Capítulo 16

52 0 0
                                    

Gianna

Me levanté temprano para ir a trabajar. Eran las 7 de la mañana y no me podía el cuerpo. Sólo quería seguir durmiendo. Encendí la radio para energizarme. Emma se había quedado a dormir en casa de Álvaro, así que estaba sola.

Es raro estar sola en el departamento, aunque sea por una noche, pues me acostumbré a que las cosas no siempre están como las dejé, hay ruido en cualquier parte, suena música de la nada... vivir con Emma este tiempo ha hecho que recuerde aquel día en que nos mudamos con Julián. ¡Fue el día más terrible para mi "yo" del pasado!

Después de pasar horas suplicándole a mis padres que me dejaran viajar igual que mis amigas, que no tenía ningún interés en vivir con Julián, argumentando que ni siquiera nos hablamos y sería muy raro vivir juntos, pero todo fue en vano, ellos dijeron que viajar todos los días me agotaría demasiado y, a pesar de que no me agradara la idea, viviría con Julián al menos este año. Suspiré resignada y comencé a hacerme la idea. Subimos mis cosas al auto y viajamos una hora y media hasta el departamento donde viviríamos Julián y yo.

El lugar era realmente hermoso, muy amplio y con buena vista hacia el mar, estoy segura que se verán unos atardeceres maravillosos desde el balcón. Ya estaba completamente amoblado y los muebles se notaban de buena calidad y nuevos.

–¡Qué maravilla! Perfecto para vivir sola, ¿cierto? –Comenté y mis padres se rieron–.

–Buenos días a mis queridos auditores –Esa voz... ¿Romina está en el programa matutino? Ya casi no hablamos, por eso no me había contado de este cambio–. Estas canciones son para quienes aún no se pueden despertar. A continuación, el padre de latinoamérica con su inolvidable canción "torero". Que la disfruten.

Tomé mi cepillo de cabello y lo usé como micrófono.

–Si hay que ser Torero

Poner el alma en el ruedo

No importa lo que se venga

Pa' que sepas que te quiero

Como un buen torero

Me juego la vida por tí

El programa "tu energética favorita" es el mejor y es aún mejor con mi amiga como locutora.

Terminé de arreglarme para el trabajo y tomé desayuno.

Cada día es más agotador que el anterior. A pesar de estar en un equipo de diseño para la nueva campaña –que aún no empieza y se ha retardado más de lo usual porque el chico al que contrataron está en otra sucursal y debe finalizar su trabajo allí para cambiarse–, sigo siendo psicóloga laboral y me encargaron revisar todos los currículums que llegaron por la nueva sucursal de la tienda a unas cuadras del centro comercial.

Había algunas personas que no tenían nada de experiencia laboral y me ordenaron descartar todos esos archivos. Aún recuerdo cuando tenía 17 y en una librería me dieron mi primer trabajo.

Cuando por fin terminó la jornada, Emma me pidió que la fuera a recoger al supermercado que estaba de camino a casa. Odio esa tienda. El 90% de las veces que he ido últimamente, me he encontrado con Julián.

–Emi, te voy a esperar afuera. No quiero entrar. No quiero encontrármelo.

–No está. Amiga, no porque te lo hayas encontrado una vez... por semana, significa que lo vas a ver hoy también. Ven a ayudarme con unas bolsas. Están muy pesadas.

–Trae el carro de compras.

–Prohibieron sacarlos. Se han perdido muchos. ¡Gianna Ellis, ayuda a tu amiga Emmapor una vez en tu perezosa vida!

–Está bien. Si me lo encuentro, tú cocinas la cena esta noche.

–Siempre lo hago yo -rió-. No vas a ver a Julián, tranquila. No tienes tanta mala suerte...

–Pero si lo veo, haces lo que yo te pida para cenar, ¿trato?

–Sí, lo que quieras, pero ayúdame.

Bajé del vehículo y fui hasta el supermercado. Crucé la puerta de entrada mirando hacia todos lados. No quería encontrarlo y mucho menos desprevenida.

–¡Que no está! –Exclamó–. Ayúdame –dijo y me pasó dos bolsas–.

–¿A cuánto estaban las piedras que compraste tantas?

–Son puras cosas dulces para picar, helado, y cosas para cocinar.

Estaba muy pesado y me estuve quejando todo el camino hasta el auto. Creo que descubrí la razón por la que nos llevamos bien: ambas somos muy despistadas. Resulta que a la señorita Rodríguez se le quedó una bolsa con mariscos congelados en la caja. ¿Adivinas quién tuvo que ir por ellos? Exacto.

Al regresar con la bolsa, subí al auto y le dije:

–Tortellini. Espero que tengas los ingredientes y que te queden deliciosos. Soy muy exigente –me miró confundida y luego captó todo–.

–Nunca los he hecho, pero no debe ser muy difícil. Lo siento.

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now