Capítulo 68 Rumanía

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Luego de que Charlie saliera de San mungo se habían quedado ambos unos días en la madriguera, a Charlie le habían dado unos días libres por su accidente y hoy volvían para Rumanía. Una parte de Lía se alegraba Molly y Arthur no dejaban de verla raro, no entendía porque hasta que Molly intento hablar hace unas noches, no le tomó mucho tiempo entender que Charlie les había contado. Ella no quería hablar del tema.

—Nos vemos cariño, si necesitas hablar puedes enviarme una carta.

—Gracias, pero estoy bien.

—Puedes venir a visitarnos cuando quieras.

—Gracias, tal vez nos veamos en unos días— Molly y Arthur se miraron confundidos, pero no preguntaron nada.

Lía le dio un pequeño abrazo a ambos antes de desaparecer por la red flu. Iba a ir a su cuarto a desempacar cuando Charlie la detiene.

—¿Lía podemos hablar?

—¿Que pasa?

—Ven siéntate— ambos tomaron asiento en el sofá —Mamá me dijo que intento hablar contigo.

—No estoy enojada por que le contarás si es lo que piensas, creo que en realidad es un alivio no sabría como decirles, ¿Los demás lo saben?

-No, les pedí que no le dijeran a nadie más, pensé que era tu decisión si querías que los demás se enteraran-Lía solo asintió en silenció.

-¿Eso es todo? Quiero desempacar.

-No, quería hablar contigo, quiero que sepas que si necesitas hablar puedes hacerlo conmigo.

—No quiero recordar esa noche, no quiero recordar ese lugar.

—A veces hablar de las cosas que más duelen sirve para que ya no duelan— Lía se quedó en silencio, sin moverse.

Charlie estaba a punto de decirle que si no quería hablar no la iba a obligar. Cuando Lía se sacó los zapatos y subió los pies, abrazo sus piernas y se quedo ahí en silencio.

—Fue horrible, tenía 3 años cuando me dejaste ahí, tenía lo suficiente para recordar las cosas que hacia Mamá, pero no para entender que no eran normales en el mundo muggle. Así que les conté como mi mamá hacía que mis juguetes se movieran, como preparaba la comida con un pálito, le contaba de algunas criaturas que mamá cuidaba, los niños de mi edad me creían y me preguntaban, pero los niños un poco mayor no me creyeron, me llamaban loca, cuando crecí los otros niños se dieron cuenta que esas cosas no podían ser posibles, en su mundo, comenzaron a ponerme apodos, me empujaban en los pasillos y me decían insultos al pasar, luego comenzaron a golpearme, me encerraban en algún cuarto y se reunían a golpearme, cortaban mi cabello, luego paso lo de tu sabes, el rumor se corrió y las burlas eran peor. Se detuvieron cuando Amelia intento golpearme frente a la mitad del orfanato, intente defenderme apartarla de mi, cuando ella comenzó a gritar, su cara estaba roja como si se ubiera quemado, el rumor de que la había quemado se esparció y nadie se atrevió a acercarse, nunca tuve una amiga, a ninguna de las cuidadoras les importaba, aparecían en el desayuno para darnos nuestras tareas y luego no las veíamos hasta el día siguiente. Por las noches me quedaba en la cama, pidiendo que volvieras por mi, me quedaba dormida deseando que mamá nunca hubiera muerto, que todo hubiera sido una pesadilla y al despertar estaría en casa, pero todas las mañanas me levantaba defraudada por que no era una pesadilla, hasta que Hagrid apareció con mi carta, me explicó que era una bruja y que en hogwarts aprendería a usar la magia.

—Lo siento, era mi responsabilidad cuidarte y no lo hice, se que me he disculpado muchas veces, pero enserió quiero reparar mi error, quiero que crezcas feliz, en un lugar que te sientas segura.

Lía Weasley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora