Veinte

949 153 57
                                    


—Después de lo que le han hecho a Roier, creo que una muerte rápida sería misericordiosa. Por no mencionar que han destrozado mi chamarra preferida y han hecho cisco mi moto. 

Osvaldo resopló. 

—¿Por qué no torturamos a esos cabrones y luego les ponemos una bomba? ¡Se han cargado tu moto! 

Spreen pasó del sarcasmo y cruzó los brazos por delante del pecho. 

—Ahora estamos en la misma onda. Sacar algún que otro ojo, hinchar alguna que otra nariz... Sí, eso me va. 

Aldo se estremeció. 

—Creo que tu nuevo amigo es un pelín sanguinario —le dijo a Roier. 

Spreen contuvo una sonrisa al escucharlo. Si supiera cuál era su comida... Al hilo de lo cual reconoció que le iría bien un poco de sangre, porque había pasado más de una semana desde la última vez que comió. 

En ese momento llamaron a Aldo por teléfono.

—El deber me llama. Volveré pronto. 

Aldo salió de la habitación con Osvaldo, dejándolos solos.

Spreen se acercó a la cama para comprobar cómo estaba Roier. 

—¿Cómo te sentís? 

—Por increíble que parezca, perfectamente —respondió Roier con una sonrisa—. ¿Y tú? Creí ver que el coche te pasaba por encima. 

—Me aparté de las ruedas. 

Roier lo miró con los ojos entornados. 

—Pues eso no es lo que yo vi. Habría jurado que te pasó por encima de las piernas. 

Spreen se miró las extremidades antes de encogerse de hombros. 

—Es evidente que no. 

La expresión tierna y cariñosa de Roier fue como un puñetazo en el estómago. Le puso la mano en el brazo, y su caricia fue la más dulce que había experimentado en la vida

—Gracias por traerme al hospital. Osvaldo me ha dicho que estabas sangrando muchísimo cuando entraste en Urgencias. 

Esas palabras de agradecimiento hicieron que Spreen se sonrojara. Increíble. 

—No le des más vueltas. La próxima vez, cuando yo esté herido, me llevás vos en brazos. 

Roier se echó a reír. 

—Creo que harían falta unas cuantas personas para llevarte en brazos. 

—Así que de vuelta a los insultos, ¿no? 

—No te estaba insultando —respondió Roier, meneando la cabeza—. Es que eres muy grande.

Spreen abrió la boca para replicar, pero no pudo hacerlo porque en ese momento apareció el médico para examinar a Roier. Se apartó un poco para que pudieran hablar. 

—Eres muy afortunado. Si su amigo no la hubiera traído tan pronto,no estaríamos hablando. El accidente le causó graves daños en el bazo. 

Roier todavía no daba crédito a lo que Spreen había hecho por él. Osvaldo le había dicho que Spreen estaba muy mal y que se había quedado hecho mierda cuando murió en sus brazos. De repente, sintió una abrumadora oleada de ternura hacia él. 

Recordaba que Spreen extendió los brazos para protegerlo cuando la moto patinó. Luego intentó mantenerlo pegado a su cuerpo, pero el golpe fue tan fuerte que los separó. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora