Cuatro

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El diario de Mayichi: Princesa de Tortillaland

Pt.III

3 de noviembre, 9532 a. C..

El hombre llamó a sus guardias para que me sacaran de la antesala, y aparecieron enseguida. 

—No pienso marcharme —le dije. Me encaré con los guardias y les lancé mi mirada más altiva—. Soy la princesa Mayichi. Exijo ver a mi tío Tanizen. ¡Ahora mismo!

 Por primera vez vi cierta reserva en sus ojos. 

—Perdonadme, princesa —se disculpó, aunque no parecía en absoluto arrepentido—. Haré que os escolten al recibidor de vuestro tío —dijo al tiempo que les hacía una señal a los guardias.

 Asombrada por su arrogancia, me volví para marcharme. Gracias al mármol negro, vi que le susurraba algo a Spreen. Y también vi que a mi hermano se le descomponía la cara.

—Me prometieron que nunca más tendría que verlo. 

El hombre le dio un tirón de pelo. 

—Harás lo que se te ordene. Ahora levántate y ve a prepararte.

Los guardias cerraron la puerta y me sacaron de la estancia. Me condujeron por el mismo pasillo hasta un pequeño recibidor sin más muebles que tres sillas. No tenía la menor idea de lo que estaba pasando en esa casa. Si alguien nos hubiera tocado a Karchez o a mí de la manera que ese hombre había tocado a Spreen, mi padre los habría hecho matar al punto. Nadie podía hablarnos salvo con el más absoluto respeto y la mayor de las reverencias. 

—¿Dónde está mi tío? —le pregunté a los guardias cuando vi que se marchaban. 

—En la ciudad, alteza. Volverá enseguida. 

—Enviad a alguien a buscarlo. Ahora mismo. 

El guardia me saludó con una inclinación de cabeza antes de cerrar la puerta. Llevaba muy poco tiempo allí cuando vi que al lado de la chimenea se abría una puerta secreta por donde entró una mujer. Era la supervisora que había visto en el dormitorio de Spreen al llegar, la mujer de aspecto frágil que se había preocupado por su bienestar

—Alteza —me dijo con aprensión—, ¿sois vos de verdad? 

En ese momento supe quién era. 

—¿Fuiste tú quien me escribió pidiéndome que viniera? La mujer asintió con la cabeza. Solté un suspiro aliviado. Por fin alguien podría explicarme lo que pasaba.—¿Qué ocurre aquí?

La mujer inspiró hondo, como si lo que estaba a punto de decir le resultara muy doloroso.

—Están vendiendo a vuestro hermano, señora. Le hacen cosas que nadie debería padecer. 

Se me formó un nudo en el estómago al escucharla. 

—¿A qué te refieres? 

La vi retorcerse las manos bajo las mangas del vestido. 

—¿Cuántos años tenéis, señora? 

—Veintitrés.

—¿Sois virgen? 

Me ofendió que se atreviera a preguntar algo tan íntimo. 

—Eso no es de tu incumbencia. 

—Perdonadme, no era mi intención ofenderos. Solo intento averiguar si podréis entender lo que voy a explicaros. ¿Sabéis lo que es un tsoulus

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora