Veintiséis

760 119 26
                                    


A medida que pasaban las horas, Roier aprendió cosas sobre Grecia, la Atlántida y Spreen que jamás habría creído posibles.

Vicky les llevó comida y más o menos a media noche Bobby se quedó dormido en el suelo, con las piernas rectas apoyadas en la pared.

Mientras meneaba la cabeza por la extraña postura, cogió una de las mantas de la cama y lo arropó. Estaba tapándolo bien cuando notó una extraña descarga en el aire.

Al mirar hacia la derecha, descubrió a Spreen en la puerta del cuarto de baño, apoyado en la pared.

Estaba muy pálido y parecía estar sufriendo un dolor terrible.

—¿Spreen? —susurró Roier.

Él no le respondió.

Preocupado, acortó la distancia que los separaba y vio que estaba sudando mucho.

—No sabía a qué otro sitio ir. No... no quería estar solo.

—¿Quieres acostarte?

Spreen asintió con la mirada perdida. Roier esperó a que se moviera, pero al ver que no lo hacía su preocupación se triplicó.

—¿Spreen?

—Ahora, espera.

Al cabo de un buen rato Spreen se apartó de la pared y caminó hacia la cama mientras Roier lo observaba.

Solo había dado un paso cuando cayó al suelo de rodillas. Sin darse cuenta Roier extendió el brazo para tocarle la espalda. En cuanto lo rozó, Spreen siseó e intentó alejarse.

Roier se miró la mano y jadeó al ver que la tenía cubierta de sangre. Se arrodilló a su lado.

—¿Qué puedo hacer?

Lo vio apretar los dientes. Respiraba con dificultad como si estuviera padeciendo un horrible calvario.

—No controlo mis poderes. Me duele demasiado y no puedo concentrarme.

—Tú apóyate en mí y te ayudaré a llegar a la cama. —Se puso en pie y le ofreció una mano.

Spreen se quedó sin habla al ver a Roier a su lado con la mano extendida.

Sabía perfectamente que no debería estar con él. Sin embargo, había acudido a su lado a pesar de que nunca había buscado a nadie en esas circunstancias. Porque Roier no se reiría de él ni le haría daño. Roier lo ayudaría.

Aceptó la mano de Roier y dejó que lo ayudara a ponerse en pie. El dolor lo asaltó de nuevo e hizo que apretara los dientes.

Roier se pasó uno de sus brazos por los hombros y con mucho cuidado, lo agarró por las caderas, donde menos heridas tenía. Juntos llegaron a la cama y tras mucho esfuerzo logró tenderse.

—No se lo digas a Bobby—susurró—. No quiero que se preocupe.

Roier asintió con la cabeza mientras lo veía perder el conocimiento.

Enfadado y angustiado por lo que le habían hecho, le quitó la camisa de la espalda poco apoco. Su furia fue en aumento a medida que descubría la piel ensangrentada. Que lo mutilaran de esa forma era increíble.

—Esto se va a acabar —murmuró—. Spreen, voy a encontrar el modo de poner a ese dios en su sitio cueste lo que cueste. 


...


Spreen se despertó con una sensación de frescor en la espalda. En un primer momento pensó que estaba en el templo de Juan, hasta que abrió los ojos y vio a Roier sentado en una silla junto a la cama, leyendo. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora