Julián
Octubre, 2012
Sentía la cabeza muy abombada, no me podía concentrar bien y con suerte tenía fuerzas para tomar un lápiz, la falta de sueño me estaba pasando la cuenta. No acostumbro a trasnochar, mucho menos por estar leyendo biología, pero no podía dejar que Gianna, al borde de sus fuerzas, siguiera estudiando tanto como estos días. Nunca había visto que alguien se desmayara de cansancio, en este caso es desgaste físico y emocional. Espero que le sea muy útil el resumen que le hice del "Capítulo 16: Lateralización, lenguaje y cerebro escindido" del libro que tiene que leer, porque hice mi mejor esfuerzo.
Contaba las horas para salir de clases y llegar al departamento para ver como estaba Gianna.
–Julián, ¿vamos con los cabros a tomar algo después de clases? –Me invitó Raúl–.
–Amigo, gracias, pero sólo quiero llegar a casa a dormir –bostecé–.
–Parece que no te dejaron dormir anoche –sonrió pícaramente y le devolví la sonrisa mientras negaba con la cabeza–.
–Estuve estudiando –contesté con pocas fuerzas y bostecé nuevamente–.
–Uuuy –miró a mis amigos– Cabros, el Julián no va, anoche estuvo haciendo las tareas y no pudo dormir –todos estallaron en carcajadas y se fueron–.
Ojalá mi desvelo hubiese sido por lo que Raúl piensa y no por estar estudiando biología, que es el ramo que más detestaba en el colegio.
Tomé el autobús para ir al departamento. Eran las 19hrs y Gianna ya debe haber llegado.
Antes de entrar al condominio, pasé a una panadería que está al frente, porque estoy casi seguro que a mi compañera de casa se le olvidó. Además de pan compré un queque de limón, su favorito.
Estuve un buen rato buscando las llaves y justo cuando las iba a insertar en la cerradura, se abrió la puerta.
–Hola, Gia, ¿cómo estás? –Le di un beso en la mejilla y entré al departamento a dejar mis cosas–.
–Holi, mucho mejor que ayer, gracias por el resumen, lo leí poco antes de irme a clases y considero está muy completo, entendí todo muy bien y tus anotaciones al margen de los significados de algunos términos me ayudaron mucho. Gracias nuevamente. ¿Y tú cómo estás?
–Cansadísimo -reí–. Traje pan y un queque de limón para que comamos algo –le mostré las bolsas–.
–Ayyy, me encantaaaaaa –sonrió y me abrazó–. Gracias... gracias por todo.
Gianna había puesto en la mesa todo lo necesario para tomar once, sólo faltaba el pan –el cual creo que iba a comprar cuando nos encontramos en la puerta–. Conversamos de nuestro día y de lo que nos deparaba para el día siguiente. Estábamos finalizando de comer cuando recibió una llamada, era su madre.
–¿¡En serio!? ¡Qué buena noticiaaaaa! –Dijo mientras conversaba, luego de colgar me explicó el motivo de su felicidad: su padre había sido dado de alta–.
Estaba tan feliz por ella y su familia. Gianna sonreía demasiado, estaba brillante, me encanta verla así, si por mí fuera sólo estaría sonriendo, evitaría cualquier momento malo con tal de conservar esa expresión en su rostro.
Con mucho temor de que me rechazara, propuse ver una película de comedia antes de dormir, para que se relajara y pudiéramos pasar un rato más juntos. Me moría de sueño, pero mi corazón me pedía pasar más tiempo con ella.
Vimos "una esposa de mentira". Película más buena que esa no hay... excepto por "¿dónde están las rubias?" Dos joyas del cine.
***
El sábado en la mañana tomamos el bus para ir a casa y que ella viera a su papá.
Cuando llegamos a su hogar, buscó las llaves. En el momento que las encontró, me iba a despedir y, sorpresivamente, me dijo que pasara. Con una sonrisa de oreja a oreja, entré en casa. Hace mucho tiempo que no entraba en aquel hogar, pero todo seguía como lo recordaba: en la entrada a mano izquierda, un mueble donde guardaban algunas copas y pocillos para postres; a mano derecha la mesa del comedor de madera con centro de cerámica; avanzando un poco más estaban los sillones de color beige y la televisión en frente; habían algunos cuadros decorativos en las paredes; finalmente, en una muralla había una vitrina con loza antigua.
–Hola, mi niño, ¿cómo estás? –Saludó la madre de Gianna–.
–Hola, muy bien, ¿y usted?
–Feliz de verte –me abrazó–.
–Buenos días, Julián –saludó su padre–.
–Buenos días.
Pasamos a sentarnos alrededor de la mesa para comer algo, conversamos sobre todo lo relacionado a la universidad: certámenes, exámenes, trabajos, notas, etc; luego pasamos al ámbito sentimental.
–Mijito, ¿tiene novia? –Me preguntó la señora Julieth–.
–No.
–¿Por qué alguien tan guapo y tan buen muchacho está solo?
–La única chica que me interesa no se siente igual que yo –miré de reojo a Gianna, quien estaba muy interesada en el papelito de la bolsa de té y parecía no estar escuchando la conversación–.
–Lo siento. ¿Y mi princesa, cómo está su corazón? –Ahora la pregunta iba dirigida a su hija, la cual estaba sentada frente a mí–.
–Hace un tiempo estuve conversando con un chico, pero debido a la asesoría de mi nuevo mejor amigo, descubrí que era un idiota... y así con todos los chicos que se me acercan, Julián me advierte y me da recomendaciones, las que a veces siento que llegan a espantarlos, pero es su forma de cuidarme. Te quiero amiguito –hizo un corazón con sus manos–.
"Amiguito", ¿algún día dejará de llamarme así y me dirá "mi corazón, mi bomboncito, el único ser que amo y que querré para toda mi vida"?
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A pesar del tiempo
Teen FictionLuego de cinco dolorosos años, las miradas de Gianna Ellis y Julián Burnett se volvieron a encontrar y los sentimientos que creyeron sepultados, resurgieron con la misma intensidad de hace una década. Sin embargo, si la vida fuera tan sencilla no ha...