad. Ha saltado la alarma en casa. —Cogió las llaves y el maletín. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora