Veintiuno

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—¿Estás seguro, Fit? —preguntó Spreen.

—Totalmente. Es bueno tener amigos en el lado oscuro. Stryker le ha ordenado a su gente buscar el diario. Quiere derrotar a Juan y a Apolo, y absorber sus poderes. Además, tiene la esperanza de que el diario contenga algo con lo que hacerte daño y tu padre ha pillado un cabreo que te cagas cuando se ha enterado. Acaba de mandar a sus demonios en busca del diario. —Soltó una carcajada maliciosa—. Bienvenido al Apocalipsis, hermano. Aunque me parece que la peña ha empezado la fiesta sin ti.


...


Spreen guardó silencio al sentir una poderosa fisura que le provocó un escalofrío en la espalda. La sensación era inconfundible. Había demonios en el hospital. Y apostaría su vida a que sabía de qué clase exactamente. 

Colgó y volvió a la habitación de Roier. 

—Tenemos que irnos. 

—¿De verdad? —preguntó Roier con ironía—. Resulta que estoy enganchado a un gotero. Me da que no puedo moverme de aquí. 

Spreen se acercó a la cama y le quitó la vía antes incluso de que pudiera parpadear. Su reacción lo dejó pasmado, sobre todo porque vio que dejaba de sangrarle el brazo al instante. 

—¿Qué pasa? 

—La gente que quiere matarnos viene de camino. Y si no nos movemos, la cosa va a ponerse fea.

La idea de que volvieran a perseguirlos le aceleró el corazón. 

—Pero hay otro problemilla. No tengo ropa. 

Osvaldo se acercó a la cama. 

—Sí que tienes. Spreen, vigila la puerta y danos solo un minuto. 

—Veinte segundos. —Salió al pasillo y cerró la puerta. 

—¿Puedes moverte? —le preguntó Osvaldo. 

—Pues sí, qué raro. 

—Vale, vamos a cambiarnos la ropa ahora mismo. 

Roier se quitó la bata de hospital sin pérdida de tiempo. Todavía estaba un poco dolorido, pero no tanto como debería estarlo después de haber sufrido una intervención quirúrgica. Era rarísimo. 

Antes de que pudiera ahondar en sus reflexiones, Spreen volvió a entrar. 

—No tenemos tiempo —le dijo, ofreciéndole una mano. 

—No tengo zapatos.

—No importa. Vamos

Aceptó su mano y sin mediar palabra, Spreen lo sacó al pasillo de un tirón y echó a andar en dirección a los ascensores. 

En ese momento se abrió uno de ellos y Spreen lo metió a la carrera en la habitación que tenían más cerca. Su reacción lo asustó. ¿Quién los perseguía?

—Espera aquí —le ordenó él moviendo solo los labios antes de salir al pasillo. 

Roier no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Ojalá Spreen supiera lo que hacía. 

Volvió al cabo de unos segundos y le indicó con un gesto que se diera prisa. Al llegar al ascensor, lo metió prácticamente de un empujón. Mientras la puerta se cerraba, echó un vistazo hacia atrás y vio que dos hombres muy altos se dirigían a su habitación. Iban vestidos de negro y su apariencia era muy siniestra. 

—¿Le pasará algo a Osvaldo? 

Spreen lo apartó de la puerta para que se pudiera cerrar. 

—No le harán nada. Saben muy bien a quién buscan. 

SALVATORE- spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora